El otro día alguien me dijo que había que hacer balance de los primeros cien días de Gobierno en el Cabildo. “¿Cien días llevamos ya?”, pregunté. Y lo pregunté por la sencilla razón de que desde que tomé posesión no he parado un segundo, como no han parado mis compañeros de gobierno, de proyecto en común, y como no han parado los trabajadores de la institución porque ahora sí tienen una encomienda y un objetivo que sacar adelante. Hemos hecho tanto en tan poco tiempo que si me dicen que ha pasado una semana desde que llegamos, me lo habría creído. El tiempo pasa volando y tenemos mucho que hacer. Y pasa volando sobre todo cuando trabajas con ganas y aprovechas cada minuto de una oportunidad que es única. Así me lo he tomado, como una oportunidad que me ha dado la vida que no pienso desaprovechar.
Otros, sin embargo, parece que llevaban desde el primer día esperando a que se cumplieran los tres meses que, supuestamente, se da de gracia a todos los políticos antes de comenzar con la leña. Se les ha debido hacer eterno. Estaban esperando para decir, algunos incluso para escribir, lo mismo que habrían dicho tras el primer segundo de mi mandato. Porque, por desgracia, la gente que está en la oposición en el Cabildo no está ahí para construir, está para destruir o para criticar. Es el caso de un Partido Socialista (PSOE) que no sabe ni dónde meterse al demostrar en tiempo récord que todo lo que no han hecho en cuatro años lo hemos hecho nosotros en estos cien días, más todo lo nuevo que vendrá fruto de nuestro esfuerzo. Se dedican todo el santo día a criticar y poner excusas absurdas sobre la sinrazón que ha supuesto su gestión, una gestión que se ha visto claramente marcada por la obsesión del PSOE con mi compañero Pedro San Ginés. Mira que podrían haber compatibilizado el marcaje a Pedro con el trabajo productivo; pero no, gastaban tantas energías en el anterior presidente, seguramente, que por la sed de venganza de algunos (a los que parece ser que supo retratar y poner en su sitio), que no les debían quedar fuerzas para hacer nada que tuviera que ver con el interés general de la ciudadanía.
Los otros, los del otro grupo, a excepción de momento del portavoz de VOX, Óscar Pérez, obsesionados con una labor de desgaste que tiene como objetivo encumbrar al que se supone que va a ser el líder de un movimiento insularista tipo PIL que pretende cambiar el sino de la política lanzaroteña del futuro.
Lo cierto es que tienen a Óscar Noda un día sí y otro también acusándome de dictador y de no sé cuantas cosas más, todo porque estoy tomando decisiones, porque estoy resolviendo problemas. Y estoy resolviendo los problemas que su amiga María Dolores Corujo Berriel fue incapaz de resolver, entre ellos, el enorme socavón que dejaron en Los Hervideros, su absurda negativa a que hubiera turismo de cruceros en Playa Blanca o el problemón que tienen en el sur con el agua, con el transporte y con la red de saneamiento que no llega a muchos núcleos habitados. Pero, claro, sólo por cuestiones electorales el señor Noda no se mostró tan activo y beligerante como ahora, prefirió no molestar a los dirigentes del PSOE en la idea que tenían todos de que los números les iban a ser favorables e iban a conseguir prorrogar otros cuatro años más el Gobierno del desgobierno. Menos mal que el pueblo de Lanzarote les puso en su sitio y no permitió semejante cosa. Que no se preocupe el líder del futuro movimiento insularista que yo no soy como ellos; gobernaré con la misma mano tendida de siempre, pondré todo mi empeño en que Yaiza tenga todo lo que necesita y merece, sin sectarismo de ningún tipo, sin mirar el color político. Solucionaré con mis socios de gobierno el problema de Los Hervideros, del agua, del saneamiento, de los cruceros, del transporte, de las carreteras…
No me importa, que sigan con su hoja de ruta. Mientras, como hemos hecho en estos primeros cien días, sacaremos de los cajones asuntos escondidos como el planeamiento, resolveremos problemas como la escasez de inversiones en energías renovables, trataremos de que nuestros estudiantes sean un poco menos estudiantes de segunda, arreglaremos los problemas sanitarios y pondremos instalaciones para que la gente pueda visitar a sus enfermos sin tener que aparcar en la Conchinchina, haremos que Arrecife tenga el puerto que merece, que los empresarios no sean perseguidos, que los artistas encuentren hueco y aplauso más allá de las líneas marcadas por los de lo políticamente correcto, aumentaremos las becas, ayudaremos a los deportistas, construiremos nuevas instalaciones deportivas, arreglaremos las que están mal, pondremos más guaguas para tratar de que haya menos coches, abriremos debates sinceros sobre nuestra capacidad de carga, sobre la capacidad de carga de La Graciosa, escucharemos a la gente y tendremos en cuenta sus opiniones, no nos dejaremos presionar por ningún grupo de poder empresarial ni de comunicación… Son tantas cosas que cuando me digan que ha pasado un año del actual mandato pensaré que han pasado dos semanas.
