Después de haberlo encontrado en los estómagos de cetáceos, tortugas, peces e, incluso, medusas, a los científicos que estudian este tipo de contaminación en Canarias no les ha extrañado que las aves marinas tampoco se libren de la plaga del plástico, aunque no esperaban que algunas especies estén tan afectadas: 9 de cada 10 pardelas lo ingieren.
Las aves marinas sufren como pocas especies el castigo de los excesos del desarrollo humano. De hecho, se estima que sus poblaciones se han reducido un 70 % desde 1950 y, en la actualidad, se considera que el 28 % de todas sus especies está amenazada.
Por eso, un equipo de investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) ha realizado un estudio sobre cómo afecta la enorme cantidad de plástico que arrastra la Corriente de Canarias (se calcula que hay un millón de fragmentos por kilómetro cuadrado, solo en superficie) a unas islas que representan un punto clave en la reproducción y en las migraciones de especies como la pardela atlántica, la gaviota patiamarilla o el paíño de Madeira.
El resultado lo avanzan este mes en SSRN, la plataforma de prepublicación de una de las editoriales científicas más importantes, Elsevier, en un artículo cuyos primeros firmantes son Alberto Navarro, del Instituto de Investigación en Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (Ecoaqua), y Octavio Pérez, y del Instituto de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias (IUIBS).
Para llegar a sus conclusiones, analizaron 88 aves de 14 especies diferentes que murieron de 2020 a 2021 en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Gran Canaria, bien por los problemas que presentaban, o bien porque las sacrificaron al considerarlas irrecuperables y de imposible devolución al medio natural.
En la muestra del estudio, abundaban tres aves en particular: la pardela atlántica (Calonectris borealis, 45 ejemplares), la gaviota patiamarilla (Larus michaellis, 20) y el paíño de Madeira (Oceanodroma castro, 5). Y son justo las tres que presentan mayor proporción de ejemplares con plástico en el estómago: el 100 % de los paíños, el 88 % de las pardelas y el 35 % de las gaviotas.
La media de fragmentos de plástico en el aparato digestivo de cada pardela afectada (40 de las 45) fue de siete, en su mayoría trozos de sedal de pesca (73 % de los casos), con un ejemplar en cuyo estómago se recuperaron 23 plásticos. Algo similar se observó en los paíños, con una media de 5,6 plásticos con ejemplar (en su caso, el 78 % fragmentos) y un ave con 10 trozos de plástico en su cuerpo.
En el caso de las gaviotas, siete de los 20 ejemplares habían comido plástico. En su caso, la media fue de 0,65 fragmentos por ejemplar estudiado, con casos máximos de cuatro.
Los autores remarcan que las aves pudieron ingerir esos fragmentos de plástico y de líneas de pesca tanto por equivocación, como al comer peces que los habían ingerido antes que ellas.
El estudio también analiza si las aves presentaban en su organismo restos de contaminantes químicos que pueden asociarse al plástico, bien porque están entre sus componentes, o bien porque los fragmentos los absorbieron del agua mientras flotaban en el mar.
Todas las aves estudiadas tenían trazas del bifenilo policlorado número 153 (PCB 153, por sus siglas en inglés), el 95 % presentaba diclorodifenildicloroetileno (d,p'-DDE); el 94 %, hexaclorobenzenos y PCB 138; el 93 %, naftalina; y el 92 %, fluoreno.
Los autores subrayan que todos esos contaminantes se han documentado en fragmentos de plástico en el mar, aunque en este caso no pueden establecer si las aves los ingirieron al comer presas que ya los habían acumulado o al tragarse los residuos sintéticos que tenían en el estómago.
En cualquier caso, subrayan, hay que investigar si los plásticos están transfiriendo contaminantes químicos a lo largo de toda la cadena alimentaria, "puesto que la ingestión de plástico ocurre prácticamente desde la base".
Y, al respecto, recuerdan el resultado de otro reciente estudio de la ULPGC: en algunos puntos de las aguas que rodean a Gran Canaria hay el doble de plástico, en peso, que de zooplancton.