Coronas y virus

Ginés Díaz Pallarés
19 de marzo de 2020 (20:17 CET)

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Hace muchos, muchísimos años,  viví una situación similar. Estábamos en el Sahara haciendo la mili con 18 añitos en un lugar mágico que en aquella época le llamaban Villa Cisneros. La gente vivía con todos sus avatares de forma serena y digna.

Entonces llegó la corona virus y lo destrozó todo. Ejércitos y paisanos? todos, del bando que fueran, pagaron la "confianza" en la corona virus. Terminamos en estado de sitio y ahora recuerdo patrullar las calles aquellas tan parecidas de alguna manera a Caleta del Sebo. Vacías, desiertas, sobre el desierto.

Las consecuencias de aquella corona virus para aquellas personas (saharauis) fue catastrófica y aun a día de hoy se siguen pagando. De hecho las gentes no han podido volver a sus casas, la ilusión de sus vidas. 

Qué paradoja este nuevo corona virus (que aparece cuando ya aquel enseñando sus malditas entrañas casi se extingue). Este nos "castiga" con ir a nuestras casas. Aquel sigue reproduciéndose y no aparece aun la vacuna, para la social democracia, el centro y la derecha. Sus portadores. Así que pienso que cuando salgamos de nuestras casas lo primero que deberíamos hacer sería devolverles las suyas a aquellas gentes. Son solo coronas lo que lo impiden; coronas, no virus.

Luego tuve otra experiencia similar y también con un virus y también recluido en casa. Esa vez fue con el de la hepatitis C y fueron 6 meses miserables recluido en el sofá, no daba pa' mas. Ni podía leer ni podía ver la tele ni podía nada de nada. Construí el tiempo, el del reloj entre los espacios que van de comida a comida porque afortunadamente no me quebró el apetito. Y un día era extremadamente largo.

En este caso no fue la corona lo que vino, pero les puedo asegurar que estaba hasta la coronilla. Así que en este asunto tengo experiencia, la edad es un grado. Si la has vivido.

Como digo yo, que me metí en todas las historias que se me pusieron entre ceja y ceja, la mayor parte de las cuales me llevaron a gastar grandes dosis de miedo, he pasado miedos de todo tipo y colores, miedos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales. Los he pasado sin ahorrar lo más mínimo nunca, sin prever que los necesitaría para el futuro y ahora, de pronto, me veo que no me queda nada para el resto de mi vida y les juro que es la experiencia más serena que pude imaginar. Haber gastado el miedo.

Así que con el corazón en una mano, el coco en la otra y las tripas en su sitio casi me atrevo a aconsejar que gasten el miedo, que cada vez que algo les dé miedo lo pasen, lo consuman, afrontándolo. Porque si no lo consumen de jóvenes, de viejos puede ser catastrófico y él, consumirlos a ustedes. Eso último no lo puedo confirmar pero lo intuyo, por no decir que lo veo. 

Y una última cosa: el miedo de un@ no se gasta haciéndoselo pasar a otr@s. Todo lo contrario. Así crece. Es un equilibrio este muy fino. Quizá ahí radique el arte de la vida. El de amar. 

Un consejo, un juego. Para el claustro. Levántate al amanecer aun de noche, al alba. Siéntate cómodamente en algún lugar de la casa por donde la luz pueda entrar. No hablo de asomarse a ver salir el sol, hablo de ver como la luz va entrando en la casa y piensa como si tu mente fuera un pincel con el que desde tu sitio vas dándole luz a todo.

Observa hasta el más mínimo detalle. Ahora un ladrillo se ilumina, ahora el rabo del gato, la pared, un jarrón, las rendijas de puertas y ventanas, las cortinas, ¡oooh las cortinas!, el universo del polvo suspendido? Lo que sea. No valores los objetos, las formas, solo la luz sobre ellos, los reflejos, las sombras. Y si lo consigues hacer bien descubrirás que estas en el lugar más fantástico del mundo. Ya sé que luego el mundo se complica; no va de eso la cosa.

Estoy tremendamente contento de que mi madre ya no esté aquí pasando este tiempo tan horrible para ell@s. Muy contento. Y muy consciente de los que aun están aquí y de lo que están viviendo. Pero así y todo, aun echo de menos cuando después de una noche terrible, la luz entraba por la mañana en el salón y poco a poco la bañaba. Entonces su cara era de éxtasis. Y dormía profundamente. Y la luz alcanzaba su máximo esplendor. Ya sé que la luz viene del sol y que el sol no necesita de conspiraciones de ningún tipo para freírnos o helarnos cuando le de la vaina.

Y sé más cosas. De la luz y del tiempo. Y por consiguiente de la oscuridad y el espacio. Y de la vacuidad que lo abarca todo.

Postdata: Para los más jóvenes, la corona virus fue el rey, el Sahara era España y él, por sus asuntos corona víricos, no descolonizó aquel territorio dándole a aquellos españoles la libertad, sino que los entregó a otra corona. La de Marruecos. Muchísimos de aquellos españoles tuvieron que huir hacia Argelia, principalmente, y allí viven confinados desde hace mas de 40 años en condiciones muy duras esperando volver a sus casas. Esas que a nosotros ahora, a muchísm@s, se nos hacen pesadas.