Qué reconfortante es todo aquí adentro, el calorcito de las manos de mamá cuando acaricia su barriga, esa comida tan saludable que me proporciona a través de este largo cordoncito que me une a ella. Creo que esta unión será para siempre, porque vivo en ella y ella vive para mí. Aunque me queda poco para salir a ese otro mundo, será nuestro secreto: nadie romperá nunca este hilo que nos une.
Vaya, parece que me está costando salir... o, a lo mejor, es que no quiero. Un poco de las dos cosas. Mamá también se resiste un poco a dejarme ir. He logrado llegar hasta aquí porque mi mamá me ha protegido.
Ya estoy fuera. ¡Qué frío siento! Ahora comienza una nueva etapa, donde las necesidades que tenía cubiertas dentro me generan miedo afuera. ¿Qué pasará? Pero sé que mis padres me ayudarán a romper este narcisismo que tenía en el vientre de mi madre.
Ahora debo aprender a desenvolverme en el mundo. Antes era el protagonista, ahora tendré que buscar un nuevo rumbo. Pero tengo que soltar este cordón porque, si no, no podré vivir fuera. Apenas puedo moverme solo. Mi cuna es muy bonita, pero no tengo fuerza para desplazarme. Ahora comprendo todo lo que hacía mi madre para mantenerme cómodo en su vientre.
Con el tiempo, me doy cuenta de cuántos desafíos he superado para desenvolverme en la vida y de cuánta gente sigue aún aferrada a una dependencia excesiva. Crecer implica desarrollar habilidades para afrontar la realidad. De pequeña, aprendí que la frustración es necesaria para formar una persona empática y equilibrada.
Cada día vemos niños a los que decirles "no" parece un maltrato. Caemos en culpas absurdas y en pensar que lo hacemos mal como padres. Pero si educamos solo con el "sí", cuando llegan al colegio, los docentes se encuentran con niños a los que no se les puede decir "ahora tienes que trabajar, no jugar". Muchas veces no nos respetan porque en casa ya vienen acostumbrados a que todo sea un "sí". En las clases, no podemos gestionar que cada niño traiga una conducta completamente diferente.
Más preocupante aún es escuchar a niños de apenas diez años decir que no tienen ilusión por vivir. Me miran y confiesan: "Ya lo tengo todo y estoy hastiado". ¿Cómo hemos llegado a esto? Si a tan corta edad sienten que no hay nada que esperar, que todo les ha sido dado sin esfuerzo, ¿qué motivación encontrarán para avanzar? Sin retos, sin límites y sin la oportunidad de luchar por lo que desean, crecen con una sensación de vacío que les arrebata la emoción por la vida.
Uno de mis alumnos reflexionó sobre esto con unas palabras que me impactaron:
"La vida nos tiene que enseñar que nada será siempre como queremos. No podemos vivir en una burbuja donde solo escuchemos un ‘sí’ a todo, porque eso nos haría mentirnos a nosotros mismos. Cometer errores es parte de ser humano,
pero cuando no aprendemos a afrontarlos, terminamos construyendo un carácter arrogante. Es como el pecado de la soberbia, donde crees que eres perfecto y no puedes fallar. Nunca te hagas demasiado confiado ni demasiado inseguro. Como todo ser humano, tienes que encontrar el balance entre tus capacidades y conocimientos. Observar de qué eres capaz es fundamental y, créeme, todos los humanos tenemos grandes capacidades."
Su reflexión es realista y sincera. Explica cómo, en la vida de los niños, se debe aprender que nada será siempre como uno quiere y que no todo puede ser un “sí”. Si se crea una burbuja de ego en la que se evitan los obstáculos, se está mintiendo a uno mismo. La falta de enfrentamiento con los propios errores lleva a una personalidad arrogante y, en casos extremos, al narcisismo.
“Este texto muestra cómo no debemos ser en la vida. A través de ejemplos reales, Juani, al ser madre, ha podido observar estos detalles a lo largo de los días, semanas, meses e incluso años
Nunca te hagas demasiado confiado o bastante negado. Como todo ser humano, debes encontrar el equilibrio entre tus capacidades y conocimientos, además de reconocer de qué eres capaz. Y créeme, todos los humanos tenemos grandes capacidades.”
Como decía María Montessori, “la mayor señal de éxito para un maestro es poder decir: los niños ahora trabajan como si yo no existiera”. Enseñarles límites y autonomía desde casa es la mejor manera de prepararlos para el mundo real.
Montessori defendía que el niño debe aprender por sí mismo a través de experiencias guiadas, lo que incluye la importancia de gestionar la frustración. Si les damos todas las soluciones sin permitirles equivocarse, les privamos de desarrollar su independencia. Por eso, es fundamental que entiendan que no siempre se puede conseguir lo que se quiere, y que esa pequeña frustración no es un castigo, sino una herramienta de aprendizaje.
No me considero una mala madre por enseñarles que no todo se puede. Es bueno aprender a recibir un "no". Los límites en casa se reflejan en el aula. Educar no es allanar el camino, sino enseñar a caminar.

Juani Alemán Hernández y Felipe Solís Valencia.