"Para mí ha sido un shock. Es de lo peor que he vivido en mi vida". Así resume Verónica Tribaldos la pesadilla que ha sufrido este viernes, que ha comenzado instantes después de aterrizar en el aeropuerto de Lanzarote. "A los tres o cuatro minutos veo que entran al avión unos hombres vestidos de blanco, con escafandra, con guantes, con de todo, y digo: Aquí pasa algo".
En ese momento, ni ella ni los otros 140 pasajeros de ese vuelo procedente de Madrid sabían que habían compartido avión con un hombre que acababa de dar positivo en las pruebas de Covid-19. Y en el caso de Verónica, sentada en la misma fila, la 36, aunque al otro lado del pasillo. "Los dos hombres se han parado frente a mí y me han dicho: Se tiene que levantar, ir al principio del avión y quedarse ahí. Y deprisa", ha relatado a La Voz esta pasajera, que explica que al verlos de cerca ha visto que eran agentes de la Guardia Civil.
Entonces ha cogido su bolso sin saber qué ocurría y se ha dirigido a la parte delantera, donde ha permanecido unos 15 minutos "esperando instrucciones". "La gente miraba para todos los lados y preguntaba qué pasaba", explica Verónica. Ella cuenta que en ese momento ya estaba "muy nerviosa", pero lo peor estaba por llegar. "Cuando he bajado del avión y he visto una ambulancia en la pista, me ha flasheado tanto que he pensado: Igual me muero".
"He pensado que en 14 días podría estar muerta"
Verónica ha sido de las primeras en bajar del avión y lo ha hecho con ayuda del personal de asistencia a personas con movilidad reducida, ya que sufre una enfermedad muscular que en ocasiones le obliga a desplazarse en silla de ruedas. "La ambulancia no era para mí, pero cuando la he visto se me ha pasado eso por la cabeza: que en 14 días podría estar muerta", recuerda aún con el "susto" en el cuerpo.
En ese momento ya le habían informado de que había un pasajero con coronavirus en el avión, pero lo que no sabía todavía es que se sentaba en su misma fila. Eso se lo ha dicho después, ya en tierra, uno de los agentes de la Guardia Civil que habían subido al avión. "Le agradezco mucho que me lo haya contado, porque tenía necesidad de saberlo", afirma, pese a que eso ha hecho aumentar su preocupación.
"Luego me he ido calmando, hablando por teléfono con mi hermana", explica. Y es que aunque admite que el "temor" a haber sufrido un contagio sigue ahí, cree que las posibilidades son escasas, porque no ha llegado a estar a menos de dos metros del pasajero afectado. Además, tiene 42 años y no sufre patologías que puedan complicarse con el Covid-19, por lo que no está en los grupos de riesgo de cara a sufrir esta enfermedad. "Si la tuviera, pues se peleará", afirma.
"Le diría que es un canalla y un irresponsable"
De momento, tanto ella como el resto de pasajeros del vuelo deberán guardar cuarentena durante 14 días. En algunos casos, han sido trasladados a uno de los hoteles de Puerto del Carmen que se habían puesto a disposición del Cabildo para esta crisis sanitaria, pero Verónica se ha ido a la vivienda que tiene su familia en Arrecife, donde estará sola porque su familia vive en la Península.
Ahora afirma que intenta "vivir un poco tranquila" esa cuarentena, y la mayor preocupación ha pasado a estar en tranquilizar a su madre, que tiene 76 años y problemas de salud. "No quiero hacerla sufrir mucho, pero se ha enterado por la prensa y ha empezado a preguntarme cosas por teléfono", relata. La otra preocupación inmediata está en los perjucios que le va a causar esta cuarentena forzosa, ya que está en plena mudanza de Lanzarote a la península y tenía previsto marcharse de nuevo el próximo día 2 de junio, para continuar allí el negocio que estaba emprendiendo.
"Si pudiera hablar con ese pasajero le diría que es un canalla y un irresponsable. Me gustaría verlo cuando se mejore y que me pague lo que me ha hecho perder. Y al resto de la sociedad también", sentencia Verónica. "Ha generado un problema muy grave, ya no solo por la salud de toda la gente que iba el avión, sino de toda la isla. Y a mí me ha truncado parte de mi trabajo y me ha hecho perder dinero. Me parece muy mal. Me parece una falta de respeto hacia toda España por parte de él. Podía haberse esperado a que le dieran el positivo o el negativo de la prueba. Es una falta de respeto a todo el país", cuestiona indignada.
Tal como ya había informado La Voz, el pasajero afectado -que es residente en Lanzarote y se había desplazado a la Península para asistir al funeral de su madre- había estado en contacto con un posible foco de contagio y se le hizo la prueba del Covid-19. Pero sin esperar a los resultados y sin guardar el aislamiento que debía seguir por ser un caso sospechoso, subió al avión. Fue al ir a notificar el resultado positivo cuando las autoridades sanitarias supieron que había cogido un vuelo, por lo que un dispositivo de la Guardia Civil, del Consorcio de Seguridad y Emergencias y del Servicio de Urgencias Canario estaba esperando el vuelo a su llegada a la isla.
