Tres generaciones diferentes y una pasión común: vivir de la música en Lanzarote

Aithor Hernández, Arminda Martín y Ángel Gopar cuentan sus experiencias, todas diferentes entre ellas, de cómo han vivido el género en la isla

21 de septiembre de 2022 (14:33 CET)
Actualizado el 21 de septiembre de 2022 (14:33 CET)
Aithor Hernández, Arminda Martín y Ángel Gopar
Aithor Hernández, Arminda Martín y Ángel Gopar

Todas las personas tienen un cantante favorito, un grupo de música o un estilo musical preferido. Hay música para todos los momentos, y para muchos es necesaria para poder sobrellevar el día a día. Sin embargo, para algunos no es solo un disfrute, sino un trabajo del que vivir. 

Es el caso de Aithor Hernández, Arminda Martín y Ángel Gopar, tres personas de generaciones diferentes pero con la misma pasión por la música. Ellos viven el género desde tres perspectivas diferentes: Aithor está empezando, Arminda lo compagina con otros trabajos y Gopar lleva más de 30 años dedicándose sólo a la música. 

 

Aithor Hernández, de tocar con 13 años en Lanzarote a ir de gira a Galicia

Aithor Hernández es un joven saxofonista de 27 años que, después de dedicarse a la música de forma “semiprofesional” a lo largo de su vida, ha decidido dedicarse única y exclusivamente a ello este año. Antes, su profesión principal era la de técnico de sonido, llegando incluso a trabajar en Radio Nacional de España, y anterior a eso fue cocinero de un restaurante de la isla. 

Empezó a conseguir algo de dinero con apenas 13 años, en la orquesta Rikabanda de Lanzarote, y a partir de ahí fue un fijo en estas agrupaciones de la isla. Hasta que en 2015 recibió la llamada de la orquesta Armonía Show, de Gran Canaria, para hacer una gira en Galicia en un verano. 

“A partir de ahí me quedé en Las Palmas, para trabajar y estudiar”, señala Hernández. Además, esa gira fue un punto de inflexión en su profesionalización musical, ya que posteriormente hizo otra gira con la misma orquesta, y otro año una con la orquesta Grupo Bomba de Fuerteventura, mientras continuaba con sus estudios musicales.

Hernández regresó a Lanzarote a vivir con su pareja, y después de meditarlo mucho, decidió meterse de lleno en la música: se dio de alta en autónomos y empezó a tocar en hoteles. “Es algo que siempre he querido pero nunca me he atrevido. Ahora por cosas de la vida, me surgió la oportunidad de dar el paso y probar”, explica el joven saxofonista.

Aithor reconoce que lo que realmente es difícil para arrancar la vida profesional de músico son las “barreras psicológicas” que se pone cada uno. “A veces tenemos nivel de sobra para desempeñar algún trabajo pero no nos vemos capacitados. Muchas veces es solo cuestión de cerrar los ojos y tirar para adelante”, añade Hernández, que hace especial énfasis en que “con confianza, seriedad y constancia, todo llega”. 

El saxofonista reconoce que la singularidad de Lanzarote hace que en el mundo de la música “todos se conozcan”, y que incluso si aparece alguien nuevo “se le saca ficha rápido”. 

Además, Aithor Hernández resalta una de las principales herramientas para darse a conocer en el mundo de la música: las redes sociales. “Antes costaba muchísimo más trabajo llegar a la gente, hoy en día encontramos todo únicamente moviendo un dedo en una pantalla”, señala. 

La idea principal del joven saxofonista es poder dedicarse durante el máximo tiempo posible de forma profesional a la música. “Estaría feo que ahora, una vez dentro, diga lo contrario”, asegura entre risas, y añade que espera dedicarse a la música “todo lo que pueda”.

Aithor Hernández
Aithor Hernández

“Por lo menos que pueda justificar tantos años invertidos y tantas molestias a los vecinos”, añade Aithor, quien poco a poco va teniendo más trabajo en la isla como músico profesional, actuando en hoteles y en diferentes eventos de la isla. 

Aithor Hernández le manda un mensaje a aquellos jóvenes que, como él hizo, tienen en mente dedicarse de forma profesional a la música: “No tengan miedo, que es sacrificado, pero es dedicarse a transmitir sensaciones y sentimientos a los demás y no hay cosa más bonita en el mundo como la música. Poder vivir de ello es maravilloso”, concluye.

