La pardela cenicienta, un bioindicador de plásticos marinos en el Atlántico

Tras más de 1.200 necropsias de pardelas juveniles y adultas de Azores y Canarias, se constató que más del 90% de los juveniles ya contienen partículas de plástico en sus estómagos

12 de junio de 2024 (15:04 CET)
Actualizado el 12 de junio de 2024 (15:26 CET)
Ejemplar de pardela cenicienta
Ejemplar de pardela cenicienta

La pardela cenicienta atlántica (Calonectris borealis), un ave marina que anida en Portugal y España, es una especie clave que puede ser utilizada en el Atlántico Norte como bioindicador de basuras marinas, en concreto plásticos, según un estudio científico internacional.

Investigadores de la Universidad de La Laguna han participado en este trabajo científico, publicado en la revista Environment International, en el que se precisa que un bioindicador es una especie que aporta información sobre el estado del medio ambiente en relación con un contaminante de origen humano, en este caso, los pequeños trozos de plástico que flotan en los océanos, normalmente resultado de la degradación de objetos de mayor tamaño. 

Tras más de 1.200 necropsias de pardelas juveniles y adultas de Azores y Canarias -cuyas causas de muerte fueron naturales o accidentales-, se constató que más del 90% de los juveniles ya contienen partículas de plástico en sus estómagos cuando abandonan el nido. 

Se trata de uno de los valores más altos encontrados en comparación con otras especies de pardela de otras regiones, ha indicado este miércoles la Universidad de La Laguna.

El hecho de que estos juveniles contengan plásticos en sus estómagos, incluso antes de alimentarse, indica que este material es ingerido durante el proceso de alimentación por los padres, en su crecimiento en las zonas de nidificación. 
Tras analizar los datos obtenidos, se definieron los parámetros esenciales para determinar la potencialidad de este bioindicador.

Este trabajo fue liderado por el Instituto Okeanos de la Universidad de Azores con varias colaboraciones internacionales, entre las que destaca la del Grupo de Investigación en Química Analítica Aplicada de la Universidad de la Laguna, liderado por el profesor Javier Hernández-Borges, quienes trabajaron en la identificación de la composición de los plásticos ingeridos por las aves. 

Uno de los datos más relevantes obtenidos es el establecimiento de un valor límite para definir el ‘buen estado ambiental’ en relación al número de partículas de plástico encontradas, de tal forma que los valores por encima del límite establecido señalan la necesidad de controlar y mitigar este contaminante en el medio ambiente. 

Esto permitirá proporcionar información para apoyar la acción política regional, nacional e internacional en zonas del Atlántico Norte que actualmente carecen de una especie bioindicadora eficaz para monitorizar la contaminación por partículas de plástico en los océanos.

El equipo que ha participado en este estudio subraya que no se han utilizado prácticas invasivas para recoger los datos, ya que los juveniles de pardela cenicienta se ven afectados por la contaminación lumínica de las zonas urbanas durante sus primeros vuelos del nido al mar. 

Este impacto visual hace que se desorienten y acaben cayendo al suelo, lo que obliga a rescatarlos mediante campañas públicas de conservación. 

A pesar de los esfuerzos realizados en estas campañas, no todos sobreviven y estos fueron los principales animales utilizados para recoger datos para este estudio.

“Los juveniles víctima de la contaminación lumínica ofrecen una muestra no invasiva y de fácil acceso, lo que los hace científicamente útiles para los programas de seguimiento de basuras marinas, puestos en marcha por varias autonomías de Portugal y España, en el marco de las políticas europeas, en particular la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina”, explica Christopher Pham del Instituto Okeanos, supervisor del estudio.

Dado que la producción y el uso de plásticos sigue creciendo exponencialmente, y que las medidas para gestionar este material después de su uso continúan siendo deficientes, es previsible que el problema ambiental de los plásticos que se introducen en los ecosistemas marinos siga en aumento. 

Esto exige una vigilancia constante y la aplicación de medidas más contundentes, según la autora principal de esta publicación, Yasmina Rodríguez, también investigadora del Instituto Okeanos, que cursó sus estudios iniciales en la Universidad de La Laguna. 

“A pesar de que recientemente se han propuesto diferentes especies como bioindicadoras de plásticos marinos en el océano, hasta ahora muy pocas se han basado en análisis tan exhaustivos que permitan su aceptación efectiva”, explica la investigadora.

Hasta ahora sólo el fulmar boreal (Fulmarus glacialis) se ha utilizado como bioindicador de los desechos marinos flotantes en el Atlántico Norte. 

Es un ave marina emparentada con la pardela cenicienta, pero cuya distribución no abarca los mares del sur de Europa. 

Este estudio, que se llevó a cabo a lo largo de diez años, ha cubierto una importante laguna en la vigilancia de los océanos al permitir identificar a la pardela cenicienta como un buen bioindicador de plásticos marinos y controlar la presión antropogénica en regiones marinas más allá del área de distribución de esa otra especie boreal.

Una de las conclusiones es que, mientras que las pardelas juveniles de las Azores permitirán monitorizar los cambios en la composición del plástico flotante en el Giro Subtropical del Atlántico Norte, procedente principalmente de las costas de Centroamérica y Norteamérica, las pardelas de Canarias lograrán monitorizar las basuras de los caladeros en la costa noroeste del continente africano. 

El seguimiento a largo plazo de los juveniles de pardela en Azores y Canarias convertirá a estos archipiélagos en verdaderos observatorios medioambientales, añade el centro docente.

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