En el fútbol, la afición no perdona. Los jugadores cambian de equipo y muchas veces se entregan al mejor postor, pero incluso para ellos, hay saltos impensables. Algunos ejemplos ha habido, pero es muy difícil que un histórico ...
En el fútbol, la afición no perdona. Los jugadores cambian de equipo y muchas veces se entregan al mejor postor, pero incluso para ellos, hay saltos impensables. Algunos ejemplos ha habido, pero es muy difícil que un histórico merengue pase a lucir la camiseta blaugrana, o que un referente del Nou Camp entre al Bernabeú vestido de blanco y esperando la inmediata ovación del público.
Los políticos, sin embargo, parece que tienen otros códigos. Sobre todo en Lanzarote. Al igual que los futbolistas, cambian sin problema de camiseta si les llega una oferta mejor, o si en su equipo les estaban relegando al banquillo. Pero en su caso, ni siquiera parecen presentar demasiados reparos al elegir su nuevo destino. Hasta el que era su peor enemigo puede ser una buena opción.
El historial de políticos que coleccionan carnés de militancia es abundante en esta isla, con personas que no han tenido empacho en pasar de un partido estatal, como el PSOE o el PP, a un partido nacionalista? y después a otro, y a otro y a otro más. Y la verdadera vorágine empieza, como está sucediendo ahora, cuando se acercan las elecciones.
A priori, que un militante del PNL pase a Coalición Canaria, o al a inversa, o que uno del PIL decida dar el salto al CCN, puede no parecer demasiado descabellado, y sonaría hasta coherente el discurso de que sigue defendiendo los "intereses de esta tierra" desde una formación nacionalista. Eso sí, siempre que uno renuncie a la memoria.
Pero si no hay amnesia de por medio, resulta difícil entender cómo alguien que se fue de CC echando pestes y rescatando unas viejas siglas (como el PNL), puede volver años después defendiendo las bondades de este proyecto. O cómo la rivalidad y los enfrentamientos históricos entre CC y el PIL, pueden haber terminado con fugas de uno a otro partido. Pero es que algunos, parecen tener "revelaciones" cíclicas, y de pronto entienden que el bien supremo está en las siglas a las que criticaban hasta anteayer.
Históricamente, el que ha visto marcharse a sus cargos más destacados y hasta huidas masivas ha sido el PIL, que las sigue sufriendo, pero en esta ocasión, el barco más perjudicado está siendo el del PNL. En Yaiza, la única institución donde obtuvo unos buenos resultados en 2007, la legislatura ha sido devastadora para este partido. Primero perdió al que era su alcalde, José Francisco Reyes, que incluso pasó varios meses en prisión provisional. Poco después, cuatro de sus cinco concejales en este municipio abandonaron el partido. Ahora, y con uno de estos ediles convertido en alcalde, han visto cómo todos ellos dan el salto a CC y, según ha anunciado Coalición Canaria, también se va con ellos toda la asamblea local del PNL en Yaiza.
Además, estas fugas no son las únicas. En el resto de la isla, donde el PNL está relegado al papel de quinta fuerza política, con una escasa representación institucional, también está viendo cómo se le escapan militantes hacia otra formación, en este caso el PP. Es decir, que sus dos socios de gobierno en el Cabildo, le están "birlando" afiliados entre sonrisa y sonrisa. La política es así.
En la isla hay partidos que apuestan más por la "cantera", y otros que son especialistas en sacar a sus jugadores de otros equipos, pero la mayoría de las principales formaciones han caído alguna vez en el fichaje "galáctico". Algunos, fracasaron estrepitosamente. Otros, parece que vinieron de otras siglas para quedarse, con mayor o menor fortuna. Sin embargo, como en el fútbol, cada cual ficha en función de sus posibilidades. Y lo que abunda en el mercado son "jugadores" que huyen de un equipo que está al borde del descenso, o de uno donde el mister ya no les deja jugar. Y ante eso, sólo cabe romper la baraja e inventarse un nuevo partido, o buscar otros colores bajo los que cobijarse.
Uno puede ser del Barcelona, del Madrid o de la Unión Deportiva Lanzarote hasta la muerte y, probablemente, ni siquiera el cargo público más veleta cambiará al equipo de sus amores. Pero claro, una cosa es el fútbol, que es sagrado, y otra la política.