La XIV edición del concurso literario de Radio Lanzarote ya tiene ganadores

Este año el certamen literario ha querido homenajear al escritor Miguel de Unamuno en el año que se cumple el centenario de su destierro a Fuerteventura

28 de septiembre de 2024 (20:48 CET)
Actualizado el 28 de septiembre de 2024 (22:38 CET)
Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote
Concurso de Microrrelatos de Radio Lanzarote

Radio Lanzarote ya ha elegido a los tres ganadores de la XIV edición del certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote Verano 2024. En esta decimocuarta edición se ha querido homenajear al escritor Miguel de Unamuno en el año que se cumple el centenario de su destierro a Fuerteventura.

Aparte de los tres textos ganadores, también se ha hecho mención especial a otros siete participantes por la calidad de sus microrrelatos. 

El ganador del primer premio ha sido Roberto Tejera de León con un microrrelato sin título, quien ha ganado una cena para dos personas en el restaurante de Jameos del Agua. Por su parte, la segunda ganadora ha sido María José Torres con su texto El Pargo, que se lleva como premio una de las experiencias insólitas para dos personas en Montañas del Fuego. Por último, el tercer premio ha recaído en Itahisa Manso Hernández con un trabajo sin título y con el que podrá disfrutar de un brunch en el Jardín de Cactus.

 

Primer premio 

Sin título

Autor: Roberto Tejera de León

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Era ella. Tenía que serlo. ¿Quién si no podría magnetizar así su mirada? Los recuerdos, ahora ahogados en bourbon, no fueron suficientes para detener lo que su voz anhelaba con tanta vehemencia.

–¿Eugenia?

La muchacha se giró, y el rostro de Augusto se descompuso en una mezcla de desconcierto y estupefacción. No era ella. Conservaba su figura. Si. Y su cabello, holgado y castaño, desprendía aquel particular brillo cobrizo. Pero no era la misma mirada. Tampoco lo era su sonrisa, pequeña y alicatada. Entonces, su malogrado juicio le recordó que ella ya no estaba. Que había partido. Y no regresaría jamás.

 

Segundo premio

Título: El Pargo

Autor: María José Torres

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto Puerta Salazar: el Pargo. El único de su familia con ese apodo, y muy orgulloso del mismo por ello; algún día sus descendientes, cuando lleguen, se harán llamar los hijos del Pargo o los Parguitos. Y aunque él y los suyos piensen que se debe a que es hijo, sobrino y nieto de pescaderos, este bautismo surgió como consecuencia de las discretas burlas de un viejo ladino del pueblo quien, socarronamente y con gran acierto, observó y extendió el rumor de que, desde muy chico, al muchacho se le quedaba cara de merluzo cuando pasaba alguna paya por el lugar. 

 

Tercer premio

Sin título

Autor: Itahisa Manso Hernández

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Aunque, tal como afirmó Estela, las leyendas son así, decoradas para que puedan conquistar hasta los terrenos más áridos. La moza no era humana. Se podía ver a través de ella, pero nunca sabías si la imagen que te devolvía era real. La moza de la que tanto habló mi abuelo era su más deseada libertad. La que les robaron, la que supeditaron a largas horas de faena, la que solo tenía la talla de unos pocos. Mi abuelo lo vio claro, vio como se marchaba, haciendo ruido, levantando el viento, abriendo grietas en el suelo, pero nadie le creyó.

 

Cuarto finalista

Sin título

Autor: Roberto Tejera de León

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto.

–¿Dónde la he visto antes? –se preguntó, mientras replicaba sus pasos, huecos y apagados por aquella bruma perenne.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sostuvo su mirada. Estaba llena de nada.

Deshabitada. Vacía. Ajena a pensamientos y emociones. Era hermosa, si. Pero también frágil. Tenue.

Había sufrido.

La muchacha se detuvo frente a una losa de mármol blanquecina. Las lágrimas pronto resbalaron por su mejilla, pesadas y amargas.

–¿Estás bien?

Pero ella lo ignoró.

