El panorama que tenemos en España roza más que nunca la ingobernabilidad. Y no por la pluralidad del nuevo Congreso sino por las llamadas líneas rojas que, los partidos mal llamados progresistas, utilizan a su antojo con tal de tocar poder y destruir a un único rival: al partido ganador de las elecciones. Una irresponsabilidad que coloca a España al borde del abismo.
La venganza y el orgullo son malas compañeras de viaje cuando todos vamos en el mismo tren llamado política. Y sino que se lo digan a la unión PSOE-NC que gritaron a los cuatro vientos que iban a desterrar al Partido Popular de Canarias y que esa unión iba a ejercer de yugo contra los populares. Ahora, con los resultados electorales en las manos, justifican la perdida de escaños diciendo que ha ganado la izquierda progresista, esa misma izquierda que ha generado dos graves crisis económicas en nuestro país, en 1993 y en 2011. Utilizan el concepto "progresista" porque queda bien de cara a la galería pero en la práctica desde luego no hacen gala de ella. Porque "progresista" es aquél que lucha por su país y abre las puertas al diálogo, "progresista" es aquél partido que antepone el interés de su país frente al interés puramente partidista. Pero a la vista de los derroteros por los que transita en estos primeros momentos poselectorales parece ser que las ansias de poder harán que el PSOE pacte hasta con el diablo con tal de sentarse en el sillón de Presidencia, porque su intención es unirse a aquellos que quieren romper España y llevarla a la más absoluta penuria.
Sin darse cuenta, o sin importarle demasiado, el partido de la rosa y el puño obvia que el objetivo de Podemos es acabar con ellos como ya hizo con IU. El PSOE ha engordado a Podemos desde mayo facilitándole poder con la única excusa de exterminar al Partido Popular, pero la jugada se ha revertido y ha sido la formación morada quien les ha dado el hachazo electoral. Ahora, el PSOE tendrá que elegir entre seguir engordando a la fiera comunista o aparcar los rencores, la venganza y el orgullo, y apostar por una democracia real y no simulada, apostar por una democracia realista y no populista.
Por otro lado está el mensaje que ha enviado la ciudadanía; nuevas formas de hacer política y nuevos modelos de políticos que caminen por la misma vereda que el resto de ciudadanos y que luchen con constancia por los verdaderos intereses de quienes representan. En esta ocasión han tenido un arma, el voto de castigo, que han utilizado por el descontento que ha generado la clase política en reiteradas ocasiones, sobre todo por aquellos que entran a la política con el fin de enriquecerse con el dinero de todos o de actuar de manera repugnante.
Hoy más que nunca ha llegado la hora del diálogo pero ni con la boca chica y de dientas para afuera. España necesita unión, para demostrar que los intereses de los ciudadanos priman por encima de todo. Para que ganemos todos, para que gane la democracia.
Jacobo Medina, concejal del PP en el Ayuntamiento de Arrecife