La indignación canaria contra el turismo de masas llega a Baleares: "Es como si nos pusieran un espejo"

La presidenta del GOB Mallorca, Margalida Ramis, expone que "el turismo de lujo es mucho más consumidor de recursos como el agua y deprava el territorio en búsquedad de la exclusividad"

14 de julio de 2024 (19:10 CET)
Actualizado el 31 de julio de 2024 (16:43 CET)
Manifestación contra el turismo de masas en Palma de Mallorca el pasado mayo. Foto: RTVE.
Manifestación contra el turismo de masas en Palma de Mallorca el pasado mayo. Foto: RTVE.

La ola de indignación social y económica que sacó a las calles a más de 200.000 personas en Canarias para pedir el fin del turismo de masas ha traspasado las fronteras del archipiélago. Un mes después del 20 de abril, los cántabros pidieron no convertirse en "la Ibiza del norte", a lo que se sumaron los malagueños, exigiendo una solución a la gentrificación y los barceloneses, hastiados de recibir 15,6 millones de turistas anuales. 

De los territorios que se han unido al movimiento en contra de la turistificación, las islas Baleares son las que más similitudes guardan con Canarias. Alrededor de 1.700 kilómetros separan ambos territorios, pero sus reivindicaciones los unen desde hace años.

"Cuando en Canarias el 20 de abril estallaron las movilizaciones a nivel de todas las islas, aquí hubo una especie de efecto reflejo, como si nos pusieran un espejo delante y nos dijeran: vosotros estáis igual", explica la presidenta del Grup Balear d'Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB) Mallorca, Margalida Ramis, una de las asociaciones medioambientales más importantes de las islas durante una entrevista con La Voz

Desde Mallorca se convocó una asamblea abierta para canalizar "toda esa energía" y convertirla en una movilización. El pasado 25 de mayo, alrededor de 10.000 ciudadanos se manifestaron en Palma en contra la subida de los precios de vivienda y la turistificación, a lo que se añadieron manifestaciones también en Menorca e Ibiza, asediada por los altos precios de la vivienda. 

Tras ello, se lanzó una campaña que concentra a todas las islas Baleares y por la que se están creando "grupos autónomos y locales" en cada municipio con la consigna Cambiamos el rumbo, pongamos límites al turismo. Además, el próximo 21 de julio planean "dar un golpe sobre la mesa" con nuevas reivindicaciones, promovidas por la plataforma Menys Turisme, Més Vida.

En las islas Baleares existieron movimientos sociales en esta dirección, ya en 2017 miles de personas salieron a la calle bajo el lema Basta de masificación turística. Hasta aquí hemos llegado. "En ese momento, las kellys cogieron relevancia y se visibilizaron sus cargas de trabajo, la gente puso el ojo también en cómo se está trabajando dentro de este sector", expone Ramis.

"La tendencia después de la pandemia del COVID ha sido intensificar la cuestión turística, pero a unos niveles sin precedentes", narra. En las islas mediterráneas se logró un amplio movimiento social y se alcanzaron reivindicaciones aún latentes en Canarias como la implantación de una ecotasa y una moratoria de plantas, pero el cero turístico de la pandemia frenó los aires de cambio y el nuevo grupo de gobierno, del Partido Popular, "quiere levantar" esa moratoria. 

 

El impuesto turístico en Baleares

En 2016, Baleares aprobó su ecotasa, un impuesto turístico que se cobra en alojamientos y cruceros y que va desde un euro por noche y persona hasta los cuatro, dependiendo del tipo de alojamiento y cuyo fin era la protección del medioambiente y revertir los daños del turismo en el territorio. 

Sin embargo, el dinero recaudado ha dejado de destinarse a la preservación medioambiental, para dedicarse a "la empresa privada del sector turístico" por lo que ha pasado de llamarse ecotasa a impuesto turístico "sostenible". La presidenta de GOB Mallorca califica esto como "una perversión" e informa de que "la teoría" expone que los ingresos van a revertir o disminuir los efectos negativos del modelo sobre el medioambiente, pero "solo es un eslogan" para vender ese impuesto a los turistas.

Los baleares emplean el impuesto en "infraestructuras, pagar reformas en zonas turísticas maduras o invertarse chorradas para inventar nuevos productos turísticos", añade, "no será porque no haya problemas a resolver sino porque las administraciones no están poniendo el ojo en eso y acaba presentando proyectos la inversión privada a través de los las propias administraciones locales".

En anteriores legislaturas, pasaban "dos o tres años" y nadie sabía "qué había pasado con el dinero". Sin embargo, en la actual, "si alguien presenta un proyecto a los seis meses tiene que estar en ejecución", aunque suelen estar liderados por la iniciativa privada. 

 

El turismo de lujo

Los discursos políticos y empresariales en las islas del Mediterráneo venden a la población local la idea del turismo de lujo como la solución para acabar con el de masas. Sin embargo, apostar por los viejeros de lujo y "criminalizar a todo lo que sea el turismo más popular" es, para la activista, "un argumento superpeligroso" en términos de recursos y depredación".

