Los Centros Turísticos siguen inspirando los microrrelatos del concurso de Radio Lanzarote-Onda Cero, que ha continuado recibiendo historias en los últimos días. El plazo para participar en la décima edición del certamen continuará abierto hasta el próximo 31 de agosto.
Los interesados pueden enviar sus relatos al email concursorelatos@lanzarotemedia.net, con una extensión máxima de 100 palabras, incluido el título en el caso de que lo lleve. En esta ocasión, se propone escribir un relato que tenga lugar en el interior de alguno de los Centros Turísticos de Lanzarote, bien sean las Montañas del Fuego, Jameos del Agua, la Cueva de los Verdes, el Monumento al Campesino, el Jardín de Cactus, el Mirador del Río o el MIAC-Castillo de San José.
Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. Los relatos se irán publicando por orden de recepción en La Voz de Lanzarote y se leerán en el espacio 'Lectura en la Radio' de Radio Lanzarote-Onda Cero.
Del fallo del certamen, que se hará público en la segunda quincena de septiembre, se encargará un jurado formado por periodistas de Radio Lanzarote-Onda Cero y La Voz de Lanzarote. El ganador recibirá un premio de un fin de semana para dos personas en el Hotel Boutique Isla y el Mar de Puerto del Carmen, mientras que el segundo premio consistirá en una cena para dos personas en el Castillo de San José y el tercer premiado se llevará una comida para dos personas en el Monumento al Campesino.
Además, en esta ocasión también habrá premio para el cuarto clasificado, que podrá disfrutar de una experiencia Premium en los Centros Turísticos.
La comunión desastrosa
Les voy a contar que ocurrió el día de mi comunión. Tendría que ser un día fantástico,pero no lo fue. Por la mañana nos arreglamos para el gran día, llegué a la iglesia y me saqué fotos con mis compañeras, y todo fue bien. Al llegar a la celebración en los Jameos del Agua todo se complica; uno de los invitados se cayó a la piscina, a otro se le derramó una copa de vino en la camisa, y para terminar mi tío deja olvidadas las llaves de su casa. Fue un bonito día, pero desastroso.
Sin Título
Hay un lugar en la tierra donde se juntan el fuego y el mar, de clima cálido con paisaje duro de rocas sugerentes, de un cielo azul brillante y transparente, oscura y enigmática la cueva de Los Verdes, aunque sí de misterio hemos de hablar en la bruma del tiempo de los Jameos el misterio se pierde. Caliente el corazón al igual que sus gentes, da igual de qué lugar procedas porque en la isla nadie extranjero se siente.
Sin Título
La primera vez que la vi fue en los Jameos del Agua, y sus ojos rivalizaban con el misterio de la charca, después, hablé con ella, una turista buscando descanso como yo, en las jornadas siguientes, apenas nos separamos, de día disfrutábamos juntos de las maravillas de la isla, la cueva de Los Verdes, el castillo de San José con unos paisajes tan profundos como su mirada, de noche gozábamos juntos del calor tropical pero el tiempo llegó a su fin, y nos separarnos para siempre, llevándome el más bello de los recuerdos en mi corazón y en mi mente.
Sin Título
Todas las noches se pasaba por mi balcón a buscarme, lo primero que hacíamos era sobrevolar los Jameos del agua, sin visitantes afloraba su máximo esplendor, después, sobre el castillo de San José contemplábamos su belleza desde la altura, de vuelta, Arrecife nos mostraba la melancólica iluminación de sus farolas. Una vez ya en mi balcón, se despedía con un suave beso, teniendo mucho cuidado de no lastimarme con sus afilados colmillos, marchándose después a la cueva de Los Verdes donde protegerse de un sol letal hasta la noche siguiente.
Sin Título
Aquella mañana ocurrió algo increíble, todo amaneció cubierto de nieve, adiós a la playa, sin embargo, descubrimos una isla que poca gente ha podido ver, en los Jameos del agua apenas se divisaba la charca con sus habitantes. Todos los ejemplares del jardín de cactus tenían un manto blanco lateral precioso, pero lo mejor, sin duda, era el parque de Timanfaya, ya de por sí bello, sus tonos ocres y pastel se entremezclaban en un maravilloso caos entre aristas y chimeneas, como si el propio César Manrique lo hubiese ideado.
