Los baños de Los Dolores, probablemente, fueron buenos para Mancha Blanca. También para los romeros que cada año se congregan allí en una de las festividades más importantes de la isla. Hasta se puede decir que son ...
Los baños de Los Dolores, probablemente, fueron buenos para Mancha Blanca. También para los romeros que cada año se congregan allí en una de las festividades más importantes de la isla. Hasta se puede decir que son "bonitos", si cabe aplicar ese término a unos aseos. Sin embargo, nada de eso es lo que se discute en el juicio que esta semana se celebra en la isla.
Pese a que en los próximos días volveremos a oírlo hasta la saciedad, Dimas Martín no ingresó hace años en la cárcel por construir "un bañadero para el pueblo", ni ahora se le juzga por hacer unos baños. Lo que se juzga no es la obra, sino si Dimas incumplió la ley para llevarla a cabo, y si se dañó un Bien de Interés Cultural, al levantarlos en una colada histórica de la lava.
Al lado del historial delictivo de Dimas, que actualmente cumple condena por malversar dinero público en la gestión del complejo agroindustrial, y que además es uno de los principales imputados en el caso "Unión", desde luego el caso de Los Dolores puede parecer una pequeñez. Incluso "nimio", por utilizar el término que parecen haber acuñado en el PIL. Sin embargo, también puede ser el fiel reflejo del modo de actuar de Dimas Martín.
Antes de llevar el tema a los tribunales, el Partido Socialista advirtió al pleno del Cabildo, presidido entonces por el líder del PIL, que la obra no contaba con los permisos pertinentes. Incluso dejó claro que si se seguía adelante, acudiría a los Tribunales. Y la respuesta de Dimas Martín fue uno de sus tradicionales desafíos. Un desafío que, según entendió después el Ministerio Fiscal, supuso un presunto delito de prevaricación y otro de daños contra el patrimonio histórico.
Da igual si los baños eran necesarios, si quedaron bonitos, o incluso si la colada volcánica tenía tanto valor. Lo que se juzga es si, lejos de dar ejemplo a la sociedad, desde la máxima institución de la isla se iniciaron unas obras sin tener siquiera licencia o autorización alguna, sobre un bien que el propio Cabildo había decidido proteger.
Si un cargo público actuó creyendo que estaba por encima de la ley.
¿Acaso a un vecino de a pie se le permite construir donde quiera, sin molestarse ni en pedir licencia? ¿No habrá en la isla decenas o cientos de personas con propiedades en suelo rústico, y sin poder mover una piedra, u otras esperando permisos para acometer una reforma?
Por eso, aquí no se trata de si Dimas Martín hizo unos baños para el pueblo. La cuestión es si hizo lo que al pueblo no se le permite. Si necesarios eran esos baños, para muchos ciudadanos serían mucho más urgentes otras obras que no han podido acometer. Y si realmente se preocupaba por el pueblo, lo que tenía que haber hecho durante los años que gobernó, o después mientras daba instrucciones desde la cárcel a su partido, era resolver cuestiones básicas de la ordenación territorial, como la de los suelos agrícolas y ganaderos, y no aplicar una ley para el pueblo, y otra para sí mismo.
Durante décadas, Dimas ha sido mucho más que un político. Consiguió convertirse casi en leyenda, y alimentó su propia imagen a base de victimismo. El mismo que desplegará ahora con este juicio por los baños de Los Dolores. Pero el tiempo y los tribunales han demostrado que no es un salvador, sino un delincuente reincidente. Y si malversó fondos en el complejo agroindustrial, llevando casi a la ruina al Ayuntamiento de Teguise, ¿para qué iba a molestarse en pedir los permisos si quería construir unos baños, pese a que esos trámites se le exigen a todo hijo de vecino?
Ése es el verdadero espíritu de lo que está ahora sobre la mesa. Lo que se juzga es si hubo un grave incumplimiento de la ley, por parte de quien más debería velar por su cumplimiento, cuando ocupó los mayores cargos de responsabilidad de la isla. Si Dimas es un perseguido, lo es de su propio pasado, e incluso de su presente. De su forma de actuar.