“¿Por qué La palabra del mudo? Porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias”- J.R.Ribeyro
Cuando Cristóbal aparcaba el coche a las cinco y cuarto de la mañana para encontrarse con su compañero Antonio, parecía que las calles eran inocentes aún, pulcras, sin colores ni olores. Apenas se cruzaban con gente y a menudo veían gatos callejeros recorriendo el vecindario.
Durante horas estarían en un camión RSU recogiendo todo lo que significa y es el ser humano: lo que consume.
A través de las colillas, el mugriento olor de las bolsas de plástico a medio cerrar, los intentos de reciclaje, el alcohol consumido visto desde montones de vidrio, las latas y envoltorios de comidas procesadas, los pañales, los cartones sin comprimir, los objetos rotos, los restos de comida…sentía que su vida era mirar hacia abajo, mirar constantemente hacia la acera, mirar la miseria que nos constituye y con ella hacer un análisis de nuestro tiempo. ¿Cómo podemos vivir así?
Pero Cristóbal tenía también otro oficio, y cuando llegaba a casa, a pesar de su cansancio, conseguía abrir un pequeño cuadernillo viejo de argollas y escribir poemas.
Lo hacía a escondidas, normalmente cuando su mujer, Matilde, con quien llevaba más de treinta años casado, estaba prácticamente dormida.
Cristóbal transformaba miseria en belleza, porque no escribía otra cosa que poemas que hablaban de basura, donde de vez en cuando aparecía como protagonista una cucaracha o una rata. Bien sabía que la poesía se encontraba abajo- en el suelo- y arriba, colgada tal vez, de alguna estrella por confusión.
Se sentía feliz con su trabajo porque siempre compartía bromas con su compañero Antonio, y ambos se caracterizaban por un gran sentido del humor. Soy afortunado, pensaba al llegar cansado a casa, porque tengo salud y vivo junto a la persona que amo. Jamás pensaba en la pobreza propia, aunque hacía malabares para llegar a fin de mes.
Nunca pensó que su escondite, aquel viejo cuadernillo que reunía “Poemas en bolsas de basura”, cuyo título pensó para un borrador, pudieran ser leídos o escuchados.
Un día, por azar, se encontró en la parada de autobús a un gran escritor -que reconoció en el acto-, y humildemente comenzaron a hablar. La conversación se prolongó durante horas. Hablaban del concepto de pobreza y las palabras. Hablaban de palabras escondidas entre los olores más horribles a los que Cristóbal se había acostumbrado.
Aquel escritor, de barba poblada y mirada afable, pidió leer el viejo cuadernillo de Cristóbal.
En tinta azul, con contundencia, el escritor deslizó su pluma en la última página del cuaderno y escribió: “Usted ya es rico, señor Cristóbal, usted es ya un Poeta”.