En una cosa tiene razón Pedro San Ginés. Hay mucha, muchísima gente en esta isla, a la que no le gusta en absoluto su forma de actuar ni su gestión. Y los frentes son tantos que, a lo mejor, hasta se puede entender que ...
En una cosa tiene razón Pedro San Ginés. Hay mucha, muchísima gente en esta isla, a la que no le gusta en absoluto su forma de actuar ni su gestión. Y los frentes son tantos que, a lo mejor, hasta se puede entender que intente convencerse a sí mismo de que él es lo mejorcito que ha pasado por el Cabildo y por esta isla, y que en realidad el problema es que hay una conspiración interplanetaria en su contra.
Es un instinto natural del ser humano que nace desde la niñez, cuando un bebé se enrabieta al no conseguir lo que quiere, o un niño argumenta en casa que el problema de sus notas radica en que la profesora le tiene manía. Con la madurez, empezamos a entender que esas excusas ya no cuelan, y el común de los mortales tiene que comenzar a asumir sus defectos y sus errores. Aunque sean demasiados.
Por eso, cuando la rabieta la protagoniza no ya un adulto, sino todo un presidente del Cabildo, el espectáculo se vuelve grotesco.
Es inevitable la carcajada al ver a un presidente convocar a los medios a una rueda de prensa oficial para patalear porque le llaman "cantinero", cuando él mismo se autodenominó así nada menos que en su investidura. O al lloriquear porque se meten con él. O al llegar al absurdo de cargar contra este grupo de comunicación porque le critica e, incluso, porque Alberto Acosta "no le llama nunca" para entrar en su programa de Radio Lanzarote. Lo dicho, es inevitable la carcajada, y es comprensible que decenas de foros en lavozdelanzarote.com hayan dado rienda suelta a su sentido del humor, proponiendo incluso crear clubs del tipo "Alberto llama".
Pero también es inevitable la estupefacción, la sorpresa y la indignación ante un presidente que está haciendo pequeña, muy pequeña, a la primera institución de la isla. La misma a la que él definió como un "chiringuito" cuando tomó posesión de su cargo. La misma que él devaluó a mucho menos que una cantina el pasado viernes, cuando la utilizó para convocar a los medios bajo engaños, alegando que iba a hablar de la "gestión del territorio", cuando en realidad sólo quería marcarse un monólogo de casi 50 minutos en los que sólo se escuchó victimismo, ponzoña y crispación. Y todo ello, mientras sostenía que su objetivo era todo lo contrario.
El discurso del victimismo no es nuevo. Era la eterna cantinela del hoy silencioso Dimas Martín, y también del ex alcalde de Yaiza, José Francisco Reyes. Cuando empezaron a rodearles los escándalos, ambos aseguraban que había un eje del mal conspirando; a uno para alejarle de las instituciones, y a otro para "frenar el desarrollo de Playa Blanca".Y pese a que el tiempo ha confirmado lo absurdo que era ese discurso, por lo menos ellos lo lanzaban en mítines o en entrevistas, y no utilizaban una institución pública para despacharse con sus descabellados mensajes.
En el caso de Pedro San Ginés, los hechos son tan ridículos y a la vez tan graves, que casi sobran hasta las palabras. Sobre todo cuando, aunque lo que pretendía era hacer daño a todas las personas a las que agredió en su rueda de prensa, ha conseguido todo lo contrario, porque el principal perjudicado ha terminado siendo él mismo.
En su intervención aseguró que le llaman corrupto, pero lo cierto es que nadie ha utilizado jamás ese término, porque en caso contrario, la respuesta lógica de San Ginés hubiera estado en los tribunales. Sin embargo, describir cuáles están siendo sus pasos en política territorial, qué cambios está llevando a cabo en dos departamentos técnicos del Cabildo que son claves para el urbanismo, cuáles son sus relaciones o de quién se está rodeando, significa, según dijo él en esa rueda de prensa, presentarle como "el mayor corrupto de la historia de la democracia conejera". Él sabrá.
Y desde luego, él tendrá que saber también a dónde le ha llevado esa rueda de prensa. Porque considerando que sólo ha logrado aumentar aún más la crispación y ganarse una avalancha de críticas de asociaciones, colectivos sociales, plataformas ciudadanas, agentes sociales y sindicatos, como se refleja en las páginas de la edición impresa de La Voz de Lanzarote esta semana, da la sensación de que lo único que pretendía era autoinmolarse en su chiringuito.
Ni siquiera desde su propio partido, donde según él también hay quienes conspiran en su contra, han salido a respaldarle. Cinco días después de la ridícula rueda de prensa, el presidente insular de Coalición Canaria, Jesús Machín, seguía asegurando que aún no la había visto, quizá para evitar tener que pronunciarse, o quizá porque realmente había preferido ni verla.
Y eso por no hablar de la difícil situación en la que puso al presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, que justo esta semana pasaba dos días en la isla para participar en varios actos, y que tuvo que enfrentarse a las inevitables preguntas, dado que San Ginés también lanzó mensajes más que dañinos no sólo para alguno de sus compañeros de partido, sino para Coalición Canaria en su conjunto.
Sólo sus socios de gobierno en el Cabildo parecen aplaudirle la gracia al presidente, aunque le dejaron solo en esa rueda de prensa. Y es que es inevitable que, quienes en definitiva son sus adversarios políticos, celebren el suicidio público del que soñaba con ser candidato a la presidencia en las próximas elecciones.
Al referirse a Radio Lanzarote y a La Voz de Lanzarote en su rueda de prensa, Pedro San Ginés nos describía como un "poderoso grupo mediático". Y desde luego, es de agradecer. Porque eso supone reconocer una fuerza que radica, ni más ni menos, en la de nuestros lectores y nuestros oyentes. Sin embargo, aunque no subestimó el volumen de la audiencia, sí lo hizo y mucho con la inteligencia de las personas que cada día eligen este medio de comunicación para informarse, no ya de las manías persecutorias del presidente del Cabildo, sino de los temas verdaderamente importantes que ocurren en esta isla.