Radio Lanzarote sigue recibiendo más microrrelatos para su concurso literario

La XIV edición del certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote Verano 2024 quiere homenajear al escritor Miguel de Unamuno en el año que se cumple el centenario de su destierro a Fuerteventura

29 de julio de 2024 (10:39 CET)
Radio Lanzarote recibe más microrrelatos
Radio Lanzarote recibe más microrrelatos

La redacción de Radio Lanzarote ya ha recibido los primeros textos para la convocatoria de la XIV edición del certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote Verano 2024. En esta ocasión el concurso homenajea al escritor Miguel de Unamuno puesto que se cumplen cien años de su destierro a Fuerteventura. Unamuno llegó a la isla majorera el 10 de marzo de 1924 y de ella dijo: "Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de estos. Es una tierra acamellada".

En esta ocasión los participantes deberán presentar una microhistoria que no debe exceder las 100 palabras entre las que no cuenta el texto introductorio que aportaremos a continuación. Los relatos tendrán el mismo comienzo que es una de las primeras frases del inicio de su obra Niebla: “En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto...” A partir de este comienzo los participantes deben imaginar qué pasa posteriormente.

Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. Asimismo, los relatos se enviarán a la dirección: concursorelatos@lanzarotemedia.net. Un año más, los Centros Turísticos colaboran con el certamen, cuyo plazo límite para enviar los textos es el próximo 31 de agosto

Un jurado compuestos por periodistas de Radio Lanzarote y La Voz de Lanzarote elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas. El fallo del certamen se hará público en la segunda quincena de septiembre.  El ganador del primer premio conseguirá una cena para dos personas en el restaurante de Jameos del Agua, mientras que el segundo premio es una de las experiencias insólitas para dos personas en Montañas del Fuego. Por último, el tercer premio es un brunch en el Jardín de Cactus. Todos los premios son para personas adultas.

 A medida que se vayan recibiendo los relatos se publicarán en La Voz de Lanzarote. En la publicación no figurará el nombre del autor. Solo después del fallo se conocerán los nombres de los autores ganadores y finalistas. A la redacción continúan llegando microrrelatos de este concurso literario:

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Así lo recordaría Estela 60 años después cuando en su lecho de muerte el cura le dijo “habla ahora o calla para siempre”; y qué iba a decir semejante moza, cuando la memoria caprichosa solo atesora aquello que ella elige. ¿Qué Augusto no la abandonó?, ¿Qué Augusto la amó?. Ya no distinguía bien la realidad de la ficción y aunque le hubiera gustado inventar otro final solo era capaz de verbalizar un mensaje turbado, que nada se parecía a lo que querían escuchar: “yo no lo hice”.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Así lo contaban caballeros malolientes, con los dientes embarrados y el puro a medio encender cuando sentados frente a la barra de un bar no tenían otra cosa que hacer más que inventar historias de amor y desamor. Y nada más cierto que el hombre necesita de la imaginación cuando con la razón no es capaz de comprender; pues así fue como la aldea se dividió en dos. Los que pensaban que Augusto murió por amor o los que defendían que el amor murió con Augusto.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Aunque, tal como afirmó Estela, las leyendas son así, decoradas para que puedan conquistar hasta los terrenos más áridos. La moza no era humana. Se podía ver a través de ella, pero nunca sabías si la imagen que te devolvía era real. La moza de la que tanto habló mi abuelo era su más deseada libertad. La que les robaron, la que supeditaron a largas horas de faena, la que solo tenía la talla de unos pocos. Mi abuelo lo vio claro, vio como se marchaba, haciendo ruido, levantando el viento, abriendo grietas en el suelo, pero nadie le creyó.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Él era así, mi Augusto, mi marido, mi amigo, el padre de mis hijas. Apasionado pero fiel. Tan fiel que dio su vida por lo que él pensaba que era una buena causa y ahora... ¿Qué será de él si no le queda nada más que rastrojos de memoria?. ¿Qué le queda al hombre, cuando sus recuerdos han sido reemplazados por lagunas que tan solo brindan oscuridad? Sus ojos... son tan parecidos a la niebla, intuyes que algo esconden, pero no logras ver el qué. Ya no podrás contestarme querido, ya no nos queda luz. Mi marido, mi amigo...