Han sido cien días de ir de sorpresa en sorpresa. Si les digo que lo que nos encontramos era un desastre, seguro que me regañan porque me quedaría muy corto en la expresión que se debe emplear para describir cómo estaba y todavía está en parte este Cabildo. No importa. Ya hemos cambiado el rumbo, hemos enderezado el timón y el barco va viento en popa a toda vela.
A todos los que están siempre con el no en la boca y a todos los que buscan más el enredo que el progreso, que me sigan llamando iluso si quieren, que busquen temas con los que dar leña; me da lo mismo, porque hagan lo que hagan, seguiré manteniendo esa ilusión con la que me presenté al cargo de presidente del Cabildo y con la que logré la mayoría de los votos en una compleja y difícil jornada electoral que se analizará en justicia con la perspectiva de los años.
Los que siguen mi trayectoria recordarán que cuando arrancó la precampaña electoral elegí la palabra “ilusión” para definir mi camino y el de todos los que decidieran apoyarme, lo pusimos hasta en las camisetas que algunos estarán utilizando ahora para limpiar el polvo o para sudar en la bicicleta estática; ilusión principalmente por lograr gobernar, no para ejercer el gobierno de forma tiránica o sectaria, sino para hacer el bien. Y el bien no es ni más ni menos que crear una sociedad mejor para todos, para los que tenemos ilusión y para los que no, construir un Lanzarote distinto al actual, porque ya ahora no tengo dudas puesto que tengo toda la información. Los que nos gobernaron antes estaban más pendientes de sus cuestiones personales y de sus vendettas que de la construcción de algo que sea digno de que las generaciones futuras lo recuerden y lo mencionen.
Todos tenemos un motor y todos necesitamos algún tipo de combustible. El mío es este, la ilusión. No es tan difícil a veces la vida, y la política tampoco. Se trata simplemente de eso, de tener una meta, de rodearse de un equipo comprometido, ponerle ganas, tener un plan de actuación claro y echarse a caminar al día siguiente de que la gente te dé su confianza. Esa es la clave, hacer lo que tantas y tantas veces me decía mi padre cuando era un chinijo, que no dejara para mañana lo que podía hacer hoy. Filosofía que desde luego no se puede aplicar a los que hemos tenido en el Cabildo de Lanzarote en los últimos cuatro años, gente que se dedicó en cuerpo y alma a administrar la rutina y a hacer que trabajaban, los mismos que vienen ahora a sacar una nota de prensa de cada asunto que vamos resolviendo. Cuando se cansen, me gustaría que me llamaran y que decidieran ofrecer su tiempo para el bien común. Yo les atenderé y les recibiré sin problema. A todos ellos. Si quieren trabajar por el bien de Lanzarote, no tengo problema en crear un gobierno de concentración en el que los que tenemos el bastón de mando aceptemos, valoremos y aprobemos las ideas de los que no lo tienen. Me da que esta oferta que les lanzo, de nuevo, caerá en saco roto. Unos y otros tienen otros intereses. No son, seguramente, los de la gente que no está en sus cábalas políticas, ni los míos. ¿Cien días? El tiempo pasa muy rápido y no tenemos un segundo que perder.