Los bomberos de Lanzarote se han visto "desbordados" en los últimos meses en la isla, especialmente desde el comienzo de la quema descontrolada de contenedores y vehículos. La Voz se ha desplazado hasta el parque de bomberos del Consorcio de Seguridad y Emergencias, para conocer de primera mano, no solo cómo están viviendo la situación, sino también cómo es el día a día en un oficio que tiene una gran carga psicológica.
Los efectivos explican que al ser un sitio tan pequeño, algunas situaciones son más complicadas de sobrellevar, puesto que hay más probabilidades de que un conocido esté implicado en el suceso.
“No es fácil, vas a un accidente o incendio y puede que un conocido esté implicado, a mí me pasó al poco de entrar”, cuenta uno de los bomberos de Lanzarote.
Aumento de incidentes y falta de personal
Si ya de por sí, afirman que Lanzarote registra un número "superior" de incidencias al de muchas grandes ciudades del país, ahora la diferencia se ha hecho aún más notoria.
“La quema de contenedores normalmente va por oleadas, pero en los años que llevo aquí no lo hemos vivido así nunca”, cuenta Mingo Crespo, que lleva 25 años como bombero. “El nivel de los incendios ya está creando una inseguridad enorme en la isla”.
Los efectivos confiesan estar preocupados por la situación, especialmente en Arrecife, y ya no solo por lo que cuestan los contenedores y los vehículos, sino también por la contaminación. “Están quemando basura y plástico que entra por las casas de los vecinos, al final es lo que respiramos”, añade.
Además, cada vez ocurre con más frecuencia que los efectivos se desplacen hasta un suceso y tengan que acudir a otro de urgencia, incluso antes de haber terminado la intervención, volviendo al lugar más tarde. Esto es una consecuencia del aumento de incidencias, pero también de "la falta de personal", apunta el cabo Alexis Corujo.
“Es la gran asignatura pendiente en todos los departamentos, ya sean policías, guardias civiles, u otros, pero entendemos que esto es costoso y no es fácil”, subraya.
Actualmente, el Parque de Arrecife cuenta con cuatro bomberos y un cabo en turnos de 24 horas, más dos o tres en el parque de Uga. “En los últimos años, hemos crecido bastante, pero nos gustaría montar otro dispositivo en el norte o en La Graciosa, pero hace falta infraestructuras y material, entre otras cosas", añade.
Desde accidentes de tráfico o incendios a anillos atascados
“Mucha gente piensa que aquí no trabajamos porque no hay bosque, tienden a asociarnos con los incendios forestales, pero la realidad es en Lanzarote hacemos de todo, vamos al agua, montaña, accidentes urbanos, mientras que en las ciudades tienen equipos específicos”, explica Alexis Corujo, uno de los cabos que lleva 25 años trabajando para el Consorcio.
“No solo nos limitamos a accidentes de tráfico o a incendios, igual nos llama la Policía Local para una colaboración porque un ladrón se les ha escapado por un tejado, o el personal sanitario porque necesita ayuda para bajar un enfermo por una zona estrecha, también hacemos rescates de animales...”, cuenta Mingo Crespo, cabo del Consorcio.
Además, también viven situaciones realmente peligrosas, especialmente aquellas con una gran carga térmica. “Recuerdo un incendio en el sótano de un hotel de Costa Teguise, con una carga térmica brutal y desprendimientos del techo cayéndonos encima”, relata el cabo. “En ese momento piensas dónde estoy metido, no sabía si iba a salir de ahí”.
De vez en cuando también se enfrentan a situaciones más inusuales, como cortar unas esposas de una pareja que “estaba jugando”, o sacar un anillo de un dedo sobredimensionado, por ejemplo. “Generalmente, nos llaman porque los afectados o el hospital no tiene las herramientas necesarias para cortarlo, y nosotros sí”, relata.
La salud mental está constantemente “en juego”
Algunos sucesos suponen experiencias traumáticas también para muchos de los bomberos. “Somos un poco como superhéroes para el resto del mundo, estamos cuando nos necesitan para lo que nos necesitan, pero a veces nuestra salud mental termina viéndose afectada”, confiesa uno de los efectivos. "Date cuenta de que esto es una isla pequeña, hay muchas probabilidades de que conozcamos a los accidentados".