Ni siquiera les tomaron la temperatura en Madrid
Además de criticar la "irresponsabilidad" de este pasajero, Verónica también cuestiona cómo se están gestionando los aeropuertos ante la crisis del Covid-19. "Estamos en medio de una pandemia. Lo mínimo es que se gasten dinero y nos hagan pruebas antes de volar", reclama. Sin embargo, según afirma, en este caso ni siquiera se habían cumplido las normas más básicas que sí están establecidas, como tomar la temperatura a los pasajeros. De hecho, ha sido al llegar a Lanzarote cuando se ha realizado ese control, y otra de las personas que viajaba en el avión ha dado 38 de fiebre.
En Madrid, según Verónica, ni han utilizado termómetros en los controles ni le han pedido siquiera el documento que deben llevar los pasajeros declarando que el viaje obedece a causas justificadas, como motivos laborales o sanitarios. "El justificante no nos lo han pedido hasta que hemos aterrizado en Lanzarote", explica, señalando que "los aeropuertos están muy mal gestionados" y hay "muchas irregularidades".
Además, afirma que entre los pasajeros con los que ha podido hablar durante las horas de espera en el aeropuerto, había algunos que venían "de semivacaciones" a la isla. "Ha habido gente muy irresponsable en ese vuelo", lamenta.
Lo único que afirma que sí se había cumplido son las distancias dentro del avión, ya que los asientos del centro iban libres. Así, no había nadie sentado junto al pasajero con Covid-19, que viajaba junto a la ventanilla. El más cercano era un niño de unos 8 años, según Verónica, que no sabe si viajaba o no con él. Ella, se sentaba al otro lado del pasillo, en un asiento que difícilmente olvidará: el 36-C.
Momentos "de mucha tensión" en la terminal
En cuanto a las tres horas y media que han pasado los pasajeros en el aeropuerto de Guacimeta, afirma que han sido momentos "de mucha tensión". Según explica, al salir del avión les han llevado a la zona de embarque de la T1, donde les han ido repartiendo por grupos y les han ido dando información y tomándoles los datos. "Nos han explicado que teníamos que hacer cuartentena obligatoria y total", señala.
En su caso, ha sido a las 16,20 horas, casi tres horas y media después de aterrizar, cuando ha podido salir por fin para su casa, en uno de los vehículos de emergencias que se han movilizado para trasladar a los pasajeros. Y durante ese tiempo, ni siquiera han podido comer. "Cuando iban a empezar a traernos nos han dado una botella de agua a cada uno, nada más", explica.
Así, la primera vez que ha podido comer algo ha sido ya casi a las 19 horas, cuando una amiga se ha acercado a dejarle algo de comida en la puerta, porque ella no puede salir de casa ni para comprar a causa de la cuarentena.
La "segunda peor" experiencia, después de la que vivió a los 7 años
"Es la segunda peor experiencia que he vivido en toda mi vida", precisa Verónica al ir relatando lo que han supuesto estas últimas horas. La primera, cuenta que la sufrió cuando tenía 7 años y se enteró por la televisión de que su padre había sufrido un atentado terrorista. En ese momento vivía en Pamplona y su padre era Policía Nacional. "Ese día no me llevaron al colegio por la mañana y yo notaba que había mal rollo en mi casa, pero no lo terminaba de entender. Mi madre lloraba y mi hermana mayor también, pero no me dijeron nada", recuerda.
Finalmente, afirma que entendió lo que estaba ocurriendo cuando vio a su padre en televisión, en la cama de un hospital. Sobrevivió al atentado de ETA, pero Verónica cuenta que le quedaron secuelas tanto físicas como psicológicas. "Este año está siendo duro porque mi padre murió el año pasado", añade Verónica, que explica que eso le ha llevado a vivir aún peor el episodio de este viernes, al no encontrarse en un buen momento emocional.
Viaje por mudanza y motivos laborales
Respecto al motivo de su viaje, Verónica explica que es empresaria y tiene un criadero profesional y federado de perros, que pretendía instalar en Lanzarote. Sin embargo, poco antes de empezar la crisis del Covid-19 cambió de planes y decidió regresar a la Península, pero el estado de alarma le pilló en plena mudanza.
De hecho, había dejado tres perros en un hotel canino de la isla y no había podido venir hasta ahora a recogerlos, por las restricciones decretadas en toda España. Finalmente, con las nuevas actividades permitidas con la desescalada, este viernes se subió a un avión, con la intención de recogerlos y de regresar la próxima semana, pero el coronavirus ha vuelto a truncar y a retrasar sus planes.