Sólo la política cambiará la política

20 de junio de 2018 (23:20 CET)

DEL MENSAJE POLÍTICO A LA SENSACIÓN AMARGA

No hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que la percepción que tiene el pueblo de la política o hacia los políticos, ha caído en un lugar lleno de barro, de continua desconfianza, incluso de ira e insulto hacia los gobernantes y dirigentes públicos faltos de una comunicación política transparente y creíble. Todo parte de años de promesas incumplidas, corrupción, falta de sensibilidad y de empatía con el ciudadano, en última instancia de un ego partidista ante la necesidad imperiosa de conseguir votos al precio que sea.

Ya lo decía aquella cita célebre del científico y escritor alemán George C. Lichtenberg "Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto".

Muchos dirigentes se han ganado esta crítica a su gestión o imagen a lo largo de décadas, demasiados actos de corrupción y de enriquecimiento personal, justificaciones constantes, algunas sin pedirlas, el pueblo más que nunca necesita creer en alguien, un líder que sea veraz en todo lo que comunica, que mire a los ojos a la gente y no se coloque detrás de un marketing institucional obsoleto y predecible. 

Una persona que sea capaz de inspirar confianza y respeto en un escenario electoral que hoy en día no es el mismo que antaño, no todo lo que leemos o vemos muestra una verdad absoluta única, es la descentralización de la información. Ganarse el respeto ciudadano es hoy poco menos que una misión imposible, pero ¿se puede cambiar esta tendencia? Si, pero toca poner mucho de parte del líder, vivir como lo hace la mayoría, establecer nuevos formatos de comunicación con la gente, usar una estrategia local convincente.

ES LO QUE SE PERCIBE EN EL MERCADO ELECTORAL

Hace unos años un grupo de YouTubers en México hizo una serie de experimentos para conocer la opinión del pueblo sobre los políticos. Dicho estudio contaba con una pregunta muy clara y concisa ¿Qué es lo primero que piensas al escuchar la palabra político? Lo que contestaron prefiero no escribirlo, si que puedo afirmar que ningún ciudadano entrevistado reaccionó positivamente ante lo que le preguntaron. 

Es cierto que la política ha perdido su prestigio, pero sigue siendo el instrumento que mejor hace funcionar a la democracia de cualquier país. Con o sin razón, los ciudadanos miran de reojo y con demasiada frecuencia con desidia a los gobernantes, en muchos casos también injustamente, que más da si es cierto o no lo que se diga, aquí lo que importa es lo que se percibe y lo que se siente.

¿Por qué hemos llegado a esta situación de enemistad constante entre el gobernado y el dirigente político? ¿En qué momento se cambió el paso para acelerar este desasosiego ante los partidos políticos? Todo esto ocurrió el día en que la gente dejó de ilusionarse, cuando se acomodó en lo que los dirigentes hacían o decían, el voto duro tampoco ha ayudado a los líderes políticos, ha hecho también daño al perder autocrítica ante las siglas del partido del que se es normalmente simpatizante.

 LA REGENERACIÓN POLÍTICA

En España y muchos países de Latinoamérica se pensaba que, tras la aparición de nuevos partidos políticos, aquellos que irrumpían desde la política 2.0. y las nuevas tecnologías, se iba a regenerar la política y la imagen de los ciudadanos ante los líderes del momento, nada más lejos de la realidad. Este periodo de revolución, ilusión y esperanza se ha esfumado. Se oye y se aprecia nuevamente que la mala imagen generada en estas décadas por los políticos ha vuelto a ser la misma, la diferencia está en que dicha mala imagen se ha repartido entre más actores. 

Por todo esto urge más que nunca fabricar una mentalidad o visión positiva del pueblo frente al argumento y el perfil que muestra cualquier líder o gobernante. Hablamos de intercambiar un poco los papeles, dar un giro al contexto de participación, que el ciudadano sea más político y el político sea mucho más ciudadano.

Redes sociales, tecnología, internet, televisión digital, medios de comunicación online, han pasado a sobre informar en todos los sentidos, positiva y negativamente. Las corrientes de opinión pueden confundir hasta el más preparado ante unas elecciones generales. Este conflicto evidencia que tanta cantidad de contenidos no ayudan tampoco a mejorar la imagen del político, pero si les muestra el camino a ser más competitivos a la hora de crear un mensaje que de verdad sea creíble, en como hacer un programa electoral de éxito, también ayuda a ser más innovadores en todo lo que sea captar votantes, y lo más importante de todo, les obliga ahora más que nunca a ser naturales, a ser personas antes que políticos.

Esta restauración de la imagen política no es fácil, al ser una cuestión de apreciación, por mucho que se quiera transmitir, ahora lo importante no es el emisor, es el receptor del mensaje, un destinatario cada vez más exigente, más conectado e informado y que tiene capacidad de decisión, las propuestas electorales tienen que evolucionar, el campo de la psicología política cada vez gana más terreno.

También se habla de la importancia que tiene que una persona que quiera dedicarse a la vida pública debería venir con su vida económica y social medianamente solucionada, vamos, que no necesite de la política para subsistir, eso es cuestión de criterios y de puntos de vista dispares. 

Los hechos y las acciones realizadas por los políticos son los únicos argumentos creíbles en este momento de urgencia de confianza. Se acabó la demagogia y los discursos técnicos y vacíos, toca ser auténticos, sinceros, ya que para resultados distintos hay que hacer cosas distintas.

Por último, hacer un buen uso del marketing político, rodearse de un buen equipo de trabajo, hablar más de cosas buenas que de cosas malas, mostrar ilusión, gestionar responsablemente la comunicación política no intentando engañar, ofrecer un compromiso verdadero con decisión, mostrar altura de miras, si, pero desde la visión del pueblo, ese que decide con su voto quien le ha convencido, quién ante tanto desconcierto dice la verdad.

 

Por Isaac Manuel Hernández Álvarez, Comunicación y Marketing Político

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