La lanzaroteña Antía Piñeiro, de 22 años, protagonizó hace algo más de una semana la portada de los medios nacionales tras haber recibido un trasplante de corazón de la mano del mismo cirujano cardíaco que cuando tenía solo un año de vida le intervino en la misma operación en A Coruña.
El destino quiso que la joven y el doctor Francisco Portela se encontraran más de dos décadas después pero esta vez en el Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria. Tras ese primer trasplante, la infancia de Piñeiro fue la de una niña más. "Mi infancia y adolescencia la verdad es que fue muy normal y no tenía muchas limitaciones, es decir, podía hacer deporte e iba al colegio normal aunque siempre acudía a las revisiones con el médico", cuenta.
A pesar de haber sido trasplantada siendo una bebé, la joven nunca vivió con el pensamiento de que en el futuro tendría que volver a ser intervenida para recibir otro corazón. "Siempre existe la posibilidad de que te pueda pasar de nuevo pero la verdad es que no no vivía con el pensamiento de que me van a tener que volver a trasplantar", declara.
El órgano que le fue trasplantado llegó en una situación crítica cuando la vida de Antía corría peligro. El donante surgió cuando la trasladaron desde Lanzarote hasta el hospital de Las Palmas de Gran Canaria y, después de siete días ingresada, apareció un ángel en forma de donante en Canarias. Gracias a ese nuevo corazón, Piñeiro puede llevar hoy en día una vida normal como cualquier otra persona.
El encargado de trasplantar ese corazón fue el cirujano Francisco Portela, que se volvió a encontrar 21 años después con Piñeiro. "Yo era consciente de que él trabajaba en el Negrín pero no tenía ni idea de que iba a retrasplantarme de nuevo", apunta. "Fue una sorpresa cuando me desperté y me lo dijeron porque no lo supe hasta después de la operación y pensé: qué casualidad", señala.
La nueva vida después del trasplante
El postoperatorio de una intervención tan compleja es lento y llevó a la lanzaroteña a comenzar de nuevo en algunos aspectos cotidianos del día a día. "Ha sido complicado porque tuve que aprender a caminar de nuevo de estar tanto tiempo acostada porque estuve un mes ingresada", cuenta.
La calidad de vida de la joven después de la complicada cirugía ha mejorado considerablemente. "Comparado con antes de la operación me siento muchísimo mejor porque antes me faltaba muchísimo el aire y ahora no, tengo muchísima más energía que antes y tengo ya ganas de volver también a mi vida normal", expresa feliz.
Con los avances médicos que existen en la actualidad, el nuevo corazón de Antía Piñeiro tendrá una mayor vida que el que le pusieron hace dos décadas. "He tenido la suerte de tener médicos que siempre me han dicho las cosas como son y según me cuentan, con los avances que hay ahora podré vivir muchísimos años sin tener que enfrentarme a otro trasplante", desvela.
Ahora, la joven solo se centra en disfrutar el momento y no pensar en lo que puede pasar a futuro. "No pienso que tenga que operarme de nuevo porque además es algo que nos puede pasar a todos", afirma la joven.
Nuevos objetivos
Debido al agotamiento que empezaba a tener el corazón de la lanzaroteña, la joven tuvo que dejar un poco de lado los estudios y otras actividades que realizaba. "Me gustaría empezar a estudiar de nuevo porque lo dejé apartado y quiero comenzar Magisterio Infantil", dice.
Además, también quiere continuar con el deporte. "Todavía no puedo porque es muy reciente pero quiero volver a jugar a balonmano, me gustaría bastante", asegura.
Ahora, Piñeiro se enfrenta a una vida nueva llena de oportunidades, todo gracias a un acto altruista como la donación de órganos y al vital trabajo de los cirujanos, médicos, enfermeros y demás personal sanitario que, sin tener capa, se convierten en héroes.