Al momento de escribir este artículo me vienen al pensamiento las escalofriantes cifras que se contabilizan en todo el mundo a consecuencia de la enfermedad infecciosa causada por el virus Covid-19, más de un millón de casos contagiados, 75 mil personas fallecidas y, por el lado positivo, mas de 230.000 personas que han sido contagiadas y han logrado recuperarse. Es seguro que cuando lean este artículo las cifras sean otras, porque por desgracia, la pandemia se haya cobrado muchas más víctimas.
Vivimos tiempos de difícil comprensión. A lo largo del día, mientras la inmensa mayoría permanecemos en confinamiento, afloran en nuestro interior multitud de sentimientos y emociones encontradas. La incertidumbre sobre la "nueva" normalidad, el miedo que nos genera la nueva enfermedad, la perplejidad de la situación económica, el dolor y la pena por la pérdidas de nuestros seres queridos sin que hayamos podido velarlas y dedicarle el tiempo necesrio para despedirnos de ellas, pueden ser algunos de los trances por los que transitamos. Pero lo superaremos, no me cabe la menor duda.
El tan discutido estado de alarma que fue aprobado el 14 de marzo de 2020 por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, así establecido en el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, tiene consecuencias de índole económica, laboral y social sustancialmente graves. Ningún gobierno, a mi juicio, estaba preparado para asumir unas circunstancias sobrevenidas y sin precedentes como la que atravesamos. Por ello, a España le pilló con el pie cambiado, y comenzó a tomar las medidas de actuación cuando el virus había emprendido una escalada y propagación vertiginosa. Dada la realidad singular que ha tenido que afrontar el Gobierno central, como primer responsable, tomando decisiones sin duda enormemente difíciles que suponen un perjuicio enorme para la salud y la actividad económica. Sin embargo, no cabe minusvalorar el apoyo de gran parte de la oposición a las tres prórrogas solicitadas, con las exigencias tomadas por el comité de expertos del ejecutivo, en el Congreso de los Diputados. Así, los poderes públicos han de actuar, como en linea de principio están haciendo, con arreglo al Ordenamiento jurídico con responsabilidad y echando una mano por el bien común.
En efecto, la declaración del estado de alarma nos lleva a estar sometidos a la limitación de nuestros derechos y libertades que vienen traducidas en que de pronto no podamos salir de nuestras casa cuando queramos, no podamos ir a trabajar o a la Universidad, no podamos acudir a servicios básicos no esenciales, todo ello siempre salvo excepciones fundadas. Es decir, en términos constitucionales, nos hayamos ante una afectación del principio general y fundamental de libertad.
La pandemia del Covid-19 que asola el planeta tiene a media humanidad confinada en sus casas y a buena parte del tejido económico y empresarial con el freno de mano puesto. Con ello, ocioso es decirlo, nuestro tan denostado Estado del bienestar también se ha visto dañado y en entredicho. Esto será analizado en el momento oportuno
En estos días me planteo numerosas preguntas, ¿cómo reconstruiremos nuestra economía?, ¿cómo reanudaremos las comunicaciones?, ¿qué planes de choque renovarán el mercado turístico que hasta ahora se mantenido?, ¿Cómo será la vuelta a la nueva normalidad ?, ¿Cómo será en Canarias el trato con nuestros fieles turistas?, ¿Cómo serán las relaciones sociales a la vuelta?, pero estas son solo algunas. Naturalemente, no tengo la respuesta de ninguna pregunta. Me levanto todos los días e intento encontrarlas en los diversos periódicos de tirada ancional e insular que visiono, en introspección objetiva que hago de las circunstancias, pero sigo sin encotrar solcuión. Entiendo que es una tarea ardua, lenta, una vuelta calmada que tendrá que ajustarse al del conjunto de Canarias, de la Península, de Europa, y por consiguiente, del mundo. Así cuando termine esta crisis sanitaria nuestro país, al igual que el conjunto de Europa, y gran parte del mundo, soportarán a sus espaldas
una gran deuda económica, que con toda seguridad venceremos pese a los esfuerzos que haya que empeñar para ello.
Todo lo anterior me lleva a dos reflexiones: la primera de ellas, la relativa a la situación de disfavor que genera una crisis. En este sentido, nuestro ejecutivo desempeña una labor crucial; hemos visto cómo anunciaba que aprobará un ingreso mínimo vital transitorio par atender la emergencia social de muchas familias españolas causada por el coronavirus. Este ingreso mínimo que oscilará entre los 500 y 950 euros, aproximadamente, en función del número de personas que integren la unidad familiar. Tambien se ha hecho desde Canarias, el gobierno de Torres, ha aprobado el ingreso de emergencia para las familias más afectadas por esta crisis sanitaria, convirtiéndose Canarias en consecuencia, en la primera Comunidad Autónoma en dar protección y cobertura a los más vulnerables, así como en nuestros mayores que tanto apoyo nos dieron en la anterior contienda económica aportando sus ahorros y sus pensiones para que muchas familias salieran adelante; nuestros niños y niñas y nuestros excluidos.
Por otra parte, otra de las reflexiones a las que me ha llevado esta emergencia sanitaria, que ha puesto al planeta al límite y en la que la humanidad (huelga decir que no todos) ve limitada sus niveles de bienestar al que tanto estábamos acostumbrados; no es otra que: podemos vivir con mucho menos, que sistemas como en el que vivimos que se muestra indiferente frente a grandes desigualdades e injusticias solo nos causan dolor e impotencia; que lo material no lo es todo; que debemos potenciar valores como la humildad, la justicia social, la igualdad, la solidaridad como hemos visto en estas últimas semanas; que se deben reforzar y curar la gripe que padece las dimensiones sanitarias, educativas, económicas, sociales para así robustecer un sistema público que sirva al conjunto de la ciudadanía. Después de esta situación el mundo resurgirá y trazará coordenadas de nuevos consensos, no me cabe la menor duda. Pero, por favor, que sea unidos, y sin dejar a nadie atrás, a nadie (excluidos, discriminados, autónomos, pymes, mayores, infancia...)
Ahora lo que toca es seguir cumplimiento con las medidas establecidas porque todos estamos obligados a dar lo mejor de cada cual en este reto que atravesamos, por lo que apoyarnos unos a otros para superarlo es crucial.