En Arrecife hay unas 23.000 viviendas censadas, según el Instituto Nacional de Estadística. El valor patrimonial de todas estas viviendas, tirando por lo alto, es de unos 3.450 millones de euros (a 150.000 euros por vivienda).
Ahora imaginen que soy Amancio Ortega, y que tengo unos 150.000 millones de euros, reconocidos. Imaginen que se me antoja el capricho de comprarme todas las casas de Arrecife. Absolutamente todas, por la razón que sea, solo porque puedo. Así que llevo a cabo una operación a gran escala y poco a poco las adquiero una por una, pagando el doble por ellas. A tal efecto abro inmobiliarias, contrato a vendedores, gasto una buena suma en los medios locales para que promocionen mis ofertas.
Pongan que al final me gasto unos 7.000 millones de euros. Poca cosa, teniendo en cuenta que cuento con 150.000 millones. Después de esta enorme operación me seguiría quedando 143.000 millones, más todas las viviendas de una capital.
Vayamos un poco más allá. Una vez que tengo todas las viviendas en mi poder, decido, por puro capricho, que no quiero que nadie viva en ellas. No las pongo en venta, ni las alquilo, ni nada. Me lo puedo permitir, tengo dinero de sobra. Dejo que se extingan los contratos vigentes y no renuevo a nadie. Estoy en mi derecho. Es mi propiedad. Las he comprado legítimamente, con el dinero que he ganado legítimamente. Y es bien sabido que con mi propiedad puedo hacer lo que me venga en gana. Así que las dejo vacías.
¿Qué pasaría en ese caso? Claro, la gente de Arrecife que pudo vender sus casas al doble de su precio, se iría a otro lado. Probablemente comprarían algo en otro municipio de la Isla. O, teniendo en cuenta que los municipios no podrían absorber de golpe tanta demanda, muchos se irían a otros lugares, aprovechando el dinero para empezar en otra parte.
Pero, ¿y el resto? ¿Qué pasaría con los negocios, las escuelas, los parques, los hospitales...? ¿Qué pasaría con una capital despoblada de la noche a la mañana, no por un virus ni por un desastre natural, sino a simple golpe de talonario?
Por supuesto, me dirán que es llevar las cosas muy lejos. Si algo así tuviera visos de ocurrir la gente se rebelaría. Habría manifestaciones. El escándalo sería mayúsculo y los gobiernos, tanto el autonómico como el central, se verían obligados a hacer algo al respecto. Se crearían nuevas leyes y se harían cumplir otras que siempre se pasaron por alto, como la norma constitucional que dice que todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna.
Por eso yo, si fuera Amancio Ortega, nunca haría una estupidez semejante. En lugar de comprar las 23.000 viviendas de Arrecife, compraría 23.000 viviendas a lo largo del territorio español. 500 aquí, 200 allá, 300 más allá. Además, lo haría a través de diferentes empresas pantalla, para evitar escándalos y burlar las leyes antimonopolio, que tampoco es que nadie mire demasiado de todas formas.
Pero a lo que yo voy es que, hoy por hoy, si quisiera y tuviera dinero suficiente, podría hacerlo. Podría comprar todas las casas de cualquier pueblo o ciudad. De hecho, con 150.000 millones de euros, podría comprarme prácticamente un millón de viviendas... tantas como para alojar a las gentes de un país entero, o para dejarlas sin un techo bajo el que dormir. Y si me junto con cuatro o cinco igual de ricos que yo, ni te cuento. Igual que compramos las casas podemos comprar los procesos de elaboración y distribución de los alimentos que consumen, el agua y la energía que usan, las ropas que visten, los medios de comunicación que les informan. Tendríamos a millones literalmente comiendo de nuestra mano, absolutamente dependientes de lo que decidamos hacer con nuestras propiedades, sean inmuebles, fábricas, alimentos, energía, agua…
¿Tendríamos?
En fin, solo quería invitarles a reflexionar al respecto. Quizás algún día tengamos que poner algún tipo de límite a lo que alguien puede acumular. Solo quizás.