Javier Ferrer, bailarín de danza contemporánea, nació hace 41 años en Lanzarote y pasó su infancia en Caleta de Famara. A pesar de que en un principio el baile no era algo que le llamara la atención, pronto comenzó a interesarse por él. Tanto que se ha convertido en su forma de vida y en una parte de su ser.
"Lo veía como algo lejano porque vengo de una familia humilde y no estaba dentro de mis pensamientos irme de Lanzarote, pero una vez observé unas clases de danza clásica que estaban impartiendo en el Pancho Lasso donde yo estudiaba y como veía lo bien que se lo pasaban y el buen rollo que había, la profesora me invitó a una clase y me empezó a gustar", cuenta Ferrer. Las historias de la carrera profesional de esta profesora encandiló al bailarín como si le hablasen de "la gira de una estrella de rock".
Ahí, se dio cuenta de lo que realmente quería hacer. "Al mismo tiempo que tomaba clases, veía que mi cuerpo se adaptaba a esta nueva técnica, ritmos y formas, me sentía a gusto aunque no tenía ni idea de lo que estaba haciendo", recuerda. Para el lanzaroteño, ir a clases de baile era su pasatiempo favorito. Al ver esta pasión, su profesora lo empujó a irse a Madrid y allí estudió en una escuela de danza.
Al comenzar con danza clásica y pasar luego a la contemporánea, le sirvió mucho al bailarín, ya que le dotó de una base firme y una técnica muy fuerte. "La danza es una técnica que se tiene que practicar y se perfecciona a través de la práctica pero cuando estuve en el Real Conservatorio Profesional de Danza donde tuve clases de danza contemporánea con un profesor, el cuerpo me explotó en todas las direcciones posibles, ahí me di cuenta que eso era lo que quería hacer en realidad", declara.
A partir de ahí, fue escalando poco a poco realizando coreografías y trabajó con una compañía, lo que le llevó a tener que dejar el conservatorio por falta de tiempo. La danza contemporánea le ha llevado a vivir y viajar a diferentes partes de España y del mundo, como en Tenerife, Barcelona, París, Argentina, Colombia, México y Berlín donde estuvo ocho años. Sin embargo, su conexión con Lanzarote y las islas le ha hecho querer volver para asentarse aquí de nuevo y "aportar su granito de arena" a la escena artística.

La danza, una extensión de su cuerpo
Para Javier Ferrer la danza es algo más que el movimiento del cuerpo porque, como él bien dice, "es una parte de su ser". "Es una parte de mí y mi profesión a la que amo y odio tanto a veces al mismo tiempo pero, sobre todo, es parte de mi persona porque los bailarines dedicamos tanto tiempo y mimamos tanto nuestra profesión que se vuelve parte de nuestra persona", expresa.
"Nunca acabas de trabajar, tu trabajo te acompaña a casa y sigues estirando y cuidando el cuerpo, y durante mucho tiempo no eres consciente de ello porque es tu herramienta de trabajo y cualquier herida o cualquier mal movimiento se vuelve como una pesadilla", señala. En este sentido, manifiesta que hoy en día, "Javier Ferrer es así gracias a ser bailarín durante tantos años".
Lanzarote es un buen procesador de arte
La danza contemporánea puede llegar a ser compleja para un público que quizás está más acostumbrado a otro tipo de baile más comercial como puede ser el urbano. Sin embargo, la danza contemporánea, como explica Javier Ferrer, "no es para entenderla, sino para sentirla y que te llene el ojo". "Yo lo comparo mucho con la pintura porque una pintura clásica o una danza clásica viene todo en cuchara, entiendes muy bien la técnica utilizada, pero con la danza contemporánea te lleva a preguntarte qué es esto pero hay una técnica detrás, aunque es mucho más abstracto y da pie a la interpretación de cada uno", declara.
En cuanto a la inspiración, para el bailarín "Lanzarote es un buen procesador de arte que te educa el ojo de alguna manera porque hay belleza allá donde mires". Por ejemplo, en "la poesía visual que hay en la brutalidad del malpaís volcánico o en las olas que rompen contra la piedra, pero también en las puestas de sol, en el viento o en nuestras casitas blancas", detalla. La isla se convierte en un motor para ayudar a que la inspiración y la creatividad afloren.
En cambio, a la hora de inspirarse para componer, Ferrer lo hace a través de cosas más salvajes y punkis. Además, subraya que es "una persona muy política", por lo que le gusta "criticar la situación política en la que nos encontramos".
MóVéRé, una propuesta con la que el público interactúa
Esta propuesta de instalación performática ya está disponible en El Almacén hasta el próximo 26 de abril y se trata de un laboratorio de movimiento de puertas abiertas. Durante las horas que Javier Ferrer se encuentra en este espacio, va creando y experimentando con nuevas técnicas y nuevos lenguajes pero no de forma aleatoria.
Sin embargo, esto cambia si el visitante quiere e interviene. En lo que dura esta sesión, el bailarín está en activo en mayor o menor medida. "Espero a que el visitante me proponga movimientos, direcciones o una escena, cosa que me ha pasado porque me han llegado a pedir que reinterprete en forma de danza los sentimientos de algo muy personal que les han pasado en su día a día", explica.
De esta forma, el público acaba formando parte de esta performance y hace que cualquier persona pueda convertirse en coreógrafo o directores de movimiento. Pero los visitantes no tienen por qué interactuar, sino que pueden simplemente observar el espectáculo y disfrutar de él el tiempo que quieran.
