El derecho a la vida es el más fundamental de los Derechos Humanos pero cuando la vida se choca de frente con una enfermedad terminal y dolorosa, la necesidad de morir con dignidad y sin sufrimiento se vuelve obligatorio. La eutanasia entró en vigor en España el 25 de junio de 2021 y, desde entonces, ha permitido que más de 1.500 personas en todo al país con enfermedades terminales hayan puesto fin a sus vidas sin dolor, según datos del Ministerio de Sanidad.
Canarias fue en 2023 la tercera comunidad de España que más solicitudes de eutanasia registró, 62 en total, de las que 25 fueron ejecutadas.
No cualquier persona puede acceder a esta prestación de muerte asistida, ya que se deben cumplir varios requisitos entre los que se encuentran ser mayor de edad legal y ser consciente en el momento de la solicitud, tener la nacionalidad española o residencia legal en España y fundamentalmente, sufrir una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave certificada por un médico.
"Es lo más positivo para alguien que lo está pasando tan mal"
El padre de Juan Luis Navarro solicitó en septiembre de este año la eutanasia para poder morir de forma digna después de sufrir una enfermedad terminal con la que sufría dolores y con la que su vida se iba apagando muy poco a poco. "Mi padre siempre nos había dicho que antes que sufrir prefería pedir la eutanasia, incluso lo decía antes de estar enfermo", declara Navarro.
"Él estaba muy mal y nos reunió a toda la familia en casa y nos dijo que quería solicitar la eutanasia y lo que hicimos fue respetar su decisión", afirma. "Nos metíamos en su cabeza y ni para uno mismo querríamos estar así de mal como estaba mi padre pero yo me vine a hacer a la idea de su decisión de pedir la eutanasia cuando vimos entrar a los médicos por la puerta de mi casa porque no éramos conscientes al cien por cien", explica.
"Cuando entraron los médicos el día en el que le iban a poner la eutanasia, mi padre nos dijo antes de fallecer: 'Ya vinieron a ponerme las alitas', es una frase que nos marcó mucho a toda la familia", afirma.
En este caso, al fallecido se le dio luz verde a su solicitud en tan solo 15 días, motivado también por la gravedad de su enfermedad. "A mi padre le dijeron los médicos que aunque no recibiera la eutanasia, en aproximadamente dos meses podría morir e incluso dudábamos de si llegaría al día de administrársela", dice.
Juan Luis Navarro tuvo la oportunidad, junto a su familia, de poder despedirse de su padre por todo lo alto, aunque pueda sonar extraño. "El día antes compramos varias botellas de ron porque a él le gustaba mucho e hicimos una fiesta con música donde también cantó mi novia", asegura.
"Estuvimos en casa bebiendo, bailando y disfrutando y, aunque hubo algunas lágrimas, intentábamos que no nos viera mi padre pero él en ese aspecto estaba súper fuerte y seguimos hasta las tantas de la noche con la fiesta", cuenta.
Al día siguiente, día en el que se le iba a prestar el servicio de muerte asistida, su familia estuvo con él hasta su último suspiro, agarrándole la mano para que se fuera acompañado. "Le dijimos todo lo que teníamos que decirle, no se nos quedó nada y la despedida fue muy difícil pero muy bonita, con mucho amor", recuerda. "Mi padre se fue muy tranquilo y no sufrió nada, se fue en paz, y eso es lo más positivo para una persona que lo está pasando tan mal", indica.
La importancia del personal sanitario durante el proceso
El proceso desde que se solicita la eutanasia hasta que se administra suele ser duro, sobre todo, para la familia porque para el enfermo es un alivio. Aquí entra en juego el apoyo y la información que otorga el personal sanitario.
El hecho de pedir la eutanasia es algo que suele impactar mucho a las familias. "Lo suelen aceptar porque sabemos que es un paciente que va a fallecer a corto plazo y que no quiere fallecer mal, sino que quiere despedirse con todas sus voluntades y su familia, y que tengan un recuerdo agradable de él", afirma una de las médicas del Molina Orosa.
"Siempre les decimos que aunque cueste mucho despedirnos, es una persona muy frágil, y debemos respetar las voluntades de las personas y cómo se quieren ir", declara.
Una de las enfermeras que ha realizado junto a la médica una de estas asistencias ha hablado también con La Voz para conocer mejor cómo fue la experiencia que, en su caso, fue la primera. "Cuando llegamos a la casa del paciente, estaba toda su familia allí reunida y estaba todavía durmiendo porque el día anterior hizo una fiesta para despedirse", cuenta. "Cuando se despertó, todos sus familiares comenzaron a pasar a la habitación para despedirse de él", continúa.
"En los últimos momentos estuvo rodeado de toda su familia y vieron cómo se fue en absoluta paz, como si entrara a quirófano y se quedara dormido y después del proceso nos dieron las gracias y estaban felices", comenta.
La carga emocional es tan grande en estas situaciones que "es inevitable romperte con la familia, lloras con ellos pero te queda esa gratificación por ayudar", dice.
Proceso burocrático y de acompañamiento al paciente
Desde el momento en el que se solicita la eutanasia hasta que se administra, el proceso burocrático que conlleva es inevitable para garantizar la legalidad y la seguridad del procedimiento. Suele tardar aproximadamente un mes y medio.
"Lo primero que se hace cuando se solicita la eutanasia es entregar al paciente una especie de formulario e información inicial del proceso y, a raíz de ahí, si el paciente sigue interesado se realizan dos entrevistas posteriores obligatorias en las que suele ir el facultativo que realiza el procedimiento", explica la médica.
Después de este paso, el caso pasa a otro médico que se encarga de evaluar al paciente para conocer sus características y comprobar que el procedimiento se está llevando a cabo de forma correcta. "El caso pasa a una comisión de evaluación multidisciplinar, donde se le da el visto bueno, o no, para seguir adelante, y una vez nos lo dan, en un plazo mínimo de dos días avisamos a farmacia para que nos preparen la medicación", declara.
Un apunte muy importante durante todo el tiempo que dura el proceso es que, en todo momento, el paciente es consciente de que puede retractarse si lo desea, en cualquier punto del procedimiento. "Es un proceso que se suele hacer de la manera más respetuosa posible", asegura.
"El paciente que suele pedir la prestación de ayuda para morir generalmente ya tiene sus voluntades anticipadas y se suele dejar hablar al paciente, porque suelen ir acompañados de pacientes a la reunión pero el familiar queda en un segundo plano mientras escucha las preguntas sobre si tiene apoyo familiar o cómo ve la familia esa decisión", expone.
Administrar la medicación
El paso final de este proceso llega con el momento en el que se administra la medicación, algo que se puede realizar de dos maneras: uno es por vía intravenosa y otra es con medicación oral.
"Lo primero que se hace es darle al paciente una medicación para relajarlo pero, a pesar de que está totalmente tranquilo y que incluso a veces se produce una parada respiratoria antes de llegar al siguiente medicamento, le administramos un anestésico local para evitar que, si se diera el caso, no pudiera sentirlo", explica la médica.
"Yo siempre hago el símil de que ya hay bastantes ayudas para dar vida sin dolor como la epidural, pero también tenemos maneras de irnos sin pasarlo mal porque las experiencias que hemos tenido es que das paz porque solo al decirles que aprobaron la solicitud de la eutanasia, les cambia el gesto", finaliza.