Reflexiones de fin de año y propósitos de año nuevo: la bonita tradición de engañarnos

18 de diciembre de 2024 (09:36 CET)

Diciembre es ese mes del año en el que, con una copa de vino en la mano y un polvorón en la otra, nos da por ponernos intensos. Miramos al horizonte (de la mesa llena de turrón) y reflexionamos, como si fuéramos filósofos de salón, sobre lo bien o lo mal que lo hemos hecho en los últimos 12 meses. Nos encanta hacer balance, aunque sabemos que la cuenta no cuadra: un poco de drama por lo que salió mal, mucha exageración sobre lo que salió bien y un par de mentiras piadosas para salvar el ego. 

Y, claro, después de toda esta introspección barata, llegan los propósitos de año nuevo. Ah, la gran lista de sueños incumplibles que hacemos con la misma seriedad con la que juramos que solo vamos a tomar "una copa más". Que si "este año sí que sí dejo de fumar", "voy al gimnasio cuatro veces por semana" o "me pongo las pilas con el inglés". Mentiras, cariño, puras mentiras. En enero nos sentimos imbatibles; para febrero ya hemos vuelto a hablar en español cerrado y a pagar el gimnasio para no ir. Es lo que somos. 

Porque hagámonos cargo: los propósitos de año nuevo son una excusa para sentirnos organizados, aunque no 

tengamos ni idea de lo que estamos haciendo con nuestras vidas. Queremos empezar el año limpios y relucientes, como si el 1 de enero fuera un botón de reinicio. Y no lo es. Es simplemente el día después de haberte comido doce uvas atragantadas y haber cantado en modo eufórico canciones de los 80 que nadie pidió. 

Sin embargo, ahí estamos, año tras año, escribiendo listas. ¿Por qué lo hacemos si sabemos que el 90% de esas promesas caerán en el olvido más rápido que un viral en TikTok? Pues porque nos gusta soñar, cariño. Nos encanta la idea de que "este año sí" lo vamos a petar. El cambio de calendario nos da esperanza, y aunque sea un acto de autoengaño descarado, tiene su encanto. 

Así que, si este año vas a hacer propósitos, hazlos con estilo: "Voy a comer mejor, pero el queso y el vino son sagrados". "Haré deporte, pero sin renunciar a mi siesta de tres horas". "Leeré más, aunque sea subtítulos de Netflix". El truco no está en cambiar tu vida de arriba a abajo, sino en sobrevivir con algo de dignidad y humor. 

En fin, reflexiona lo que quieras, haz tu lista y siéntete un poco protagonista de tu propia película. Total, cuando lleguemos a diciembre de 2025, todos habremos vuelto a donde empezamos: mirando atrás, riéndonos de nuestros fracasos y prometiendo, con toda la fe del mundo, que el año siguiente será mejor. 

¿Lo será? Quién sabe, pero mientras tanto, brindemos, que eso sí que nos sale de maravilla. 

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