Entre tabaibas y cardones: la mesa de las emociones.

30 de enero de 2025 (20:16 CET)

Damián era un niño curioso que vivía en un precioso pueblo cerca de la costa. Por la mañana, desde su habitación, escuchaba el sonido del mar; a veces le llenaba de energías y otras, dependiendo de su humor, lo ponía triste. 

Un día, después de llegar del colegio, acabó todas sus tareas y se fue a la cama. Esa noche tuvo un extraño sueño. Veía una hermosa mesa con siluetas que parecían personas. Aturdido, vio aquellas figuras y, muy expectante, les preguntó quiénes eran. 

La primera figura era un señor alto con un tambor. "Soy el enfado, siempre estoy a tu lado para protegerte y que puedas reaccionar cuando algo malo te acecha. Pero debes saber controlarme, si no puedo hacerte daño."

Detrás, un delicado ser con un violín dijo: "Soy la tristeza, llego siempre cuando algo te hace daño y no debes dejarme mucho contigo, porque puedo apagar tu luz."

Otra figura, con un timple en la mano, intervino: "Soy el miedo, estoy a tu lado para cuidarte de los peligros, pero a veces exagero y te detengo."

Cantando, dijo: "Soy la alegría, estoy aquí para ayudarte a buscar la belleza en la vida. Yo no puedo estar sola, porque las demás emociones también tienen algo que enseñarte."

Saludando con su mano, otra figura con un contrabajo añadió: "Soy la calma, cuando todo es ruidoso, yo te doy paz y te invito a respirar y a vivir relajado."

La última figura se presentó: "Soy la templanza, quiero ser tu equilibrio entre todas mis amigas, las emociones. Si alguna de ellas predomina, perderás el equilibrio."

En el centro de la habitación había un piano majestuoso, con unas teclas que invitaban a sentarse y tocarlas. Este hermoso piano representaba la empatía. Él une a todos los demás instrumentos y permitirá que cada emoción tenga su momento. Cuando suene, sabrás cuándo dejar que el tambor del enfado suene con mucha fuerza, que el violín de la tristeza toque su melodía y los demás den calma. 

Cuando Damián se despertó, estaba muy feliz y quería contarles a sus compañeros aquel hermoso sueño:

"Chicos, tenemos que pensar que nuestras emociones son como los instrumentos de una gran orquesta. Algunas son fuertes, como el tambor, otras muy suaves, como el violín o ligeras como la flauta, pero el piano, que es la empatía, nos ayuda a escucharnos interiormente y trabajar juntos. Si aprendemos a entender nuestras emociones y las de los demás, nuestra vida será como una sinfonía llena de armonía y viviríamos felices sin tanta ira. 

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