 

La música, una “terapia” para Arminda Martín

Arminda Martín es una mujer que ha desempeñado diferentes trabajos a lo largo de su vida, y siempre los ha compaginado con la música. Desde vendedora de ropa, pasando por conductora de guaguas hasta esteticien, que es el último proyecto laboral en el que está inmersa, aunque siempre con la música de acompañante. 

Y es que arrancó de muy joven en el mundo de la música, con 17 años, y de una forma casual. “Escuché música desde mi casa, y era que estaba junto al local de la orquesta Son Caribe. Entré de curiosa ahí a ver si podía ayudar a la chica a cantar la canción ‘La chica del apartamento 512’, y ahí empezó todo”, narra. 

La cantante se subió al tren de la música, un ferrocarril del que no ha bajado nunca y del que espera no hacerlo. El atrevimiento y la “poca vergüenza”, en el buen sentido de la expresión, le sirvió a Arminda para empezar en la música en Lanzarote. “Recuerdo que mi madre me dejó ir a una verbena, y le pedí a la chica de la orquesta que estaba que me dejase cantar la canción ‘Amor Prohibido’. Al bajar, el concejal de Festejos me pidió si me podía presentar al festival de ese año”, relata la cantante.

Esa primera toma de contacto con el público fue muy fructífera para ella, porque al margen del resultado, que reconoce que no fue el esperado, le enseñó que la música sería su pasión el resto de su vida. A partir de ahí, y hasta 2004, compaginó sus obligaciones laborales con ser la cantante de la orquesta Güiracaibo, en la que estuvo casi cuatro años, para posteriormente adentrarse en las actuaciones en los hoteles. 

Sin embargo, reconoce que nunca pudo llegar a dedicarse íntegramente a ese trabajo. “Siempre tuve que compaginarlo, porque pese a que en hoteles tenía un sueldo de 700 euros, si faltaba un día tenía que pagar de mi bolsillo a la sustituta, lo que ya se volvía poco rentable”, señala. 

“Yo sé que si me lo propusiera podría trabajar solo de la música, pero ahí estás sacrificando a la familia. La mayoría de trabajos en hoteles son de noche, y eso afecta a todo”, explica Arminda. Además, reconoce que la labor de autónomo siendo músico es aún más sacrificada, ya que además de tener que cumplir el pago de las cuotas de autónoma, tiene que abonar el material que utiliza. “Al final, siempre son más pérdidas que ganancias”, añade. 

Arminda Martín asegura que para ella, la música se convierte en una “terapia”, necesaria para su día a día. “Puedo estar un día enferma, sin ganas de nada, pero es subirme al escenario y si no es con la primera canción, con la segunda ya me olvido de todos los males”. 

Arminda Martín
Arminda Martín

Esa pasión por la música va en aumento a medida que avanzan los años. Además, reconoce que aún tiene esos nervios que tenía cuando era más joven, y que lo experimentó más aún hace pocos meses: “Me llamaron para hacer una sustitución con el grupo Mambo Latino y me puse muy nerviosa. Lo pasé genial, ver disfrutar y bailar al público no tiene ningún precio ni comparación”, afirma.  Además, Arminda inició el pasado año otra aventura musical, que reconoce que también fue un sueño, montando el Mariachi La Llorona. 

La música y el arte continúa en la casa de Arminda Martín, ya que su hija está estudiando artes escénicas, y su hijo inició los estudios de trompeta en el Centro Insular de Enseñanzas Musicales de Lanzarote, algo que para ella es un “orgullo”.

“Siempre le digo a mi hija que todo lo que le venga de la música, que es lo que le fascina, que cierre los ojos y que vaya. Todo ese recorrido es experiencia y, al fin y al cabo, siempre vas a aprender”. 

Por último, Arminda invita a esos jóvenes que sueñan con la música, como lo hizo ella en su juventud, a que “intenten” vivir de la música. “Experimenten, luchen por sus sueños, nunca sabes si vas a poder vivir de ello si no lo intentas”, concluye

 

Gopar, un referente de la música en Lanzarote

Hay personas en el mundo que poca gente conoce su nombre completo, y es el caso de Miguel Ángel Gopar, conocido por todos como Gopar, uno de los históricos músicos de Lanzarote. 