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Y así, al igual que la moza pasó también lo hizo la vida y ahora, ¿qué nos queda?. Las manos hinchadas, la espalda torcida, la vista demacrada y el oído silenciado. ¡Yo que pensaba que nuestra generación podría ser salvada! ¿Qué me queda más que las secuelas de arar la tierra? Los jóvenes emigraron, mi mujer descansa en la tierra y mis nietos parecen haberme olvidado. ¿Qué me queda más que el recuerdo de esa bella moza? Tocan la puerta. Me despido, tengo que abrir, una vez más la soledad.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto deslizó el dedo índice hacia abajo de la pantalla del móvil, que tenía entre las manos, perdiendo todo contacto con la chica que lo había encandilado momentos antes, la de los besos de Plastidecor, tetas de Milán nata, culo de Carioca y uñas de puntas Alpino. No la encontró más ni recuerda quien era porque no la seguía en la red pero..-qué más da; hay más-. No se planteó, siquiera, que la garrida moza podría ser aquella chica que pasó delante de sus propias narices.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto analizó sus facciones desde este otro ángulo, desde abajo, y donde ya no se la ve tan agraciada. Ojos de quincuagenaria, pelo cano, gafas para ver de cerca... De pronto se sintió observado por ella.

-¿Qué haces? -dijo-.

-¿Yo? Nada; solo miro esta página blanca.

-¿Qué esperas?

-Te espero a ti; quiero ver lo que haces y contarlo. Vives... de nuevo.

-¡Acabáramos! Esto lo sufrí una vez en una nivola. ¿Me vas a matar?

-¿Acaso, Augusto, no has notado últimamente latidos cerca de ti?

-Sí ¡Qué pereza!

-!Vive, Augusto! ¡Levántate! Elige tu vida. Eres libre. ¡Libre!

 

Perfección

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de su ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Ni el mismísimo péndulo de Foucault podría soñar con oscilaciones tan perfectas como las de esas caderas; ni el metrónomo mejor ajustado podría acercarse a la intachable cadencia de estos tacones; ni…Tan sumergido iba Augusto en dichas consideraciones sobre la perfección mujeril que no se percató de la imperfección del terreno en forma de piedra que obstaculizó su pie derecho y le obligó a emprender una carrera involuntaria en la que perdió equilibrio, dignidad y compostura. Mientras que desde los setos en los cuales había aterrizado, el hombre maldecía su torpeza, se alejaba la moza en su imperturbable perfección.

 

Espejismo

En esto que pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto… Tras unos metros, ella se percata y gira bruscamente encarandosele, a él, le pilla de sorpresa y disimula como puede llamando a su perro Orfeo, argumentando a la desconocida, que está en busca de este desde hace horas.

-¿Señorita, habrá visto usted un can canelito con aspecto de estar perdido?

-¡Pues no! -respondió ella- ¿pero está usted seguro de que se perdió? ¿O más bien estará buscando un hogar en el que su compañero esté más cuerdo?

La respuesta dejó boquiabierto a Augusto, cesando así su persecución. La joven se fue desvaneciendo despacio en el aire y desapareció……

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto decidió que ese era el mejor momento para llevar a cabo su mayor fantasía, no siendo otra que poseer a quien él creía que tantos años atrás le había desafiado, humillado y condicionado hasta el punto de que sus pensamientos rondaran la muerte en sempiternas ocasiones. Aprovechose de la oscuridad abalanzándose sobre ella, desproveyéndola de su ropaje, e intentando consumar lo que sabía impropio de la situación. Ella, mujer fuerte y robusta no fue presa fácil y, usando una navaja del siglo XIX, la incrustó en el abdomen, haciendo que Augusto despertase de su horrible pesadilla y con un dolor en el bajo vientre, difícilmente explicable.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Sin farolas que iluminaran la lucidez y persiguiendo el intenso aroma de la noche neblinosa, le surgió una repentina sed de vislumbrar dos veces más esos cristales fragmentados donde se leían páginas de guerras, de batallas, de melodías, de sueños … ¿pero que llevaban a Augusto a cuestionarse al ritmo de las huellas silenciadas en calles anónimas, si los ojos son en verdad espejos del alma o donde ve uno el reflejo de su propia ánima?

