Del pueblo para el pueblo (Historia de la Ermita de Máguez)

Santiago Ramos Niz
23 de noviembre de 2024 (18:56 CET)

En 1974, la empresa de automoción alemana Volkswagen saca al mercado su nuevo modelo que sustituirá al Volkswagen Escarabajo: el Volkswagen Golf. Un referéndum institucional azota Grecia y, en nuestra pequeña isla del Atlántico, en un pueblo aún más pequeño, Máguez, es inaugurada, el soleado 7 de diciembre, la Ermita de Santa Bárbara. Este templo, pese a su pequeño tamaño, está plagado de grandes historias que hoy me pondré a detallar. Por ejemplo, el retablo de la misma es el primer y único trabajo con motivos religiosos de César Manrique, pero no quisiera adelantarme, así que iremos por partes. 

La historia de la capilla empieza en el año 1723, más concretamente el 10 de febrero, donde tenemos registros de que el sacerdote don José Luzardo solicitó al Obispo de la Diócesis la licencia para la construcción de un santuario en honor a Santa Bárbara, que será otorgada dos días después. Con esto, darán comienzo las obras en 1732 y terminarán en 1769. 

La Ermita del siglo XVIII sería ampliada en el año 1957, donde tristemente los vecinos de la comunidad no disfrutarán mucho de estas reformas debido a un temporal que azotará y destrozará la estructura de la iglesia en diciembre del año 1970; esto hará que sea preciso el derrumbamiento de la misma. 

A partir de este año, empezarán las reuniones para la reconstrucción del templo, donde el párroco don José Lavandera López, bajo su tutela, crea la “Comisión pro-construcción de la ermita de Santa Bárbara”, donde forman parte los vecinos representantes de cada una de las familias de la aldea y el alcalde de Haría, don Juan José Santana de León, quien además realiza un pleno en el ayuntamiento hariano con el fin de buscar un solar para la construcción del templo, además de su plaza. 

Seis meses más tarde, el día 2 de febrero de 1972, ya con solar para la edificación de la iglesia, el cual fue comprado a doña Dolores Romero Toledo, faltaba la parte más importante: el aspecto monetario para la construcción. Había que buscar la financiación. Así, varios días después, se volvió a reunir el pueblo, ahora ya con un plan para llegar al fin, reducido en cuatro puntos: 

1. Cada vecino varón deberá aportar 2,000 pesetas (12.02 euros actuales), con posibilidad de hacerlo mensualmente. 

2. Nombrar a un grupo de jóvenes que irán casa por casa una vez al mes. 

3. Escribir cartas a aquellos nacidos en el municipio para su colaboración. 

4. Ver la forma de contratar a unos albañiles para el comienzo de las obras. 

Si bien todos los asistentes estuvieron de acuerdo, no fue fructífero debido principalmente a los problemas de cobro, así como la dirección de una obra de tal magnitud y los materiales para el comienzo. Pese a todos estos inconvenientes, la tristeza no se apoderó de las gentes de Máguez. Fue de este modo que, tras estudiar todos estos aspectos, se decidió solicitar un préstamo de 300,000 pesetas (1,803.04 euros), donde 25 vecinos firmaron junto al alcalde para la petición de este. Al mismo tiempo, el Cabildo dotó de un solar al lado del comprado para la construcción de la iglesia, y donde don José Ramírez Cerdá además dotará de 700,000 pesetas (4,207.08 euros) para la construcción de la plaza y 900,000 pesetas (5,409.11 euros) para el asfaltado de la calle Santa Bárbara.

Ya por fin, en mayo de 1973, daban comienzo las obras, siendo capataz y director un vecino natural de Máguez: don Severo Villalba. Aunque estas obras avanzaron solo hasta el techo, se detuvieron de nuevo por la falta de disposición monetaria. Fue así que, tras nuevas reuniones, el Cabildo comenzó el trabajo de colocación del techo, con un coste de 200,000 pesetas (1,202.02 euros), de las cuales el pueblo puso 170,000 pesetas (1,021.72 euros) y el obispado 30,000 pesetas (180.3 euros). Todo este empeño en que el Cabildo pusiera el techo fue, sobre todo, porque la mayoría de la población local, dedicada a la agricultura, había tenido dos años consecutivos malos. Así, el Cabildo, a fecha de 10 de octubre de este mismo año, decidió terminar los trabajos de la plaza y la iglesia, donde en esta última don Luis Morales y don Jesús Soto no solo se centraron en la construcción, sino en embellecer el templo. 

Así se incorpora César Manrique, quien en aquel entonces se encontraba trabajando en Jameos del Agua, donde aportó el diseño del mural, así como de la plaza contigua a la iglesia. Sería en los últimos meses de 1974 cuando el mural pasó del papel a la piedra gracias a los “picadores” Eugenio Bonilla Martín, Rafael Betancor, Gines Betancor Betancor y Benjamín Niz Dorta, todos ellos dirigidos por Severo Villalba Betancor, quienes lograron traspasar los ángeles manriqueños que custodiarán el sagrario, realizado por Juan Brito, de una manera excelente. 

Con todo esto, la construcción de la Ermita llegaría a su fin y, hoy, 50 años más tarde, sigue estando ahí, como reflejo de la historia reciente de un pueblo que luchó con fuerza pese a las adversidades que le rodeaban. Por todo eso, me gustaría, antes de terminar el artículo, poner los nombres de los vecinos que harían posible esta construcción, pues, si bien la actividad de César, Soto y Morales es encomiable, creo que las gentes del pueblo de Máguez también deben pasar a la historia: Alejandro Barreto Perdomo, Gregorio Barreto Viñoly, Gines Betancor Pérez, Julián Cabrera Perdomo, Rafael Hernández Martín, José María Hernández Rodríguez, Manuel Lorenzo Curbelo, Zenón Luzardo Betancor, Feliciano Luzardo Viñoly, Matías Niz Luzardo, Jesús Rivera Pérez, Domingo Torres Martín, Eugenio Torres Peraza, Severo Villalba Betancor y Juan D. Villalba Borges.

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Imagen Cedida por Rafael Ángel Domínguez, gracias a Memoria Digital de Lanzarote.

 

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