Con permiso de la escasez de vivienda, que preocupa a la inmensa mayoría de los lanzaroteños, la gestión del agua es el mayor problema de la isla según el 24% de los residentes.
Y no es para menos. La empresa adjudicataria pierde, año tras año, la mitad del agua que fluye en la red pública y todos los días hay localidades de la isla que se despiertan sin agua.
Así, el 60 aniversario de la primera desalinizadora de Europa, que consiguió agua potable para los hogares de Lanzarote, está pasando sin pena ni gloria.
Pero fue un hito histórico sin precedentes que impulsó el desarrollo económico de la isla. Hasta mediados del siglo XX los conejeros dependían de las escasas lluvias sobre Lanzarote para llenar sus aljibes y maretas con agua potable.
Durante siglos esa incertidumbre provocó el éxodo de miles de lanzaroteños a otros lugares donde el suministro de agua permitiera una agricultura y una vida con más garantías.
En los años 50 del pasado siglo la extracción de agua del macizo de Famara se mostró insuficiente, de modo que seguían llegando barcos con agua potable desde Gran Canaria y Tenerife para ser luego transportada en camellos y carros`por el territorio isleño.
En 1965 comienza a manar agua potable en los hogares
Todo cambió a principios de 1965 gracias al empeño de un ingeniero naval de La Vegueta, Manuel Díaz Rijo. El ilustre tinajero había observado desde principios de esa década cómo Estados Unidos había impulsado la desalinización para abastecer a sus barcos.
Desde entonces su objetivo fue “considerar Lanzarote como un gran barco fondeado en el Atlántico, entre cuya maquinaria se incluyese una planta desalinizadora del agua del mar”.
Primero probó con la administración pública, con escasa suerte, y terminó acudiendo a la iniciativa privada. Así surge la empresa Termoeléctrica de Lanzarote SA (Termolansa), que compra la central eléctrica de Arrecife y se hace, mediante concurso público, con la adjudicación del servicio de abastecimiento de agua potable para la capital lanzaroteña.
A continuación, Termolansa firma un acuerdo con las empresas estadounidenses Westinghouse y Burns and Roe. La primera había diseñado una desaladora para San Diego, en California, y la segunda la construyó.
Así se traslada ese modelo a Lanzarote y la construcción de la primera desalinizadora conejera concluye a finales de 1964. En paralelo se fueron instalando las tuberías para la distribución del agua.
En la primavera de 1965 comienza a llegar el agua potable directamente a los hogares de Arrecife. La desaladora podía llegar a producir entonces hasta 2.300 metros cúbicos de agua potable y 1.500 kilovatios cada día.
Comienza así una época en que Lanzarote y Canarias en su conjunto se convierten en un referente mundial en tecnologías de desalinización y en los procedimientos asociados de instalación, operación y mantenimiento, explotación, investigación, desarrollo e innovación.
En la actualidad, las desalinizadoras son una fuente de preocupación por su coste ambiental, por los vertidos a la costa y el empleo de químicos, así como su uso intensivo de electricidad.
Pero no se puede olvidar que la llegada de las desalinizadoras a Lanzarote transformaron completamente la vida de la isla y potenciaron su desarrollo económico más que ninguna otra innovación anterior en su historia.