Entre Islandia y Lanzarote existen muchas similitudes paisajísticas. Ahora también comparten la posibilidad de aprovechar su realidad como islas vulcanológicamente activas para transformar el calor terrestre en energía.
Un equipo de investigadores de la Universidad Pública de Navarra estudia desde hace cuatro años en el Parque Nacional de Timanfaya cuáles son las oportunidades que se esconden en este enclave natural. Sus conclusiones han servido para instalar en la isla Decepción en la Antártida, uno de los lugares más remotos del mundo, un generador termoeléctrico pionero que permite crear energía renovable durante todo el año y que se está utilizando para vigilar la actividad volcánica en el segundo volcán más activo de este espacio del sur polar.
El catedrático en Ingeniería de la Universidad Pública de Navarra, David Astrain Ulibarrena, es el encargado de liderar este proyecto de investigación único en el mundo y ha participado en las jornadas Geotermia en Timanfaya, con motivo de las actividades que conmemoran el 50 aniversario del parque nacional, para explicar los avances de este trabajo.
"Lanzarote tiene un potencial geotérmico grande porque hay alta temperatura a poca profundidad de la superficie del suelo. Entonces, siempre se plantea la pregunta ¿por qué no se hace un aprovechamiento de este calor para producir energía?", explica Astrain durante una entrevista con La Voz. La diferencia es que ese aprovechamiento no se puede hacer con la misma tecnología que en Islandia o Nueva Zelanda porque en Lanzarote bajo la tierra no hay agua caliente, sino aire.
Frente a esta realidad, el equipo de la Universidad Pública de Navarra creó una "tecnología totalmente distinta" e inédita que "es capaz de aprovechar el calor del aire caliente sin necesidad de agua para producir energía eléctrica". El primer generador se instaló en la zona de Camelleros, en Timanfaya, hace cuatro años y continúa produciendo energía. En total, la isla cuenta en la actualidad con cuatro generadores, tres de ellos en el Islote de Hilario, que se instalaron con el objetivo de abastecer de energía al restaurante de las Montañas del Fuego, aunque aún no lo hace. Este hallazgo ha recorrido el mundo y ya funciona "perfectamente" en la Antártida, donde el calor geotérmico sirve para monitorizar la zona durante todo el año y se estudian sus condiciones frente a zonas extremas para mejorar esta vigilancia en todo el mundo. En el marco del proyecto han viajado dos veces a la Antártida. En la última campaña los investigadores Patricia Alegría, Nerea Pascual y el propio David Astráin se desplazaron a la base militar española de Gabriel de Castilla en la isla Decepción.
El también director técnico de la Cátedra de Energías Renovables de la citada universidad calcula que cada pequeño generador instalado en Timanfaya podría abastecer la demanda eléctrica de tres hogares. Así, añade que aunque el aprovechamiento de la energía geotérmica por sí sola no abastecería a toda la isla, "puede ser un apoyo" para lograr la eficiencia energética y la descarbonización de Lanzarote y dar energías a hogares, hospitales o colegios. "Puedes instalar una serie de generadores y disminuir en gran medida su consumo energético y, de esa manera, ayudar a disminuir el consumo de combustibles fósiles", continúa.
El responsable de este proyecto pionero advierte de las posibilidades para Lanzarote a la hora de desarrollar las energías geotérmicas. "Es muy genuino, es muy de Lanzarote y podrían ser las propias empresas locales las que se dediquen a su implantación", indica sobre las posibilidades futuras.
Sobre el impacto paisajístico que supone, Astrain expone que frente a las placas solares, que destacan por su brillo cuando refleja el sol, o los molinos eólicos que se alzan varios metros por encima de la superficie, "los generadores termoeléctricos se integran bastante bien con el ambiente y tienen la ventaja de que al ser modular se pueden ir instalando en lugares donde el impacto sea menor, no tienes que hacer todo concentrado". Además, su instalación solo requiere de agujeros en la tierra de dos o tres metros de profundidad, frente a las prospecciones kilométricas que se realizaron en los años 70 para localizar esta energía. "Es similar a plantar un árbol", señala al otro lado del teléfono. A ello se suma, que en Timanfaya incluso han aprovechado huecos preexistentes para reducir su huella ambiental.
Este ingeniero defiende que este método "no contamina nada en absoluto", ya que se trata de tubos de "unos dos metros que tienen agua en su interior", por tanto "no hay ningún fluido ni nada que pudiese crear una contaminación en el entorno aunque se rompiesen". Así pues, resalta que el único impacto que tiene, es el visual, que califica como "pequeño, al elevarse en torno a 60 centímetros desde el suelo". Para atajarlo, en el parque nacional los han adaptado al aspecto del entorno.







