Mary lleva más de 10 años sumergida en el mundo de las oposiciones al Cuerpo de Maestros y Maestras, mientras que Alicia se presenta este sábado por primera vez, con los nervios a flor de piel.
Incentivadas por la calidad de vida y la estabilidad, ambas tenían claro desde el comienzo de sus carreras universitarias que querían formar parte del sistema público de enseñanza y se mentalizaron para el duro camino que les quedaba por delante.
Sin embargo, en este tiempo se han encontrado con soledad, incomprensión, autoexigencia y un sistema que consideran “injusto", ya que depende de la “suerte”, aunque todo ello no ha sido suficiente para alejarlas de su objetivo.
“No voy con la intención de sacar plaza este año, voy más bien a ver el examen y a buscar el aprobado, porque conseguirla el primer año es casi imposible”, explica Alicia.
Por otro lado, Mary, a pesar de haberse presentado a cuatro convocatorias y haber sacado un 9 y un 8,5 en dos ocasiones, sigue sin plaza fija. Este año ha decidido que se presentará solo para firmar, ya que con sus responsabilidades actuales le ha sido imposible dedicarle suficiente tiempo al estudio.
Una prueba solitaria que te hace sentir culpable por socializar
Alicia y Mary insisten en que, en términos de salud mental, las oposiciones son una prueba durísima que muchos no valoran o no entienden el sacrificio que suponen, porque a veces te ves obligado hasta a “suspender tu vida por completo”, especialmente si trabajas.
La joven explica que en los primeros meses de estudio le dedicaba unas ocho horas diarias de lunes a sábado, pero en los últimos meses estudiaba todo el día, los siete días de la semana, sin prácticamente descanso, lo que le impedía acudir a muchos planes.
“Es un recorrido bastante complicado porque tu familia y amigos no entienden que dejes de hacer cosas porque tienes que estudiar”, relata Alicia. “Cuando estás en la universidad todo tu entorno está estudiando, y coinciden los períodos de exámenes, pero ahora tus amigos están trabajando y te pasas todo el día estudiando, sola”, añade.
“Yo recuerdo haberme presentado estando embarazada. Tenía que trabajar y estudiar a la vez, fue un esfuerzo enorme y al final para nada”, cuenta Mary.
Además, Alicia recalca que conllevan una gran responsabilidad porque “siempre quieres dar la nota y que te salga bien”. Mary coincide y admite haberse sentido culpable por tomarse un fin de semana libre para pasar tiempo con sus amigos en vez de estar estudiando.
“Al final, si no consigues plaza, es un año perdido en todos los sentidos, y sin la certeza de que la vayas a conseguir en la siguiente convocatoria”, insiste la opositora habitual.
Un sistema “que no evalúa tus conocimientos” y depende de la suerte
Ambas opositoras coinciden en que el sistema para acceder al Cuerpo de Maestros y Maestras es “totalmente injusto”, ya que “no evalúan tus conocimientos, sino la rapidez”. En tan solo cuatro horas y media, los participantes de la prueba tienen que realizar dos exámenes y superarlos con creces para acercarse al objetivo de conseguir una deseada plaza, aunque sin garantías de que ello ocurra.
La primera mitad de la prueba es teórica, donde el opositor u opositora tiene que desarrollar dos temas al azar, en función de las bolas que salgan de un sistema de selección aleatoria.
“Si vas con los 25 temas aprendidos a la perfección, genial, pero seamos realistas, la mayoría siempre se deja algún tema, por lo que se convierte en una cuestión de suerte”, opina Alicia. “Es paradójico que la propia educación siempre hable de innovar y de la importancia de aprender, pero luego sean ellos mismos los primeros que hagan un examen de desarrollo y que te juegues todo en un tema”, añade.
En esa línea, Mary recuerda también en el problema de la subjetividad, ya que los integrantes de los tribunales “evalúan a su manera”, a pesar de los criterios de corrección comunes.