“Cuando estás trabajando no le das muchas vueltas, pero cuando llegas a casa te viene de golpe y con los años va pesando cada vez más. No siempre hablamos de estas cosas cuando llegamos entre nosotros, soltamos algún chiste para olvidarnos del tema porque no es fácil”, explica Alexis Corujo.
Algunos comentan que el momento más duro fue el primer fallecimiento que presenciaron, pero al final “son todos sensibles, especialmente cuando hay niños o personas mayores implicadas".
“Cuando eres nuevo, empatizas más con los accidentados, terminas llevándote esos problemas a casa y no es sano. Con el tiempo aprendes a mantenerte al margen”, cuenta el cabo. “Después ya pasa como todo en esta vida, el cuerpo y la mente se adaptan, aunque siempre hay situaciones puntuales que me han marcado en mi día a día y que no olvidaré jamás”.
Además, algunos bomberos también recuerdan que se trata de un colectivo algo estigmatizado ante los ojos de muchos. “Siempre se tiene que dar la imagen de que tenemos que ser duros y aguantar la compostura, que no podemos mostrar debilidad, pero la realidad es que bajo estos uniformes somos personas”, insisten.
Para hacer frente a esa situación, hay una opción de asistencia psicológica post intervención. “Es verdad que todavía no estamos muy adaptados a ello, no se solicita prácticamente, pero es cuestión de tiempo”, cuenta el cabo.
Unas oposiciones más “complicadas” de lo normal
Ser bombero en Lanzarote es “complicado”, pero también lo es llegar hasta ahí, puesto que las oposiciones exigen conocimientos de muchas áreas que no se piden en otras islas.
“Las oposiciones son complicadas, cada vez hay más información y más gente presentándose, y es normal porque al final tienes buenos turnos, haces una buena labor, es un trabajo bastante llamativo, pero siempre nos vemos justitos con los aprobados”, explica Mingo Crespo.
En esta última convocatoria se presentaron un total de 187 candidatos para tres únicas plazas, por lo que las probabilidades de entrar eran bastante bajas.
Por eso, los bomberos del Consorcio insisten en que “hay que tener paciencia” porque además “es probable que no apruebes a la primera”. “Puedes estar 10 años opositando, es una carrera de fondo”, añade. Además, en Lanzarote hay un handicap añadido: titulaciones específicas.
”Aquí se presentan menos porque pedimos una titulación de embarcación de recreo porque tenemos servicios acuáticos, somos el único servicio de Canarias que lo usa, y también pedimos titulación de vehículos con remolque porque tenemos zódiacs, entre otras cosas”, explica el cabo. “Tienes que ser muy completo en todo”.
Sin embargo, los bomberos apuntan que muchas de las pruebas están algo obsoletas. “No necesitas ser un superatleta en las pruebas físicas. Puedes correr 100 metros en 12 segundos, vale, pero ponme 50 metros con un saco de 80 kilos que simule ser una persona, pruebas de vértigo o claustrofobia, ésas son las que sirven de verdad”, insisten.
De momento, en Lanzarote no hay ninguna mujer bombera, pero el cabo cree que es cuestión de tiempo que alguna apruebe las oposiciones. “Las chicas que optaron en esta convocatoria estuvieron muy cerca, es probable que en la siguiente entre alguna”.
En constante formación
Después de pasar años formándose para entrar al cuerpo, las prácticas continúan a diario, puesto que este es un trabajo de “reciclaje continuo”, como bien cuenta el cabo.
“De lunes a viernes tenemos un calendario de prácticas, ya sea de camillas, motos acuáticas, trabajos en altura con cuerdas y demás”, explica.
“Nuestro abanico de trabajo es tan amplio que podemos ser buenos o no ser buenos, pero queremos ser mejores”, añade. “Cuanto más fresca tengamos la información mejor, porque también se adquieren nuevos materiales o técnicas nuevas y es imprescindible estar actualizados”.
Asimismo, este apunta que también les ayuda a trabajar de “forma más unificada”, lo que se traduce en una actuación más eficaz.
En cualquier caso, todos coinciden en que, tanto la larga y difícil formación que reciben, como las horas que pasan en la calle ayudando a personas, merecen la pena. “Es una profesión muy bonita”, insiste uno de ellos.
“Con los años te va gustando incluso más la profesión, porque es muy satisfactoria. Siempre nos esperan con alegría porque vas a solucionar problemas, somos bien recibidos allá donde vayamos”, añaden.