Turismo en Lanzarote: una paradoja

5 de agosto de 2024 (10:25 CET)

Lanzarote es conocida mundialmente por su paisaje volcánico, playas doradas y rica oferta cultural que presenta una imagen idílica que atrae a millones de turistas cada año. Sin embargo, detrás de esta fachada deslumbrante, existen problemas estructurales y sociales que afectan gravemente a los residentes de la isla y que requieren una atención urgente y soluciones efectivas.

Aunque el turismo es nuestra principal actividad económica y es, por ahora, insustituible, la calidad de vida se ha ido deteriorando: escasez de vivienda, precios abusivos, imposibilidad de cubrir plazas en áreas prioritarias como educación, sanidad, cuerpos de seguridad del Estado y magistratura, descontrol en el parque móvil o la desprotección del paisaje. A pesar de las promesas de mejoras y de un turismo de calidad que deje más recursos en destino sin necesidad de tantas llegadas masivas, los habitantes de la isla siguen insatisfechos por la cada vez mayor externalidad negativa, como así se evidenció el pasado 20 de abril donde más de 10.000 personas salieron a las calles en Lanzarote para decir que “Canarias tiene un límite”.

El aumento descontrolado de visitantes no mejora el nivel adquisitivo de los residentes, deteriora el paisaje volcánico por la huella de carbono de cada visitante, incrementa el número de vehículos en las carreteras, dificultando la movilidad del residente y aumentando el número de accidentes y la contaminación. La isla tiene unos recursos limitados e insuficientes que se tensionan con la llegada de cada turista, como la carencia de agua y la saturación en el servicio sanitario o asistencial.

Parte de la solución sería limitar las licencias hoteleras y de viviendas vacacionales; establecer un número máximo de coches de alquiler según la extensión del territorio y el número de población; establecer una tasa turística, siempre y cuando dicha tasa sea finalista para mejorar en sostenibilidad; o limitar el atraque de cruceros por día que va en aumento, etc.

Más allá de todo esto, quiero que cada persona que lea este artículo se pregunte: ¿hasta dónde llegaremos? ¿hasta cuándo podremos vivir con este ritmo sin límites? ¿hasta cuándo aceptaremos vivir en estas condiciones en nuestra isla?

Sé que hay muchas más cuestiones que nos afectan en nuestro día a día, pero debemos exigir que esto cambie ya. No podemos seguir sufriendo las condiciones en las que vivimos; cada vez nos cuesta más y nos vemos incapaces de vivir dignamente en nuestra isla. Es fundamental que tanto las autoridades locales como el sector turístico reconozcan y aborden estos problemas de manera integral y conjuntamente. Debe haber una coordinación entre el sector económico y el público que garantice una transición justa a un modelo turístico más sostenible, controlado, amable con el territorio y que genere una mejor redistribución de la riqueza.

Lanzarote (y también La Graciosa) no puede ni debe seguir soportando la presión de un turismo masivo sin ver las mejoras prometidas. Es hora de que las autoridades y los sectores implicados tomen medidas decisivas para transformar el modelo económico, priorizando la sostenibilidad y el bienestar de sus habitantes. Solo así podremos seguir siendo un destino de ensueño, no solo para los turistas, sino para todos aquellos que queremos llamar a esta isla nuestro “hogar”.

Lanzarote es nuestro hogar y merecemos vivir con dignidad y en condiciones adecuadas. No dejemos que las promesas vacías determinen nuestro futuro. La isla necesita nuestro compromiso y nuestra lucha para garantizar un mejor mañana.

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