Como solución, ambas proponen un examen tipo test donde “realmente demuestres tus conocimientos sobre varios temas”, no solo uno o dos en concreto.
Mientras tanto, la segunda parte del examen presenta un supuesto, con todo tipo de problemas que pueden surgir en el aula, de manera que el opositor u opositora tenga que resolver la situación mediante una programación y un análisis del contexto, entre otras cosas.
“No es algo lógico porque no te van a pasar tantos problemas a la vez en el cole y al final siempre cuentas con tus compañeros, con el equipo directivo y siempre tienes manuales que consultar, mientras que en el examen todo es de memoria”, explica la joven opositora. “Es como lo que hemos hecho de toda la vida, estudiar de memoria y vomitarlo en los exámenes”.
“Los interinos deberían luchar por unas plazas y los nuevos por otras”
Desde la experiencia, Mary opina que una de las claves para que este sistema fuese “un poco más justo” sería que se hiciesen dos oposiciones diferentes, una de promoción interna y otra para los nuevos, de manera que todos estuvieran en “igualdad de condiciones”.
“Estudiar vamos a estudiar todos, pero no vamos con las mismas posibilidades”, cuenta. “En mi tribunal un año hubo gente que sacó un 5 en el examen y consiguieron plaza y yo con un 9 me quede fuera, todo por los méritos que tenían”.
Tampoco entiende por qué las plazas se reparten por tribunales, ya que esto supone enfrentarse a una ruleta rusa de competidores. “En todo caso debería haber un número de plazas en general, no por tribunal”, sostiene Mary. “A mí me paso un año que la mayoría de personas que había en mi tribunal llevaban más de 10 años trabajados, y en otro tribunal había menos interinos, pero la suerte jugó en mi contra”.
El limbo de los opositores: sin plaza y sin rumbo fijo
Los opositores más veteranos, como Mary, llevan años viviendo en la inestabilidad laboral, rotando de un centro a otro sin casi previo aviso.
“Llegué a recorrer casi todos los colegios de Lanzarote en un solo curso y en Fuerteventura me pasó lo mismo”, explica la mujer. “Te llamaban de un día para otro y tenías que ir corriendo, era una locura porque a lo mejor te buscabas un alquiler y a los quince días se te acababa el contrato porque se incorporaba la persona que estabas sustituyendo”.
No obstante, tras 10 años trabajando como maestra, solamente los últimos cinco ha conseguido estabilidad en un colegio, aunque insiste en que sigue “en un limbo”. “Si es cierto que ahora ya no tengo la obligación de presentarme, antes si no lo hacías te echaban para atrás en las listas, pero es verdad que todavía tengo que luchar por una plaza”, añade Mary.
Por su parte, Alicia intenta ver la parte positiva, alegando que la experiencia te permite rendir mejor en los exámenes y trabajar de lo que realmente te gusta por el camino, aunque las condiciones no sean las mejores.
“Una vez te metes en este trabajo temporal, los horarios son más compatibles con el estudio y al final es experiencia que te vale para los supuestos del examen, algo mucho más complicado de compaginar si trabajas en supermercados o comercios, por ejemplo”, opina la joven.
Denuncian pocos cambios en el sistema tras años de quejas
Las reclamaciones de estas dos mujeres no se tratan de casos aislados, sino que muchísimos opositores lo llevan denunciando durante años, pero el sistema se ha mantenido sin grandes cambios, al menos de momento.
“Al final es poner un examen tipo test y que todo el mundo luche por las mismas plazas, que compitamos todos con todos, no entiendo por qué no se ha producido un cambio ya”, dice la veterana.
Sin embargo, tanto Mary como Alicia tienen pensado, como muchos otros opositores, seguir luchando por su sueño de ejercer como maestras en colegios públicos, si este año no hay suerte. Porque insisten en que aunque estudies mucho, al final se trata de eso, de un poco de suerte.