 

Te amo nevera

“En esto, pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto, que así solían llamarlo sus compañeros de estantería en aquella tienda de souvenirs de la esquina, no pudo resistirse a adherirse a ella.”

 

Soledad

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. La siguió por los arenales y por el malpaís. Buscó cobijo para ambos cuando llegaron las lluvias. Ella le contaba sus penas en un idioma extranjero y él cazaba cuando ella no encontraba pan. Un día, Augusto se despertó y ella no estaba. La buscó por todas partes y, al fin, en la calle donde la conociera, el olor de la moza se desvaneció del todo. Augusto quedó allí, aullando a las estrellas, rutilantes, como los ojos de ella.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. La siguió hasta su casa y supo por los vecinos que se llamaba Rosa y que continuaba soltera. No tardó en declararle su amor, felizmente correspondido. A los pocos meses de relación, ella, ilusionada, le propuso hacerse tatuajes permanentes con sus nombres respectivos. Al replicarle él, azorado, que le aterrorizaban toda clase de agujas, ella se brindó a hacérselo de todos modos. Vistió desde entonces con manga corta, exhibiendo a Augusto en su antebrazo derecho. Cuando él comenzó a mostrarse esquivo, ella se dijo resignada que le vendría de perlas que su próximo novio se llamase también Augusto.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto se acercó a la noche, a tientas, desapercibida para no turbar la paz delmomento cuando él la miraba. Desde la calle semidesierta, se aprecia un suspiro y Augusto aguza el oído seguro está, que no anda sólo, es lo que en ese momento piensa; y como un mantra de siglos se apodera de él un rutina insondable y lo invade embotando sus sentidos ¡no, no me dejaré llevar por agentes externos¡ Mientras, el viento ensordece el resto de la llanura. Setenta, cincuenta, cuarenta y seis acaso. La noción del tiempo ¿acaso me supera?.

- A las buenas noches su mercé... - El lugareño se descubre.

 

El canto del pájaro

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto… la cogió del brazo haciéndola volverse bruscamente. No percibió en su mirada enfado alguno, y se animó… se la llevó de allí. Juntos corrieron por la arena blanca, cerca las aguas color turquesa. Augusto retrocedió, estimaba en demasía sus zapatos para estropearlos con el agua salada. Una palmera los llamó a lo lejos. En su tronco la apretó. Saboreó sus labios dulces y blanditos, coqueteó con sus dunas prietas, no se atrevió a llegar hasta sus riscos. Un pajarillo piaba insistente, era feliz, cantaba su alegría. Cuando ella se marchó, Augusto aborreció el canto del pájaro.

 

Sin título

Se las ingenió para presentarle sus respetos y, venciendo su natural timidez, la invitó a tomar un helado. Aquella misma semana se vieron tres veces más. Decidió contárselo a su padre viudo, quien, súbitamente alterado, reaccionó con estas palabras: “¿Filomena, has dicho? Déjame que lo adivine: tiene un ojo verde y el otro castaño. La primera vez que te enamoras y tenías que ir a fijarte en ella precisamente. La misma joven adorable que ayer, hecha un mar de lágrimas, ¡me confesó que no le ve futuro a lo nuestro pues un muchacho le ha robado el corazón!”.

 

Sin título

En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. Caía la noche, sentada se muestra, mientras por la montaña la niebla crece. Dejando su cabello suelto, volando vuela que el viento deja, me acerqué para mejor verla hasta que su verruga asomó.

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