Reconozco que me ha sorprendido bastante la propuesta de referéndum del Gobierno de Canarias, como creo que le ha sorprendido a la gran mayoría del pueblo canario, ya que, salvo algún comentario aislado y de la oposición, no había habido ninguna otra pista que nos pudiera haber hecho sospechar que se iba a optar por esta vía. En sinceridad, pienso que es más fruto del oportunismo político y la improvisación que de un proceso concienzudo y enmarcado en un plan a medio-largo plazo de rechazo a las prospecciones; plan por cierto que, con un pueblo volcado y unas instituciones de acuerdo, parece evidente que debería haberse realizado y/o ser conocido por todos los ciudadanos.
En todo caso, la propuesta de referéndum es una buena noticia para nuestro pueblo, y lo es por varias razones, la primera es que, de hacerse, podríamos votar sobre un tema de vital importancia para nuestro territorio, despejando dudas sobre la posición mayoritaria de la ciudadanía canaria. También se obligaría a todos los partidos, asociaciones, sindicatos, grupos, etc… a tener una posición clara y unificada, evitando así las interesadas disidencias que, tanto en Coalición Canaria como en el PSOE-PSC han habido dañando la unidad del movimiento y su propia imagen. Además, con el referéndum, el pueblo canario tendría la posibilidad de reclamar por segunda ocasión su soberanía sobre lo que en su territorio tiene lugar, y digo segunda vez, ya que nuestros representantes legales en las instituciones ya han ejercido su derecho a hablar por nosotros, aunque parece no ser suficiente para el Gobierno de España.
Sin embargo, este futuro tan halagüeño a simple vista, parece desmoronarse cuando vemos la realidad que nos espera en los días y meses venideros. El Ministro de Medio Ambiente, Arias Cañete, ha tardado poco más de 24 horas en advertir que no es viable la consulta, y es evidente que tendremos a uno de los máximos enemigos de ejercer este proceso en nuestro querido Ministro de Industria José Manuel Soria, temeroso de perder su alianza con la multinacional Repsol y sobre todo de dar rédito electoral a Paulino Rivero, por quien profesa un odio personal. Solamente con estos dos datos, parece poco viable que el Presidente del Gobierno Español, que ya se ha mostrado al mundo como un antidemócrata convencido, contradiga a dos de sus Ministros ( por ahora), y dé luz verde al proceso de referéndum. Si a esto le sumamos que, a pesar de sus enormes diferencias, una aceptación de la consulta en Canarias podría suponer un precedente (más mediático que legal) a otras como la de Cataluña, parece, si mucho no cambian los acontecimientos, que el referéndum en nuestra tierra está más cerca de ser una quimera que una realidad.
Entonces, lo siguiente que debemos plantearnos es ¿qué pasará si España nos da una negativa a decidir? Como dije al principio, la propuesta parece estar enmarcada dentro de la campaña de Paulino para la reelección, pero, a pesar de esto, espero que sea lo suficiente sólido para haberse previsto una reacción ante una más que posible prohibición. Y es que, llegados a ese hipotético punto, ¿qué hará el Ejecutivo Canario?
Por un lado, podría reavivar la confrontación con Madrid tensando la situación y convocando el referéndum aún incluso sin tener amparo competencial y constitucional, lo que sería tirar por tierra el objetivo de Paulino Rivero en el último medio año de legislatura con las reuniones con el Rey y Mariano Rajoy.
La otra opción ante la negativa, sería limitarse a plantear un frontis de desilusión, y desagravio ante la decisión, pero en definitiva, agachar la cabeza y acatar la negativa de Madrid; corriendo en este último caso el riesgo, dada la cercanía del inicio de las prospecciones y el caso omiso de instituciones estatales, y europeas a nuestras peticiones, de que la oposición en Canarias a este atentado medioambiental se diluya en un último intento fallido que suponga cara a la galería el falso límite máximo al que podríamos haber optado en nuestras movilizaciones, y tras el que se escude el Gobierno Canario para exponer que hizo todo lo que se podía haber hecho.
Espero equivocarme, y que el para nada sospechoso de democrático, Gobierno de España dé viabilidad un referéndum que es un triunfo para todos los canarios, en especial para aquellos que nos hemos movilizado activamente en el proceso. O que, al menos, en el caso de una negativa, el Gobierno Canario se plante, y sea capaz de ejecutar un plan que no ahogue las reivindicaciones populares y que dé alternativas sólidas para paralizar las prospecciones.
No sé cuál de las dos esperanzas es más ilusoria, solo deseo no encontrarnos ante la crónica de una muerte anunciada.
Borja Rubio