Para mí la canariedad va desde una canción de Quevedo hasta el último largo de Armando Ravelo.
Quizá, algunos Intelectuales se lleven las manos a la cabeza y, quizá también, los más jóvenes aplaudan esa idea.
Lo bueno es que el punto común entre los maduros intelectuales y los más jóvenes vuelve a ser el importante: el sentimiento de canariedad y su diversidad de entendimiento.
El amor a una tierra que ya llamaban los griegos Jardín de las Hespérides por aquello de lo paradisíacas y perdidas …paraíso de guanches y destierro de revoltosos antiimperialistas.
Érase Una Vez en Canarias es el mar en calma, pero también revuelto.
El retrato de pasar de la Cara B a la A del mundo en cayuco. Quizás utópico por la falta de realismo, pero sin duda, esperanzador.
Vivir en la cara B de un planeta contaminado, no sólo por plástico, sino por falta profunda de humanidad, es la peor de las suertes.
No sé en qué momento decidimos tener una autoridad divina para sacar una regla y repartirnos el mundo. Para decidir quién pisa la tierra y quién no. Creemos tener impunidad para decidir algo tan complejo como la identidad y la pertenencia sólo por haber visto la primera luz en un determinado lugar.
¡Pura suerte o pura desgracia!
Como si las calles tuvieran pasaporte para pasear. Y la patria fuera pan.
Los infiernos son los mares, pero también son las tierras que fueron paraísos en otras épocas.
Porque el infierno no se va, sólo cambia de lugar.
Igual mañana el infierno está bajo tus pies, bajo nuestros pies. Como ya lo estuvo en Canarias cuando los nuestros tuvieron que hacer la maleta…Cuba, Venezuela, Uruguay...
Porque de los infiernos hay que huir.
Es humano huir.
Lo harías tú, lo haría yo y hasta el vecino que le vota a VOX. Ése quizá, sería el primero en subirse al barco.
Y es lícito.
Estamos vivos y queremos vivir.
No sobrevivir.
Aunque luego todas las teorías sobre el paraíso se desmoronan...una encuentra la vida, en los ojos de la pequeña Nola en África.
Y entiende que el paraíso igual son construcciones y muros mentales.
Sin embargo, sí que estoy segura de algo:
el paraíso estará lleno de niñ@s libres de todo lo que no sea reír, como Nola.
¿Un lugar en el mundo para refugiarse con los ojos cerrados? Los ojos de Nola. Porque están más vivos que todo el "primer Mundo".
Toda Canarias debería ver "Érase una vez" para entender que otra historia es posible en lugar del cuento que nos han contado.
Nos invita a que imitemos en la calle la solidaridad. Consigue que conectemos con el drama, pero sobre todo...algo crucial, logra quitar la enumeración a la migración. Y erradicar el "ilegal" al humano.
Enhorabuena al equipo, especialmente a su director Armando Ravelo
La luz de su brillantez delata lo que guarda en su cabeza y lo que refleja su obra es la bondad de un buen ser humano. Y ese, es el mayor de los éxitos.