Sin Título
Hace un año ya que llegué a la isla, y todavía no puedo marcharme, y la culpa es solo mía, mía por ser un cobarde, mantengo mi rutina de todas las semanas, visitar la cueva de Los Verdes, los martes los Jameos del agua y el castillo de San José los viernes. Y aunque encantado estoy con el clima y el calor de sus gentes, lo que de verdad me atrapó fueron los ojos de una guía turística, debería por fin atreverme a decirle algo pero… ¡Ay, si no fuera tan cobarde!
Amor en Timanfaya
Leslie irradiaba alegría sentada en una mesa junto a un ventanal mirador. Sus ojos almendrados contemplaban un lienzo natural creado con la extraordinaria paleta de Montañas del Fuego. Recordaba sus rojizos matices en la ruta de los Volcanes, sus impactantes calderas, sus silentes cráteres, la voz apasionada de la guía explicando el origen de su erupción y la sorprendente parada en Montaña Rajada.
El camarero sirvió el postre. De fondo comenzó a sonar la suave música de un timple. Richard se arrodilló y mostrando a Leslie un anillo con una brillante olivina pronunció:
Will you marry me?
Sin título
Al alba, refrescaré tu alma. La isla será testigo, de nuestros besos.
¡Amor, vamos!. Tomaremos café y un bocata, mientras andamos hacia las Montañas de Fuego. Clara, en el Charco San Ginés, una gaviota llamada Alegría, me susurró ayer: “que no podemos dejar de visitarlo, en sus aguas, te abrazaré como si fuera la primera vez.” Al caer la tarde, iremos a los Jameos del Agua. Y luego, cenaremos cerca del Castillo San José. Hasta mañana, amor. Me ha comentado Alegría, que mañana domingo: “no se lo digas a nadie, seguiremos amándonos, bajo la luna y las estrellas de Lanzarote”.
Secreto
El paisaje era el mismo que hace años, el sentimiento diferente.
Amaba este castillo, no lo supe hasta que volví a encontrarme con el.
Esas noches mágicas, esa vista al mar.
-Le brillan los ojos señorita.
-No puedo contarle mi secreto.
-¿Está usted enamorada?
-El Castillo de San José me ha echo ver que nunca supe lo que era el amor, hasta que volví y me encontré con el, su magia, todo me envuelve.
-Entonces, ¿Lo quiere?
-No, lo amo. Amo el Castillo, pero también amo esta tierra.
Cuídala, porque es tan tuya como mía!
Forca de cinco puntas
Estampa evocadora del
jardín de los infiernos
llamaradas que resurgen
para combatir tu invierno.
Colores imposibles
dibujan sus montañas
sobre lienzos doloridos
que te alteran los sentidos.
Extensiones del silencio
de lo más profundo surgido,
coraza sobre la tierra
reflejo de lo sucedido.
Ceniza y lava, cobrizos
atardeceres reflejo inmortal
de un Parque qué perdura
enredando tu cordura.
Con la sangre derramada
del diablo y su amada
resurgió la vida eterna
del Edén de las tinieblas.
Centinela con su forca,
cinco puntas cardinales
en la quinta y disonante
¡Timanfaya mi estandarte!
Cita a ciegas
Quedaron en el Castillo de San José a las 21:00.
Aquella isla era muy pequeña y todo el mundo sabía quién era aunque él no los conociese. Así que, después de divorciarse, tardó años en abrirse una cuenta en una web de citas y llevaba meses wasapeando con la desconocida.
Ella había elegido aquel lugar para conocerse, propio de turistas. ¿Tal vez estaría casada o sería una política discreta?
Ya estaba allí cuando él llegó.
Incluso con mascarilla y gafas de sol pudo darse cuenta de que era su exmujer
Todo había acabado. ¿Podían volver a comenzar?
Servicio de urgencias
Un hombre de,Villacastroja del Talegón, entró en Urgencias con un cuchillo clavado en el pecho. El conserje le dijo que en ese momento solo había un oftalmólogo, pero pronto vendría el cirujano del Jardín de los Cactus. El paciente llevaba esperando casi tres horas cuando se le acercó el conserje y le dijo: «Mire, señor, como lleva mucho rato esperando, si usted quiere, yo le saco el cuchillo y se lo clavo en un ojo, y ya de inmediato se lo puede sacar el oftalmólogo, que no tiene a nadie en la consulta».
Sin título
Mi color favorito, era poder verte. Y tú huías de mí, me ignorabas en todo momento. Yo ciega de un amor volátil, andaba sonámbula en el mar inefable, del espejismo. Te inventaba en sueños, y tu imagen como un fantasma, se paseaba en el Castillo de San José. Llegué a inventarte en una casa azul, donde vivías. Una mañana de primavera, al llegar a la cima de la Montaña de Fuego, tu fantasma seguía paseando. Me pinchabas como un cactus, en cada rechazo. Por fin, en la cueva de los verdes, vi la luz. Adentré, en el callejón del olvido.
