A la mujer canaria aparcera, empaquetadora, trabajadora de la industria tabaquera y conservera, que trabajó duramente por un mísero jornal y logró, con muchos sacrificios, sacar a sus hijos adelante.A la mujer canaria que ...
A la mujer canaria aparcera, empaquetadora, trabajadora de la industria tabaquera y conservera, que trabajó duramente por un mísero jornal y logró, con muchos sacrificios, sacar a sus hijos adelante.A la mujer canaria que desde los años 70, ha conseguido ir venciendo obstáculos para formarse e integrarse en el mundo laboral, mejorando sus condiciones de trabajo y salario, alcanzando el acceso a profesiones no sólo tradicionalmente masculinas, sino reservadas históricamente a una élite económica.
A las mujeres limpiadoras que poco o nada tienen que ver con las hermanas que encabezan el ranking de los más ricos y ricas de España, a las trabajadoras de hostelería y lavandería que luchan, en estos momentos, para que la organización del trabajo derivada de las reformas laborales neoliberales no consiga retrotraerlas a las condiciones del 8 de Marzo del siglo XIX. A las mujeres canarias que, en las últimas movilizaciones contra los recortes, llenaron las calles de las Islas, para reivindicar sus derechos y los de sus hijos e hijas.
A la mujer europea que a partir de 1945 empezó a dirigir su vida más libremente, entrando en el espacio público, haciéndose socialmente más visible, obteniendo más reconocimiento social, más autonomía personal, mientras la mujer española, sometida por el régimen franquista fascista, volvía al espacio privado, a "sus labores" como constaba en el carnet de identidad de la mayoría de lasmujeres españolas hasta los años 70.
A la mujer española que fue venciendo todos esos obstáculos, recuperando el tiempo perdido, accediendo a la formación, al empleo, a una autonomía largamente negada. A la mujer española de hoy que, a pesar de las actuaciones de algunas "damas de hierro" que imitan lo peor de una parte de los políticos sin autoridad moral que utilizan el poder coercitivo para imponer medidas y medrar, ocupa las calles de todas las ciudades para reivindicar derechos tan importantes y vitales para la humanidad como el empleo, la vivienda, la sanidad pública y la educación pública.
A la mujer latinoamericana a la que las grandes multinacionales estadounidenses y europeas le pagan sueldos de miseria y le imponen jornadas agotadoras, en condiciones de cuasi esclavitud, mientras sus dueños son elevados a los rankings de los más ricos del mundo. A la mujer latinoamericana que lucha para que sus países recobren su soberanía nacional y sus recursos naturales, para un mayor reparto de la riqueza que les permita vivir sin violencia, sin explotación, con la dignidad y el bienestar que le ha sido usurpado durante siglos.
A la mujer saharaui cuyo territorio ha sido violentamente ocupado, por Marruecos, con el beneplácito de España, Estados Unidos y Francia. A la mujer saharaui que vive en los campamentos, donde contribuye de forma decisiva a la organización y administración de la vida diaria, y que a pesar de las duras condiciones atmosféricas y económicas, ha logrado mantener la vida y superar los altos índices de analfabetismo que tenían en el momento de la ocupación ilegal de su Tierra, accediendo a la formación elemental y profesional en medio del desierto.
A la mujer saharaui que no puede vivir, ni expresarse libremente en la zona ocupada, en su propia Tierra, pero tiene la valentía de rebelarse en su territorio contra el ocupante ilegal a pesar de las durísimas represalias, torturas y desapariciones con las que responden las Autoridades marroquíes que ocupan ilegalmente El Sahara y explotan ilegalmente sus riquezas naturales, como el fosfato, la pesca y el petróleo, y levanta ilegalmente muros de más de 3.000 kilómetros, plagados de minas, ante la pasividad, y la codicia de la llamada comunidad internacional y de los distintos gobiernos de España que sigue teniendo la responsabilidad legal sobre el territorio del Sahara Occidental y no hace cumplir las resoluciones de la ONU sobre el Referéndum de Autodeterminación. A la mujer saharaui que lleva luchando 38 años, con su pueblo, por el ansiando regreso a su Tierra liberada.
A la mujer palestina cuyo territorio fue ocupado, desde 1948, con la ayuda de Gran Bretaña, la potencia mandataria, por una minoría de colonos que creó el Estado judío partiendo y dividiendo Palestina, expulsando a las tres cuartas partes de la población nativa, los palestinos, refugiados, desde entonces, en otros países, y que todavía, hoy, no pueden volver a sus casas. A la mujer palestina que permaneció en los territorios ocupados por Israel y, desde entonces, ha vivido guerras, ataques, detenciones arbitrarias, tortura, asesinatos, la ocupación y usurpación de sus tierras, los asentamientos ilegales, la destrucción de sus casas, los toques de queda, la construcción de los muros de separación con Cisjordania, aislando al pueblo palestino,impidiendo su libre circulación y la de sus productos, vulnerando sus derechos más elementales y rompiendo sus modos de subsistencia.
A la mujer palestina de la Franja de Gaza, donde el paso de medicamentos y suministros hospitalarios es denegado por el aparato represivo del Gobierno de Israel, provocando, en muchas ocasiones, la muerte, en los partos, de las mujeres o de sus hijos e hijas. A la mujer palestina que se ve obligada a pariren el puesto de control, sin las condiciones necesarias para ello, al impedirle los militares israelíes la salida de Gaza. A la mujer palestina que, además de aguantar este infierno en su vida diaria, tiene que soportar que Israel presuma, en los foros internacionales, de ser el país más "democrático" de la zona, mientras ejerce su poder coercitivo sobre millones de personas, la población palestina, que carece de derechos civiles y políticos, incumpliendo, sin consecuencias políticas, todas las resoluciones de la ONU sobre la retirada de Israel de los territorios ocupados. A la mujer palestina que lleva luchando 65 años por el retorno a la tierra liberada.
A las mujeres del mundo, que danla vida y luchan por conservarla, a pesar de la violencia, los conflictos armados, la pobreza y el hambre a las que el capitalismo internacional somete a la mayoría de la humanidad, con el único fin de acumular todas las riquezas del mundo en unas pocas manos.