Siempre lo hice por nada, por nada a cambio (I)

Lorenzo Lemaur
31 de octubre de 2019 (17:05 CET)

Casi recién llegado de Las Palmas habiendo fracasado en los estudios, renuncié a un trabajo para poder seguir entrenando a un grupo de niñas a las que había iniciado antes de ir que entonces, de mi mano, se integraban en un incipiente entonces Club Deportivo San José Obrero. Lo hice por nada, por nada a cambio.

Y así, desde junio de 1975 hasta mediados de 1986 dediqué horas y horas, días y días, semanas y semanas enteras, con sus domingos y lunes, a entrenar a balonmano a montones de niñas y niños en las canchas de Titerroy. Lo hice por nada, por nada a cambio. Dejando de cotizar 10 años a la Seguridad Social. 

Durante esos 10 años, todos los días, todas las semanas, todos los meses, además de entrenar un fleje de horas al día, dediqué más horas a pedir favores, a pedir dinero, para comprar balones, para comprar equipajes, para pagar viajes. Todo para que montones de niñas y jóvenes del modesto barrio de Titerroy pudieran hacer balonmano en parecidas condiciones a las que lo hacían los del Torrelavega. Lo hice por nada, por nada a cambio. Ni tan siquiera para que me lo agradecieran, ni para que de mayores se acordaran de mi.

Tampoco lo hice pensando en que, cuando fueran mayores y tuvieran una carrera, y fueran gente con capacidad de tomar decisiones sobre a qué destinar algún dinero, tuvieran la sensibilidad de financiar proyectos como el que en aquel entonces era el 'San José'. Lo hice por nada, por nada a cambio.

Cansado, porque yo también me canso, en 1986 deje la dirección del Club. Seguí siendo entrenador pero, seguramente fui un incordio porque, la nueva Junta Directiva del San José acabó cesandome.

Entonces, al inicio del curso escolar 1986/87, un buen amigo me ofreció un trabajo. Un buen trabajo. En aquel tiempo ganaba 150.000 pesetas netas al mes. De las del año 1986.

Luego me metí en la política. Y en 1987, con el CDS, ganamos las elecciones al Cabildo, y fui  Consejero de Deportes del Cabildo. 

Y entonces, a los seis meses dejé el trabajo para poder dedicarme bien a la tarea de dirigir y gestionar el deporte de Lanzarote. Lo hice por nada, por nada a cambio. Sin cobrar. Durante casi dos años fui consejero de deportes del Cabildo sin cobrar. Lo hice por nada, por nada a cambio. Cierto que luego, los últimos dos años como consejero del Cabildo estuve remunerado.

Al finalizar el mandato del la Corporación del Cabildo que presidió Nicolás de Páiz (junio de 1991), las circunstancias del San José me llevaron a volver a asumir la presidencia del Club. Era eso o que el San José desapareciera. Volví a la presidencia solo  por eso, por el San José al que tantos años había dedicado. Por eso y por nada más, sin nada a cambio.

Y, de nuevo, hasta 1998 volví a dedicar casi todas las horas de casi todos los días a entrenar, a organizar, a ir de aquí para allá. Todo para que montones de niños, jóvenes y entonces también algunos adultos pudieran jugar a balonmano, con buenos balones, con buenas equipaciones, viajando cada vez que era necesario. Y también viajamos a torneos lúdicos. Fuimos a Madeira, y a Téramo, en Italia. Todo solo por eso, por esos niños y jóvenes de barrio. Sin nada a cambio. Perdiendo más años de cotización a la Seguridad Social.

Como he ido reiterando, todo lo hice por nada, siempre. Todo por nada a cambio

Y como todo fue por nada, siempre; nada he recibido y nada espero. Nada quiero.

Una cosa sí, si me lo permiten: que los miles de chicos y chicas que durante todo ese tiempo hicieron balonmano, sin que sus padres tuvieran que pagar un duro, si ahora lo tienen en sus manos, colaboren con los clubes deportivos que sacan a tantos niños y jóvenes de las esquinas, de delante de la tele o del ordenador, y se los llevan a una cancha, o los ponen frente a un tablero de ajedrez para que de mayores sean tan sanos y responsables, y espero que solidarios, como ustedes.

 

Para mi no pido nada. Gracias

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