De un tiempo a esta parte, los valores europeos contenidos en el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea (en lo sucesivo ,UE), que configuran el núcleo duro de su construcción, se han visto pisoteados, condenados, aplastados y hasta ninguneados por gobiernos autócratas que buscan financiar sus discursos de odio contra la diversidad y las normas constitucionales nacionales sin reparo ni escrúpulos.
Una vez tuve la oportunidad de leer un proverbio chino que decía, ¡“Vive en tiempos difíciles”! Y es este preciso momento cuando cobran todo su sentido.
Cuando todavía estábamos asimilando la reciente victoria que, de forma abrupta sacudió la agenda europea el pasado domingo 11 de septiembre en las elecciones en Suecia: la socialdemocracia liderada por la Primera Ministra Magdalena Andersson ganó, nuevamente, con claridad como primera fuerza (con un 30% de los votos), una coalición alternativa, en la que confluyen del PPE (llamados “Moderados”) y una maltrecha extrema derecha (“Swedish Democrats”) se alza con la segunda posición. Cabe recordar que la presidencia actual checa del Consejo de la UE dejará de serlo por su carácter rotatorio, para ser asumida por la ultraderecha sueca, el primer semestre de 2023, inmediatamente antes de la sucesiva, española en el segundo semestre de 2023.
No se puede ignorar el impacto que este acontecimiento de calado, donde se forma un gobierno sueco partidario de discursos xenófobos que con rotundidad muestran su rechazo a los inmigrantes.
Pero, algo inédito vendría semanas más tarde, cuando los peores presagios, finalmente, se cumplieron. Las elecciones italianas se alza con una victoria de la suma de la derecha (Forza Italia) con un claro liderazgo de Fratelli d`Italia (26%) y de Giorgia Meloni (heredera, eso sí, del posfascismo de MSI que alardea en sus símbolos políticos actualmente). La ultraderecha se situará así al frente del Gobierno de un gran país fundador de la construcción del presente (¿y futuro?) de Europa que abogaba por la gran reclamada y discutida solidaridad vinculante y responsabilidad compartida recogida en el TFUE en el nuevo pacto Migratorio y de Asilo que prepara el Parlamento Europeo, que con urgencia y presteza, requiere de su estudio y esfuerzos, especialmente para los Estados mayormente afectados (véase, España, Italia, Grecia, Chipre, Malta).
Son noticias desestabilizadoras y preocupantes que orbitan sobre la agenda de prioridades y pretensiones europeas y que extienden una mancha en el Estado de la UE.
La Unión Europea se enfrenta a grandes retos en su estructura legislativa, y afrontar los desafíos planteados por los gobiernos del este, Hungría y Polonia, es una tarea que con duendo viene realizando sin fructíferas soluciones. Las medidas tomadas en estos países constituyen lesiones de grave entidad a todos y cada uno de los elementos constitucionales de un Estado de Derecho: independencia judicial, autonomía de la fiscalía, libertad de expresión (entendida desde la crítica al Gobierno), libertad de información, no discriminación (por orientación sexual e identidad de género), respeto a los minorías, respeto a la sociedad civil,... De modo que, todos y cada uno de los actores participantes en una democracia plena han padecido, con mayor o menor intensidad y repetición, un unilateral asalto y debilitamiento.
Bien es cierto, que no es correcto trasladar a la población la impresión -equivocada- de que el Estado de Derecho y la democracia, en general, en el marco de la UE se encontraría en fase terminal o en deterioro sin recuperación cortoplacista, puesto que, a pesar del aumento de los votos eurófobos y de las extremas derechas que con gran fuerza y decisión irrumpen los escaños europeos, en la generalidad de la UE hay un buen estado de salud de los valores europeos como viene estableciendo con habitualidad las Resoluciones sobre el Estado de Derecho por parte de la Comisión Europea.
Todas las rémoras que encontremos en el curso de vigencia de estos gobiernos eurófobos y antagónicos a la posición europea de sus gobiernos, miembros de la Unión, deben ser combatidas y luchadas con la misma fuerza e intensidad con la que acomenten sus discursos de odio y contrariedad.