María del Pino Marrero Berbel (1950) conocida como Berbel es una escritora y artista multidisciplinar que ha desarrollado su talento en diversos ámbitos como la fotografía, el cine y, especialmente, en la pintura, en la que se introdujo tras ingresar en la prestigiosa Escuela Luján Pérez. Se licenció en Filología Románica en la Universidad de La Laguna y trabajó como profesora de Lengua y Literatura en distintos centros educativos de Canarias durante más de cuarenta años hasta su jubilación.
Su trayectoria artística y literaria es muy larga y encontramos las primeras publicaciones de Berbel a principios de la década de 1980 cuando se editó su poemario Apoemas del alba escarlata (Editorial Ronda, 1982). La Grecia que hay en mí (1999) supuso un punto de inflexión en su carrera literaria al lograr un accésit en el prestigioso premio Tomás Morales. A esta obra le siguieron otras como Los días quebrados (2002), Las mil y una (Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas, 2005), Los desiertos extraños (2006), Los caminos del agua (2008) o Pespuntes (2021). Berbel ha recibido muchos reconocimientos a lo largo de su trayectoria, pero, entre todos ellos, cabría destacar el de Hija Adoptiva de Gran Canaria.
Berbel viene siempre que puede a Lanzarote porque ama esta isla y estos días acudió para presentar, el pasado sábado 9 de noviembre a las 12:00, en la Sala El Aljibe de Haría su último proyecto colaborativo: una antología titulada Madre (Mercurio Editorial, 2024) donde participan 151 mujeres de diferentes edades procedentes de 43 países con la premisa de recoger un muestrario de anécdotas, poemas y narraciones sobre el concepto de madre. Entre las participantes en el libro encontramos a varias residentes en Lanzarote como, por ejemplo, a Teresa Ruiz, maestra que durante años dirigió la escuela de Los Valles y que ejerció como anfitriona del acto, a la poeta Isabel Montero o a Paulette Peyronnet Lamigeon y a Luise Guttenberger, una buena muestra de la gran diversidad de procedencias de las autoras del libro y de las personas que habitamos la isla.
Pero Berbel vino también para impartir un taller literario, una lección sobre el acto creativo el pasado viernes 8 de noviembre en la misma Sala El Aljibe de Haría. Para Berbel el acto creativo comienza con la mirada, con los sentidos. No podemos hablar de algo que no tiene nombre. Después, la cuestión de la inocencia. Las vanguardias han sido todas un juego, un atrevimiento. La pureza es una píldora muy importante para la creatividad. Lo sencillo también. Son las bases de la belleza y junto a la experiencia de la vida hacen el arte. El arte, lo sublime, lo que no está al alcance. Porque para el arte quizás también es necesario un don.
Bajo el esplendor imprevisto de la luz entre los laureles de indias de la Plaza de Haría una mañana de noviembre desgrana para mí sus tiernos recuerdos de Lanzarote. Con nueve años visitó la isla por primera vez con sus padres. Era un desierto con casitas blancas diseminadas. Un paisaje que le causó un gran asombro.
Volvería ya siendo alumna de la Escuela Luján Pérez. Allí hacían pequeñas excursiones para investigar y pintar todo lo que veían. Entonces las cámaras fotográficas no eran tan frecuentes. Se iban en los barcos tomateros a otras islas a dibujar y a pintar. No les cobraban nada. Chiquillos, ¿se vienen para Lanzarote? les decían los marineros. Y se embarcaban con permiso de los padres y en los barcos les daban de comer. Se quedaban a dormir en las puertas de los almacenes, en cualquier sitio con los lienzos y los pinceles y se iban a un cañizo a pintar y luego los cuadros los iban regalando a la gente con el óleo aún pegajoso, pero tan contentos de haber pintado por allí. En esa época, cuando era muy joven, fue cuando pudo descubrir Lanzarote de otra manera, investigando a través de la pintura, experimentando y conociendo.
Después en su etapa en la Universidad de La Laguna -aquella ciudad añorada que permitía que los estudiantes de todas las islas se conociesen en un lugar- regresaría. Los estudiantes invitaban a sus amigos a conocer sus lugares de origen durante las vacaciones de verano. Volvió a Lanzarote, visitó La Graciosa, hicieron tertulias allí para hablar de poesía, de pintura. Teguise le pareció entonces la capital de un imperio antiguo. Era una época con menos turismo, donde la gente cuidaba todo y nada se tiraba porque nada había.
Después Berbel sería también amiga de César Manrique, siempre estuvieron en conexión y pudo aprender mucho del proceso creativo de aquel hombre noble e hiperactivo, en sus propias palabras. Incluso se quedó alguna vez en el Taro de Tahíche cuando era “solo” la peculiar casa de un artista, en un tiempo de efervescencia en que se creó El Almacén, que fue tan importante para impulsar la cultura. Me habla de una época que parece tan lejana e increíble como una utopía, de años tan extraños y hermosos como una visión de la isla y sus volcanes velados por la calima.