Opinión

Vuelve el drama de la inmigración

Once inmigrantes ilegales de nacionalidad marroquí, internos en el Centro de Retención de Inmigrantes ubicado en el aeropuerto de Lanzarote, se fugaron este martes de la sala de internamiento durante las primeras horas de la ...


Once inmigrantes ilegales de nacionalidad marroquí, internos en el Centro de Retención de Inmigrantes ubicado en el aeropuerto de Lanzarote, se fugaron este martes de la sala de internamiento durante las primeras horas de la ...

Once inmigrantes ilegales de nacionalidad marroquí, internos en el Centro de Retención de Inmigrantes ubicado en el aeropuerto de Lanzarote, se fugaron este martes de la sala de internamiento durante las primeras horas de la madrugada. Si no fuera porque el tema de la inmigración es dramático y serio, nos podríamos reír pensando que aprovecharon la relajación policial a cuenta de la fiesta que celebran estos días para planear su perfecta operación de fuga. Como el tema es dramático y serio, vamos a ocuparnos de los factores realmente importantes y significativos de esta noticia.

Ya saben, porque se lo hemos venido contando en la edición digital desde que se conoció a primera hora de la mañana el suceso, que la fuga se produjo por la zona de los baños, rompiendo una de las placas del emparrillado del techo de la entrada, que permitió a los inmigrantes deslizarse por ese falso techo para posteriormente romper la pared del bloque que da a la zona de torre del citado aeropuerto, consumando así la huida. Será difícil localizarlos porque ya se ha establecido una red de contactos con personas que viven aquí y que los acogen.

Pero lo de menos va siendo ya que estas cosas ocurran. Con muy buen criterio, el director insular de la Administración General del Estado en Lanzarote, Marcial Martín, se encargó de subrayar una y otra vez la condición de los inmigrantes que se encontraban allí "retenidos", que no "detenidos". Es decir, hizo hincapié en algo tan importante para no generar ningún tipo de alarma social innecesaria como es el hecho de que no se trata de delincuentes, sino de personas que han venido a Canarias en busca del paraíso prometido que ven a través de la televisión en sus pobres y peligrosos países de origen.

Aunque con la llegada del Partido Socialista (PSOE) al poder había descendido notablemente el tráfico de seres humanos procedentes de lo que hoy en día se conoce como el Subsahara, principalmente por la mejoría de las relaciones con Marruecos y por la intervención que el reino de Mohamed VI antes no hacía en el asunto, estamos volviendo a entrar en una peligrosa espiral vinculada con la inmigración irregular. Las escenas vividas en Ceuta y Melilla, con esa especie de invasión consentida, han provocado un hondo debate en la sociedad de este país, que se reproduce más en zonas como el sur de Andalucía o Canarias, en donde la llegada de pateras y de inmigrantes irregulares a través de otros sistemas de viejo o nuevo cuño es más frecuente.

Huyendo de la demagogia fácil, esa que obliga a tener que escribir siempre a favor del más débil utilizando las palabras más amables posibles, lo cierto es que la mayoría de los ciudadanos del país no quiere que se produzca la masiva llegada de inmigrantes irregulares, y menos de esta forma tan descontrolada y peligrosa. Eso no significa que todo el mundo esté de acuerdo con Domingo González Arroyo y con su apuesta por pedir a la Armada que vigile las costas del Archipiélago. Puede haber otro tipo de soluciones, pero todas ellas pasan por la voluntad política de los países implicados, especialmente Marruecos, que es quien vive más cerca el problema y quien parece que se ha convertido en un simple guardia de tráfico que enciende o apaga la luz verde del semáforo cuando lo estima oportuno.