Cuando los muertos vuelven

Santiago Ramos Niz
31 de octubre de 2024 (18:24 CET)

Desde el principio de los tiempos, el ser humano intenta siempre buscar explicación a los eventos que  ocurren en su vida cotidiana. De tal necesidad es de donde aparecen aspectos como los mitos, que buscan  una respuesta a estos acontecimientos. Algunos de estos mitos siguen en nuestros días por medio de  expresiones como “abrir la caja de Pandora”, pero también a través de festividades como, por ejemplo,  Halloween. Sin embargo, más cercano a nosotros se encuentra la festividad de los Finados o Finaos,  celebrándose desde la noche del día 31 de octubre hasta el día 2 de noviembre. En esta celebración, las  familias se reunían para recordar a los difuntos. Esta tarea caía en la mujer de mayor edad, quien contaba  anécdotas mientras se comían los frutos de la temporada, tales como castañas para asar, almendras u otras  frutas, como son los higos y los tunos, conocidos en Tenerife como higos indios. Pero también había platos  más elaborados, como el queso de almendras e higos, el frangollo y, hasta incluso, se sacrificaba algún  animal, que era acompañado para hacer frente al frío otoñal con anís, ron miel o vino dulce. 

Aunque también, y similar al “Truco o trato” actual, los niños y niñas salían en la mañana a preguntar en  las distintas casas del municipio: “¿Hay Santos?”. Si la respuesta era afirmativa, eran obsequiados con  almendras, nueces, higos pasados o castañas, que eran puestas en su talega. 

Esta tradición tan arraigada en nuestra cultura nace en el ya lejano siglo XVI, cuando numerosas parroquias,  como fruto de la costumbre castellana de las Cofradías de las Ánimas, las cuales tenían como eje central la  devoción a las almas del Purgatorio. Poco a poco, esta tradición, más relacionada con lo religioso, se fue  convirtiendo en algo de carácter más festivo y motivo de celebración, donde las parrandas ponían banda  sonora a los ventorrillos y bailes de taifas. Es decir, estas fechas se convirtieron en días para no llorar a los  muertos, sino más bien para celebrar sus vidas, un poco relacionado con esa célebre frase del escritor  colombiano Gabriel García Márquez: “No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió”. 

Tristemente, estas costumbres poco a poco se han ido marchitando, cayendo en el olvido, por la adquisición  casi silenciosa de la tradición anglosajona de Halloween. Por ello, tenemos que volver a ellas, no sólo  porque tienen la fuerza de acercarnos a nuestras tradiciones, mostrando mejor quiénes somos, sino también  a aquellos que nos han dejado tiempo atrás para recordarlos y, con ello, alegrarnos por haber disfrutado de  su compañía. Pues, como decían en la película de Disney y Pixar, Coco: “Solo se muere cuando se olvida…” 

 

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