Entonces Augusto lo vió, y, al instante, el deseo de agarrar la vida se desvaneció entre sus manos. Allí, tallado en mármol, rezaba:

Descansa en paz, Augusto.

 

Quinto finalista

Título: Semáfoto en rojo

Autor: Juan Jesús Beiro Caamaño 

“En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, que avanzaba sin mover los pies. Aquellos dos ojos en la nuca de la moza lo conducían, más bien lo arrastraban, ahora ya fuera de la ciudad, por un oscuro sendero... Eran dos faros en la noche guiándolo hacia un puerto seguro. Eran los ojos de Dios pretendiendo mostrarle alguna verdad universal... Y, entonces, empezaron a ascender. Y las estrellas ya no parecían tan lejanas. Y siguieron ascendiendo. Y Augusto acarició la felicidad plena. Y, cuando estaban llegando a su destino, se despertó, tirado en medio de la calle, con el estridente sonido de la sirena de una ambulancia”.

 

Sexto finalista

Sin título

Autor: Basilio Ledesma Brito

"En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto…”

…Apenas contempló su grácil figura lo supo, era ella. No podía ser nadie más. La reconocería allí donde la viese mientras conservase un hilo de vida y alguno de sus sentidos. 

Atraído por el indescriptible magnetismo que siempre la caracterizó, una extraña fuerza impulsó a Augusto a seguirla, pero sus pies se frenaron incluso antes de emprender la marcha. Su ya exiguo raciocinio le recordó que ella no era la misma. Posiblemente él tampoco lo fuese ya. Ser consciente de ello le aterraba, por eso prefirió quedarse añorando aquello que ya jamás volvería.

 

Séptimo finalista

Título: Soledad

Autor: Ana Lidia Márquez Morales

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. La siguió por los arenales y por el malpaís. Buscó cobijo para ambos cuando llegaron las lluvias. Ella le contaba sus penas en un idioma extranjero y él cazaba cuando ella no encontraba pan. Un día, Augusto se despertó y ella no estaba. La buscó por todas partes y, al fin, en la calle donde la conociera, el olor de la moza se desvaneció del todo. Augusto quedó allí, aullando a las estrellas, rutilantes, como los ojos de ella.

 

Octavo finalista

Título: Infinito azul

Autor: Alma Sky

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, cuyo corazón hasta ahora inerte, sintió por primera vez uno de esos latidos que nunca se olvidan, un latido que estruja tu alma, devorando cada parte de tu ser, esperando a gritos una caricia suave de ternura por parte de aquella muchacha de ojos azules.

La inmensidad del océano dormía en aquellos ojos llenos de vida. Ojos que jamás volvieron a encontrarse con el corazón melancólico de Augusto. 

 

Noveno finalista

Título: Partida

Autora: María Carmen Delgado Hernández

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto se abrazó a la vida, pero la vida le empujó y cayó en el agujero de sus miedos. Se despedía de su cuerpo que tantas alegrías le había dado. Allí tendido entre cuatro tablas de madera, la miraba fijamente y ella le devolvía la mirada. Sus cuencas hundidas como bebederos de agua, se negaban a cerrarse , quería seguir mirándola como siempre lo había hecho, más poco a poco sus párpados fueron cayendo igual que la noche. Hasta solo oír una voz decir. - Adiós amor mío.

 

Décimo finalista

Sin título

Autor: Itahisa Manso Hernández

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Él era así, mi Augusto, mi marido, mi amigo, el padre de mis hijas. Apasionado pero fiel. Tan fiel que dio su vida por lo que él pensaba que era una buena causa y ahora... ¿Qué será de él si no le queda nada más que rastrojos de memoria?. ¿Qué le queda al hombre, cuando sus recuerdos han sido reemplazados por lagunas que tan solo brindan oscuridad? Sus ojos... son tan parecidos a la niebla, intuyes que algo esconden, pero no logras ver el qué. Ya no podrás contestarme querido, ya no nos queda luz. Mi marido, mi amigo...

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