Más de 35 años siendo músico profesional le avalan, y ni una pandemia ha podido con su ímpetu y ganas por la música. Arrancó con tal solo 8 años, en la escuela de Florián Corujo, aprendiendo a hacer pulso y púa con la guitarra. Después, ya con 14, aprendió a tocar el teclado. 

Cumplió 19 años y, pese a ser un apasionado por la música, no tenía como objetivo principal dedicarse a ello profesionalmente. El mayor de cinco hermanos decidió con esa edad entrar a trabajar en el hotel Salinas de Costa Teguise, como camarero, para ayudar en la economía de la casa. Lo que menos esperaba es que ahí, sirviendo bebida y comida, se daría cuenta que podría vivir de la música. 

“Allí vi como venían músicos, tocaban en piano bar, dúos, tríos y hasta cuartetos, y analicé y dije que eso lo podía hacer yo”, señala. Ése fue el inicio de lo que sería su vida, tocando en diferentes puntos de la isla y con su guitarra a cuestas, lo que le ha servido para ser uno de los músicos más valorados del panorama insular. 

Pese a que los inicios suelen ser duros, Gopar reconoce que a él “le vinieron solos”. “Había sitios donde cuajaba bien que yo tocara, en hoteles y restaurantes. Lugares que se empezaban a abrir en esa época y para atraer turismo te llamaban”, explica. Además, Gopar compaginó su vida de músico con la labor docente, empezando en 1991 a dar clases en colegios a través de un convenio del área de Cultura del Cabildo de Lanzarote. 

El tiempo fue pasando y Gopar continuó acumulando experiencia en diversos estilos musicales. De hecho, una de sus características principales es la capacidad de participar en estilos muy diferentes, como pop, clásico, rumba, folclore y hasta en un mariachi. “Yo creo que eso se resume en que, al igual que hay gente buena de boca y que come de todo, yo soy bueno de oído y me gustan todos los estilos musicales”, afirma. 

Gopar en una actuación
Gopar en una actuación

 “Debido a esa facilidad quizá es por lo que la gente me suele llamar, pero si yo no puedo llamo a alguno que sí sea capaz. Creo que cada momento tiene su estilo musical, si estamos recibiendo masajes no vamos a poner una canción de ACDC”, explica Gopar, que resalta que si hay algún músico que solo toca un estilo, “tiende a limitarse”. 

Para Gopar, lo mejor de ser músico es la cantidad de contactos que ha conseguido a lo largo de su vida. “El trato del músico siempre es diferente, sobre todo si eres un músico que te portas bien con la gente. Normalmente los músicos tenemos ese carácter, y es lo que nos rejuvenece”, añade. 

 

El Rincón del Majo, una época gloriosa de la música en Lanzarote.

“Bajaba hasta de gente de Haría, y cuando llegaba veía que no podían entrar, porque estaba el local lleno”

Más de 35 años son los que lleva Gopar siendo músico profesional. Y para él si tuviese que elegir una época “gloriosa” sería la que vivió en el famoso pub El Rincón del Majo, situado en Arrecife. Este local fue, durante doce años, el lugar por excelencia de la música en directo de la capital, donde habitualmente los jueves se llenaba de gente que venía de todos los puntos de la isla.

“Bajaba hasta de gente de Haría, y cuando llegaba veía que no podía entrar, porque estaba el local lleno”, asegura Gopar, que hace hincapié en que esa situación ocurría pese al gran aforo con el que contaba el local. 

Una actuación en el Rincón del Majo
Una actuación en el Rincón del Majo

“Por allí pasaron muchos músicos de la isla, e invitábamos a la gente a cantar. Lo pasábamos genial. Incluso de ahí salieron parejas que hoy están casadas, que conozco yo”, añade. 

¿Sería posible que un local como el Rincón del Majo, con música en vivo y colgando el cartel de aforo completo todos los jueves, se pudiera volver a abrir? Gopar se muestra muy positivo al respecto, aunque matiza que habría que estudiar qué tipo de música se tendría que tocar en la actualidad.  “Las generaciones van cambiando, y con ellas los gustos musicales, hay que adaptarse”, concluye. 

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