Sin Título
Ocurre durante un instante. Es difícil de ver, pero ahí está. Oculto. Tenue. Al alba, con las primeras luces del día, aparecen también las primera sombras. Entonces las siluetas se forman ante ti. Gigantes de ceniza volcánica. Seres famélicos de grandes y afilados cuernos. Guerreros de armadura punzante, alzando sus espadas en alto. Amenazantes. Desafiante. Todo un ejército de criaturas espectrales. Pero, en un santiamén, todo se difumina para dar paso a una particular rofera de cactus.−Entonces... ¿es solo una ilusión?
−Así es amigo mío, pero no menosprecies las ilusiones. Sin ellas, ¿el mundo qué sería?
Sin Título
Cuando era niña, mi padre desapareció en un mar de lava volcánica, entre montañas de fuego dormidas. Fue una de esas desapariciones sin explicación que, con el tiempo, solidifican el alma. Treinta años después, andando por aquella tierra rojiza me crucé con un hombre de piel ceniza que ocultaba su rostro bajo un cachorro desgastado.
−Agua, por favor. Accedí. Bebió, largo y tendido. Entonces reanude la marcha, dejando al hombre atrás.
−Gracias, Ico. En mi interior sentí algo, aunque no sabría describir qué era. Me giré pero allí no había nadie. Ico. Hacía treinta años que nadie me llamaba así
Sin Título
Te vi en el Mirador por primera vez. Sola. Abatida. Bajo un manto de nubes grises.− ¿Qué miras?−
La Graciosa.
Observé, perplejo.
−No se ve nada…
−Que no se vea no quiere decir que no esté.
El silencio brotó, despiadado.
−Y tú, ¿Qué miras?
−La tristeza.
Desconcertada, frunciste el ceño.
−¿Cómo puedes verla?
−Que no se vea no quiere decir que no esté.
Entonces te vi sonreír por primera vez.
Pero ahora no estás. Partiste, sin retorno.
Sin embargo, sigo subiendo en días nublados pues, como sabes, que algo no se vea no quiere decir que no esté.
Sin Título
Estaba solo en la galería cuando la vi frente al piano. Su belleza era singular. Mitológica. Antes de poder articular palabra,comenzó a tocar. Era una melodía misteriosa, formada por unas pocas notas que se repetían. Pero suficientes para dejar de percibir el tiempo, mejor dicho, para percibirlo de otra manera. Me hipnotizó. No sabría decir el tiempo que estuve allí, mirándola. Luego se adentró en el tubo volcánico, hacia la oscuridad, entre tonos ocres y rojizos. Cuentan que, si tienes suerte, puedes escucharla, como un endeble susurro proviene de lo más profundo de la Cueva de los Verdes.
Sin Título
Desde la taquilla del jardín aún puedo verlo. Un diminuto cactus descansaba, en soledad, cerca de la vereda. No destacaba en nada. Nadie se acercaba a él. Sus compañeros, grandes e imponentes, acaparaban toda la atención. Hasta que un día, una niña se acercó, curiosa, al olvidado cactus. Lo examinó. Entonces removió el rofe, revelando unas pequeñas flores de colores vivos y brillantes. Eran las flores más bonitas que había visto en aquel jardín. Es curioso cómo, a veces, la naturaleza refleja la sociedad. Una sociedad cruel. Despiadada. Pero dónde incluso el ser más pequeño puede brillar con luz propia.
Sin Título
Desde el mirador del río,
todo es excepcional,
aguas tranquilas de las canarias
vemos desde el parador a través de los ventanales
o si no salimos respiramos el aire fresco del lugar
fijando la vista en el archipiélago canario.
En su interior, vemos que oscurece
el sol se opone, el ocaso es admirable .
sentada tomándonos un café y un dulce hablamos sobre
el hermoso anochecer.
Sin Título
Llego de Málaga y me voy a las canarias
para ver los jameos del agua,.
bajo las grutas de la galeria
todo es un placer.
Pequeños lugares nos llenan de alegria
con la mirada serena,.
vamos contemplando el paisaje y nos
sentamos en el bar, allí estuvimos un rato;
para luego adentrarnos y mojarnos en la piscina
alrededor del palmeral.
Cuando llega la noche, nos cambiamos y escuchamos
una tranquila música y así termina un sosiego día.