Para la presidenta de GOB Mallorca, el turismo de élite es "mucho más consumidor de recursos" como el agua y "deprava el territorio" en búsquedad de la exclusividad. "Lo que quiere son construcciones en espacios naturales más privilegiados, quiere estar solo, porque todo molesta y porque paga y cree que puede pedir absolutamente el mundo y se le tiene que servir". Esta situación ya se vive desde hace años en Ibiza, un destino vacacional habitual para estrellas, famosos y clases altas.

Ramis explica que la población ibicenca ha visto crecer el flujo de jets privados, a pesar del coste ambiental que supone, como ejemplo de la búsqueda de esa exclusividad. 

En esta línea, desde la platafora Menos turismo, más vida prefieren hablar del concepto "turistificación", frente a las palabras masificación o saturación. "Si no parece que sobra gente, y si sobra ¿qué tipo de gente sobra? Pues el turismo más popular porque no interesa, es el que menos dinero deja en los propios establecimientos, ya no fuera porque no hay ninguna redistribución de los ingresos que genera", indica Ramis.

"Que tengamos más hoteles de lujo no revierte directamente en una mejora de la sociedad porque los beneficios se quedan en la propia empresa y en el propio círculo cerrado que eso implica" y resalta que "en hoteles de lujo la gente no cobra más, no vive mejor, no tiene garantizadas unas mejores condiciones laborales".

En este sentido, alerta de la peligrosidad de caer en el discurso xenófobo y racista. "Por una parte criminaliza un determinado tipo de turismo popular, de clases medias-bajas, y luego, por otra, cuestiona a la misma mano de obra que necesita ese modelo para tirar adelante", incide.

Para Ramis, esta tendencia expone que "los hoteles de lujo necesitarán menos manos de obra, por lo que serán menos, pero más exclusivos y por tanto, no necesitaremos tener tanta gente migrando a nuestros territorios y haciéndonos competencia en vivienda o trabajo". Así, resalta que "ahora todo es turismo y lo que necesitamos es discriminar por tipo, por origen o por nivel adquisitivo y, lo que dice un compañero de investigación es a ver, no hay ricos para todos" 

 

Decrecer como solución

"Nosotros nos enfocamos en la necesidad de un cambio de modelo económico, que pase por el decrecimiento turístico y eso pasa por decrecer en plazas, tanto de hoteles como de alquiler", incide la también licenciada en Física. 

Ramis habla de "una sobrecarga" en los recursos, en el territorio y también en la población residente. Además, expone que la diversificación no implica traer "a turistas diferentes" sino "bajar el peso del turismo en nuestra economía".

Así, insta a las instituciones a invertir en formación para que la gente pase de un sector a otro y acompañar en el proceso de cambio, algo que podría hacerse con la propia tasa turística, idea. 

Desde la asociación medioambiental no solo se promueve el decrecimiento turístico, sino que se exige un control para impedir la compra de vivienda en las islas por no residentes.

"Todo el tema turístico va ligado a una especulación inmobiliaria y de la construcción superpotente, que ahora se está cebando con el suelo rural", la activista relata la precariedad y las cargas de trabajo que van asociadas al empleo turístico, como ocurre en Canarias.  

En Baleares, incluso, se ha apostado por aprobar un decreto ley que "legaliza todo un sin fin de usos y construcciones ilegales en suelo rústico y les da la posibilidad de tener actividad turística. Es un despropósito". 

 

El gran problema de la vivienda

Tanto las poblaciones de Canarias y Lanzarote como Baleares sufren las dificultades para acceder a una vivienda en venta o alquiler. El concepto del trabajador pobre engloba ya a todas estas personas que, aún en el mercado laboral, no pueden arrendar una casa ni mucho menos, comprarla. "La especulación, las segundas residencias, los nómadas digitales, la gente que viene porque se puede permitir trabajar aquí, pero no vive aquí, hay un mercado muy perverso, con fondos de inversión detrás", ejemplifica durante una llamada telefónica. 

Las islas Baleares también sufren las dificultades para que funcionarios públicos, tanto profesores como sanitarios, puedan vivir en las islas de destino. "En Ibiza más que en Mallorca, tenemos gente viviendo en caravanas durante todo el año y profesores que, durante el invierno encuentran alguna cosa para alquilar, pero cuando llega el verano las ponen a disposición del alquiler turístico", continúa.

Una de las diferencias de las islas mediterráneas es que el turismo es más estacional, propio de los meses de verano, mientras que en Canarias se extiende alrededor de todo el año. 

Manifestación del 20 de abril contra la masificación turística en Lanzarote. Foto: Andrea Domínguez.
Manifestación del 20 de abril contra la masificación turística en Lanzarote. Foto: Andrea Domínguez.

 

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