La andadura de Hacomar Arrocha en el mundo del baile comenzó hace 16 años. "Empecé a bailar en mi casa, por el programa de Fama a Bailar, el primero que hubo, el que me dió la pasión", ha explicado el director de la escuela Xtreme Up Dance Studio de Arrecife en una entrevista con La Voz.
Cuando comenzó a bailar, en 2008, en Lanzarote "todo estaba concentrado en el mismo pack, no había dónde elegir realmente o dónde buscar tus diferentes personalidades". Los estilos que se ofertaban se dividían en danza o bailes modernos, pero no había una especialización.
Luego, en 2011 formó un grupo de baile con cinco amigos en Arrecife. En ese tiempo fue concentrando a alumnos apasionados por esta disciplina artística que pasaron a ser parte una familia.
En sus primeros años, a cambio de que le dejaran una sala para ensayar en verano, actuaba en diferentes eventos de la isla. Luego, asistía a competiciones fuera de Lanzarote y finalmente terminó mudándose una temporada a Tenerife para formarse de forma privada en diferentes escuelas de la isla chicharrera como MMDanza, el Teatro Victoria o Yufunk School.
Sin embargo, no fue hasta hace seis años, en 2018, cuando pudo llevar a cabo su sueño de tener una escuela de danza propia.
Antes de poder vivir de esto, Arrocha se encontró con muchas dificultades para conseguir oportunidades como profesor de danzas urbanas. "Me cerraron muchas puertas porque es así, porque al final como no tenía un nombre o simplemente el urbano era algo más novedoso en la isla, porque fuera no, y eran estilos más liberales, esa entrada fue más difícil", explica.
El artista expone que su proyecto "fue creciendo poco a poco" y dando clases en otras escuelas donde iba aumentando su alumnado. "El irme fuera y traer esas técnicas más como las actuales, hizo que la gente abriera un poco la mente y empezáramos a formarnos de manera más consciente en el baile urbano", añade Arrocha
Ahora el respaldo de su alumnado es evidente, con 150 personas inscritas en doce grupos de baile en el pasado curso. El bailarín lleva la escuela junto a la también bailarina Jennifer Ángel y con el apoyo la profesora de urbano Natalia González y del profesor Reinier Afonso, de ballet y jazz lírico.
Arrocha apuesta por sacar a sus alumnas de Xtreme Up Dance Studio fuera de la isla para presentarse a diferentes competiciones. Este año, por ejemplo, concursaron en Barcelona, Benavente (Zamora), Gran Canaria o Tenerife "A mí me gusta mucho llevarlos a actuar, preparar coreografías especiales para eventos, competiciones. Como profesor fuimos el primer grupo en salir fuera de la isla", señala.
Para Arrocha, el baile es un espacio donde los jóvenes pueden salir de casa, pasar tiempo juntos con otras personas, formar equipo, conocer gente nueva e incluso una posibilidad de profesión para el futuro. "Hay muchos de ellos, que empezaron de pequeños conmigo, ahora se están dedicando al baile fuera de aquí", recuerda.
Sin embargo, reconoce que vivir de la danza "es duro, porque al final el baile no es algo estable para nadie. Para mí, por ejemplo, como profe, tienes que tener mucha cabeza, ir actualizando las nuevas tendencias, de baile, de música, de estilo". En su lucha por mantenerse al día, el conejero sigue formándose, sale a cursos de verano e intenta seguir mejorando su técnica.
Además, insiste en que para crear es necesario nutrirse de lo que hacen otros artistas y mejorar. "Los grandes bailarines crean buenas piezas porque ven otros espectáculos. Yo en verdad he creado cosas guays o las que más me gustan porque veo otras cosas o me inspiran", explica.
En la danza, como cualquier otro deporte, no solo vale saber bailar, sino que se requiere de una "base técnica" y que el cuerpo vaya aceptando los movimientos. Las dificultades para ver la danza como una actividad deportiva y no como una extraescolar siguen latente.
Por ejemplo, Arrocha expone que durante el curso es habitual que los padres con hijos que no tienen un buen rendimiento escolar les amenacen con quitarlos de baile. Para él todo es compatible. En su escuela se unen niños y niñas de tres años y medio con personas de más de 70 años. "Tengo gente que está en la universidad, que está trabajando y viene en verano y siguen bailando, o al contrario, están trabajando y vienen si están fuera", expone.
Además de un espacio de socialización, Arrocha expone que el baile es un espacio de introspección y de crecimiento personal. "He visto con los años cómo mejoran en todos los sentidos, también a nivel timidez. Mucha gente viene con el tema de los miedos, pero se terminan yendo, porque bailar es una forma de expresión supergrande y haces cosas que de manera normal no haces en tu día a día".
También resalta la importancia de no sexualizar a un menor cuando baila y, al mismo tiempo, insiste en que "todo tiene su edad. No puede ser que con cinco años bailes canciones o hagas movimientos que van asociados a una edad más grande", reflexiona.
Finalmente, ahora que crece la aceptación a las danzas urbanas, Arrocha resalta la importancia de valorar este deporte y disciplina artística, así como todo el sacrificio que conlleva. "Personas que igual tienen ya edad para salir con sus amigos y vienen sábados y domingos enteros a ensayar", indica.
"Me he pegado toda la vida bailando y a día de hoy que ya tengo como escuela y me pego horas para poder bailar una actuación de tres minutos, me veo cuatro o cinco días por la mañana en un teatro de 10 a 14.00 horas y al final se ve todavía como hobby", concluye Arrocha.