Aún recuerdo la primera vez que vi Regreso al Futuro. Tendría yo ocho años; estaba en la casa de mi tío, quien me dejó su ordenador junto a una funda de discos llena de DVDs. Entre todos ellos, Regreso al Futuro era nuevo para mí; no lo había visto y decidí darle una oportunidad. Así fue como descubrí la que se convertiría en mi película favorita de todos los tiempos, ya que en ella hubo dos cosas que me enamoraron sobre las demás: la primera, la capacidad de viajar en el tiempo en un coche, y la segunda, ver cómo George McFly, después de una vida entera sufriendo acoso escolar o *bullying*, finalmente vence a su agresor. Parecía que Bob Gale y Robert Zemeckis (guionistas de la película) habían escrito ese personaje para mí, pues, al igual que él, yo también sufría bullying, quería ser escritor, era tímido y compartía una larga lista de similitudes con mi yo más pequeño. Hoy, por fin, muchos de esos sueños se han hecho realidad: logré vencer a mi agresor y soy escritor; en otras palabras, me convertí en quien quería ser. Sin embargo, muchos niños y niñas aún no han logrado ese cambio.
Hoy es el día contra el acoso escolar o bullying, un problema que, tristemente, sigue presente en nuestras aulas. Este día, lamentablemente, se ha convertido en un ejemplo de la bipolaridad o, por qué no decirlo, de la hipocresía de algunos centros escolares, donde se celebran jornadas en las que se habla del acoso escolar, de cómo evitarlo, de cómo el alumnado puede acudir a la dirección para hablar de su situación y buscar una mediación. Incluso, se canta la famosa canción de El Langui, Se buscan valientes. Sin embargo, tristemente, esto no funciona. Aquel que es agresor suele seguir siéndolo, y quien es acosado lo seguirá siendo, a menos que se rebele o, en el peor de los casos, decida poner fin a su vida. Peor aún, muchas veces, quien denuncia el acoso ante la dirección es insultado o golpeado con más fuerza.
Es por ello que hoy he decidido sacar la tinta del tintero y reunir el valor para expresar mi queja sobre esta temática, que en numerosas ocasiones no recibe la atención debida. El alumnado muchas veces no colabora en su erradicación, y en demasiadas ocasiones los centros educativos dan la espalda a esta situación. Por desgracia, he vivido ambas realidades en carne propia, y es doloroso ver cómo, en un día como hoy, se organizan millones de actividades para concienciar, solo para que al día siguiente todo siga igual: otro insulto se articula en los labios de algún compañero, o una profesora me dice que no me inventé lo que me ocurre cada recreo, aunque mis pantalones y rodillas eran los testigos más fieles de mi sufrimiento. Así pido por favor que los centros educativos intenten luchar y concienciar para erradicar este triste acontecimiento que afecta a tanto alumnado, que no quede solo en el recuerdo vago que luego se escapa del saber popular. Y a todos niños, niñas y adolescentes que sufren esta triste situación, ¡Ánimo! y como regalo les dejó el siguiente poema, de mi nuevo proyecto Voces Perdidas:
El Perdón
Todo lo que pasó en aquel patio,
atrás quedó,
no pude controlarlo,
y tú tampoco.
Pero eso no es malo,
nos hizo ser quienes somos,
y eso es nuestro mejor logro.