Los recortes a que se está sometiendo a la ciudadanía española, no serían necesarios si no existiera la corrupción y el despilfarro, que no es sino una forma más de corrupción. Y me explico. La corrupción es la obtención ...
Los recortes a que se está sometiendo a la ciudadanía española, no serían necesarios si no existiera la corrupción y el despilfarro, que no es sino una forma más de corrupción. Y me explico. La corrupción es la obtención de un beneficio económico irregular, por parte de quien gestiona el uso del dinero público, para un beneficio personal. Los despilfarros son un método habitual de la clase política, ya convertida en casta, bien para obtener pingues beneficios en forma de comisiones de todo tipo, o bien para obtener un beneficio en forma de apoyo electoral a cambio de vender como un mérito, lo que en realidad no es sino tirar el dinero de todos por la ventana, y a manos de amigos constructores o comisionistas varios.
Si, por ejemplo, analizamos las últimas elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid comprobaremos que una de ellas se ganó con la promesa de las famosas Brigadas de Seguridad de la Comunidad de Madrid (BESCAM) y otra de ellas con la construcción de numerosos y en algunos casos irracionales hospitales mediante la concesión privada a constructoras. Ahora, las BESCAM se han convertido en un grave problema para la Comunidad de Madrid y los ayuntamientos, porque no hay con qué pagarlas, y la construcción de hospitales sin orden ni concierto ha sido un negocio redondo para los constructores "amigos" que han ganado una millonada en ellos (y en manos de quien ahora se pretende privatizar para que sigan ganando dinero con ellos), y un negocio nefasto para los madrileños que ahora no tienen con qué hacer frente a su mantenimiento.
Estos y otros proyectos faraónicos se han pagado en gran parte con el dinero obrante en las cajas de ahorro, dirigidas por políticos, y desde donde se ha hecho un uso partidista del dinero de los ciudadanos para financiar aeropuertos sin aviones, ciudades de la luz, el cine, la justicia o las artes, y con cuyo brillo se cegó a los electores. Al final la factura y los platos rotos de esa mala gestión política la pagan los ciudadanos, porque los políticos, de todos los partidos representativos sin excepción, siguen a lo suyo porque a ellos los recortes no les afectan en absoluto.
Y digo que de todos los partidos, porque la corrupción y el despilfarro está generalizada y afecta ya desde a la Jefatura del Estado hasta el responsable de la recogida de basuras de pueblos con doscientos habitantes y a todos los partidos sin excepción.No es un problema de tal o cual partido, sino que es un problema sistémico, y que requiere de una solución estructural y no de palabras vacías y discursos huecos. No hay más corrupción de derechas de izquierdas o nacionalista, sino que hay más corrupción a medida que más cuota de poder se obtiene.
La corrupción y el despilfarro nacen de la opacidad, de la falta de transparencia y de la falta de sentido de servicio público de nuestros políticos, que han creído que el dinero público les pertenece y pueden hacer con él lo que les dé la real gana, sin tener que dar más cuenta que al jefe de filas del partido de turno. No tenemos políticos con sentido de Estado, sino que desgraciadamente tenemos politiquillos de tres al cuarto, sin más sentido ni dirección que el de su partido e interés personal. Aquí no dimite nadie, porque creen que la palabra dimisión es una palabra rusa.
Y no señor. El dinero público tiene que poder ser controlado de forma pública, porque a todos nos pertenece, con luz y taquígrafos, sin opacidades, sin Bárcenas, Urdangarines, ni Filesas de turno. Y hasta que no tengamos transparencia absoluta en las cuentas públicas, afecten estas al Rey,a la iglesia, a los partidos, a los sindicatos, a la concejalía cualquiera o a quien sea que se financie con el dinero de todos los ciudadanos, la corrupción y el despilfarro seguirá existiendo porque habrá quien utilice el dinero público con impunidad y oscurantismo.
Hagan números en lo que se ha tirado en las corruptelas los 400 políticos que actualmente están imputados, en las obras faraónicas o con propósitos exclusivamente políticos y electorales, en lo que se siguen gastando los políticos en coches oficiales y vidas de Maharajás de Kapurtalas de turno, en asesores, en observatorios y organismos inútiles, o en los virreinatos en que se han convertido las autonomías, y no hay que ser un genio de la economía para saber que sin ese dinero dilapidado en corrupción y despilfarro, no harían falta hacer los recortes que están afectando a los ciudadanos. Paren ya de una vez por todas, porque esto es insostenible y ustedes, señores políticos, lo saben.
*Augusto González es escritor, sobrino de Adolfo Suárez y presidente de la Liga Anticorrupción.