Lanzarote, siglo III: afloran las pruebas de un asesinato a cuchillo y una ejecución

Se trata de un hombre y una mujer, el primero fue apuñalado y la segunda, ejecutada. Fueron enterrados en dos tubos volcánicos en la isla en solitario

EFE

4 de septiembre de 2024 (19:06 CET)
Actualizado el 4 de septiembre de 2024 (19:07 CET)
Gruta de los Jameos del Agua
Gruta de los Jameos del Agua

Hace más de 1.700 años, un hombre y una mujer fueron enterrados en dos tubos volcánicos de Lanzarote en solitario, al margen de cualquier cementerio aborigen, uno en norte y la otra en el sur. Son dos de los restos humanos más antiguos de Canarias y se conocen desde hace medio siglo, pero acaba de descubrirse que el primero fue apuñalado y la segunda, ejecutada.

La revista 'Quaternary Science Rewiews' publica este miércoles los resultados obtenidos por seis investigadores de la empresa Tibicena, el Museo Canario y el Cabildo de Gran Canaria al revisar los restos de dos individuos que murieron en Lanzarote entre los siglos III y IV, cuyos huesos llevan décadas almacenados en colecciones arqueológicas, desde que fueron encontrados en 1968 y 1977.

El descubrimiento es tan 'novelero' como sorprendente en términos científicos, ya que en el caso del varón representa la evidencia más antigua del uso de un arma metálica que se conoce en Canarias, en tiempos que se remontan a los primeros siglos de población de las islas por los pueblos bereberes que emigraron a ellas desde África.

En Canarias no hay minerales metalizables, lo que explica que los conquistadores normandos y castellanos de los siglos XIV y XV se enfrentaran a guerreros armados a esas alturas de la historia (final de la Edad Media) con garrotes y otros utensilios de madera y piedra.

Si alguien perpetró un asesinato en Lanzarote en torno al año 225 dC con una daga (como sugieren las marcas que dejaron en los huesos las puñaladas), o bien utilizó una reliquia traída a la isla desde el actual Marruecos por sus primeros pobladores, o bien se trataba de un marinero recién llegado a su costa que tuvo una escaramuza con un "local" con resultado fatal para este último, apuntan Verónica Alberto, Teresa Delgado, Marco Moreno y el resto de autores de este artículo.

Esta herida de arma metálica es ocho siglos anterior a la más antigua de ese tipo que se conocía en Canarias, la de un cráneo del siglo XI-XII que fue seccionado por una espada. Como ocurre con el esqueleto de Lanzarote, ese cráneo forma parte de las colecciones arqueológicas desde hace décadas (se descubrió en 1932), pero solo hace un año que se documentó en él la huella de un filo metálico.

Esos dos restos apuntan en la misma dirección: Los primeros canarios quedaron al margen del resto del mundo prácticamente desde su llegada a las islas hasta la llegada de los europeos en el siglo XIV, pero su aislamiento no debió de ser tan extremo como hasta ahora pensaba la corriente científica mayoritaria. Lo prueban las armas metálicas que infligieron esas heridas en los siglos III y XI.

 

El hombre asesinado tenía entre 25 y 35 años 
 

El hombre asesinado por una daga que no se conserva, pero que abre nuevos horizontes a la investigación sobre los primeros tiempos de la colonización de Canarias, tenía de 25 a 35 años, era alto para la época (medía de 1,75 a 1,81) y murió probablemente a traición.

Aunque una herida en la muñeca izquierda sugiere que intentó defenderse, los arqueólogos remarcan que recibió como mínimo ocho puñaladas por la espalda que, por su posición, le atravesaron seguramente el corazón, los pulmones, el hígado y un riñón.

¿Se arrastró moribundo hasta el interior del tubo volcánico donde fue encontrado ya en el siglo XX, en La Chifletera (Yaiza), o fue enterrado allí, en solitario? Las señales en sus huesos, dicen los autores de este trabajo, apuntan a un ataque rápido, con gran pérdida de sangre y mortal de necesidad en muy poco tiempo.

A su juicio, fue enterrado, pero en un lugar aislado, quizás con el propósito de esconderlo o de someterlo a algún tipo de ostracismo, como los primeros canarios solían hacer, por ejemplo, con personas condenadas a la pena de muerte, de lo que hay varios testimonios.

No se sabe si ese fue el caso de este hombre, del que apareció todo el esqueleto, menos la cabeza, junto a una trenza de pelo pelirrojo de uno 50 centímetro de longitud. Sin embargo, sí parece ser el destino de la mujer hallada en 1977 en Los Jameos del Agua, en Haría, mientras ese tubo volcánico se acondicionaba para las visitas turísticas con el fin de dar forma al sueño de César Manrique.

En este caso, se trata de una joven de 18 a 25 años, que murió en torno al año 297. De ella solo se conserva su cabeza, en la que se aprecian signos elocuentes de una ejecución, señala este trabajo.

En concreto, el cráneo tiene cuatro heridas contundentes, la huella de algún tipo de garrote manejado por alguien "entrenado" en lo que hacía, en un "acto de una gran crueldad y un exceso de violencia física que fue más allá del propósito de matarla".

Para los investigadores, esos golpes hablan de una ejecución, un castigo del que hay testimonios tanto en los registros arqueológicos de Fuerteventura y Gran Canaria (las dos islas más próximas a Lanzarote), como en las crónicas de la Conquista, pero no tan antiguos. ¿Fue la pena capital una práctica que los primeros canarios trajeron consigo de sus tierras de origen?, se preguntan.

Estos dos cuerpos -sin más relación entre ellos que la de pertenecer al mismo siglo- hablan de un pasado violento, que corrobora que "la colonización de una isla con unas condiciones como las de Lanzarote debió de ser algo peligroso y con altas dosis de inseguridad", concluyen los investigadores.

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