Un lector canario y asistente a las manifestaciones del pasado 20 de abril, se ha puesto en contacto con La Voz para denunciar que "el término turismofobia está siendo utilizado para desviar la atención de las preocupaciones legítimas sobre los impactos negativos del turismo" en Canarias.
En esta línea, ha indicado que al etiquetar las protestas como turismofóbicas, se busca "desviar el debate" hacia las actitudes de la población local con los turistas y no ahondar en "los problemas estructurales causados por el desarrollo turístico sin control".
Este ciudadano ha indicado que el uso de este término, es una forma de presentar las protestas como "una lucha entre nosotros y ellos, en lugar de abordar las complejas dinámicas económicas, sociales y ambientales detrás de la industria turística".
En declaraciones a La Voz, también ha querido resaltar que las propuestas del Gobierno de Canarias para recalificar terrenos rústicos para convertirlos en vivienda social, "podría implicar la construcción de nuevas infraestructuras, en lugar de aprovechar y rehabilitar los edificios abandonados que ya existen". Además, ha afeado a la institución que continúe con proyectos "que representan atentados medioambientales" en islas como Tenerife.
Este activista ha asegurado que los principales restos a los que se enfrenta el Archipiélago es "el impacto del turismo descontrolado" que ha supuesto "la sobreeexplotación de los recursos naturales, la degradación del paisaje y la pérdida de la autenticidad cultural".
Además, ha señalado "la persistencia de mafias familiares que controlan monopolios durante generaciones y representan un desafío significativo para el desarrollo equitativo y la justicia económica". En este sentido ha indicado la "desigualdad social y económica" que sufre el Archipiélago.
Para concluir, ha resaltado la necesidad de "preservar el medioambiente" frente al "desarrollo turístico descontrolado" y la necesidad de "implementar medidas de conservación efectivas para proteger el medio".
Este lector es hijo de una madre trabajadora que ejercía en la cocina de los hoteles, y que trabajó en diferentes bares del Archipiélago entre El Hierro y Tenerife. Además, tras años viviendo de alquiler, ahora vive en una finca en la que trabaja y plantea que la única opción que le queda cuando concluya el contrato es "comprar un contenedor y mudarse a la finca de otro amigo".