"Habiendo movido la patita y ladrando como un perro, resultó ser un perro"

Diego Ruiz
3 de marzo de 2022 (20:44 CET)

Eran las primeras horas de la madrugada del día 24 de febrero de 2022 cuando Rusía comenzó su brutal ataque contra Ucrania, desencadenando el que sería el mayor conflicto bélico desde la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo. Aquello que Putin ha calificado como “operación militar especial” ha provocado una situación caótica en el país, lleno de cientos de miles de ciudadanos tratando de huir a todo correr por las ciudades. Semanas previas recordemos que la comunidad internacional veía poco probable una guerra de tal entidad contra el pueblo ucraniano. Ahora todos nos preguntamos, ¿Qué pretende Putin invadiendo Ucrania?

Digo Putin y no el Kremlin, porque ya es hora de ponerle nombre al contexto que tenemos. Putin es un actor individual, o como llaman los expertos, “un dictador personalista”. La peor versión de una dictadura supeditada a una sola opinión: la de Putin, sin influencias, sin contrapesos, sin frenos. Por todo ello, ahora nos enfrentamos a la realidad, a la “putinología”, según los analistas internacionales, por ser el actor decisivo y absoluto que controla todo poder ya sea militar, político, económico, y social de un modo despiadado, desconsolador e implacable. Es ahora cuando la Unión Europea (UE, en adelante) debe estar preparada, debe prever los escenarios que se plantean y así tener las herramientas para poder intervenir con eficacia y estrategia.

Esta guerra nos ha enseñado el lado inquietante del poder absoluto que Putin ejerce sobre la maquinaria estatal y sobre el conjunto de la sociedad rusa. Sus ansias expansionistas han llegado a todos los rincones del mundo- no de la forma esperada- con un mensaje claro: “Yo soy inevitable”.

Y para muestra, un botón. Putin lleva veinte años con un poder autocrático, absoluto que redunda potencialmente más dañino y lesivo para la estabilidad y paz mundial. No olvidemos que Putin está muy cerca de cumplir los setenta años de vida que les han servido para sobrevivir a varios presidentes estadounidenses y mandatarios de la UE; como a todos los que reúne el Consejo Europeo, y aspira hacerlo con Joe Biden.

Inevitablemente, la UE ha reaccionado por lo que hemos asistido en la última semana a una ronda intensa y contundente de sanciones económicas y financieras para Rusia que ponen en una tesitura complicada el ensanche económico del país. Por enumerar algunas a título de ejemplo, el Alto Representante Josep Borrel, el Consejo Europeo y la Comisión Europea han decidido entre otras medidas incidentes atacar a los grandes oligarcas que cuentan con el apoyo cómplice de Putin: congelar los activos financieros de Rusia en el exterior; cortar el acceso del Banco Central de Rusia y otros bancos señalados SWIFT de comunicaciones financieros; activar la Directiva de Protección Temporal, que permite prestar asistencia inmediata a los ucranianos que han arribado a las fronteras de Polonia, Hungría, Rumania y Eslovaquia, en su mayoría mujeres y niños. En definitiva, al presidente de la Federación rusa si hay algo que pueda golpear sus sentimientos es impedirle cualquier transacción financiera y congelar todos sus activos en el exterior. Porque del empobrecimiento del pueblo ruso, y de las necesidades de sus ciudadanos son asuntos de escasa importancia a ojos de un dictador personalista cuyo interés es la ocupación de un país soberano.

Todas esas sanciones responden a una actuación brillante e impecable por parte de la Unión Europea que se separa de la equivocada y pésima gestión tomada en la gran crisis económica del año 2008, aunando unidad y cohesión con su disposición a la hora de imponer cuantas sanciones estén en su mano hasta conseguir que las tropas rusas abandonen el país ucraniano.
El alcance de la guerra es imprevisible. La preocupación se ha desatado hasta el máximo nivel a la vista de los hechos acaecidos. Esto nos debe dar muchas lecciones, entre otras, que no podemos hundirnos, ni andar sonámbulos, caminando con ceguera y cobardía hacia la guerra. La acción bélica existe. No caben eufemismos que la oculten. Por ello, ante situaciones difíciles debemos estar preparados y no pensar que esta situación acabará con un caballo a galope y todos honrosos, aunque podemos pensar en el consuelo de que muchos de los objetivos de Putin se están viendo truncados.

Al final parecerá que eramos felices durante el confinamiento y no lo sabíamos.

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