Cuando hace poco más de cuatro meses me puse en contacto con la hermana de Expedita Santana Guerra para saber sobre ella, después de que llegase a mis manos una grabación despreciable, me quedé helado. Lo primero que me dijo ...
Cuando hace poco más de cuatro meses me puse en contacto con la hermana de Expedita Santana Guerra para saber sobre ella, después de que llegase a mis manos una grabación despreciable, me quedé helado. Lo primero que me dijo es que cada vez que veía en su teléfono una llamada que pudiese ser de Lanzarote se temía que la noticia fuese que Expedita había sido encontrada muerta, en la peor de las circunstancias. El augurio se ha hecho realidad cuatro meses después, pero ni el más retorcido hubiese imaginado que sería de esta manera.
La imagen degradada de Expedita por las calles de Arrecife ha sido durante años la foto de nuestra propia decadencia, de nuestro pasotismo, de nuestra lavada de manos, de nuestra indiferencia. Ya sé que no fuimos ni usted ni yo, pero hemos convivido durante años con quienes le gritaban, la empujaban y la maltrataban, con quienes la grabaron y lo distribuyeron y con quienes se la tiraban por un par de euros?y miramos hacia otro lado. Vivimos en la misma ciudad que el juez y el forense que no la incapacitaron a tiempo, como solicitaba la familia, y con quienes debieron poner en marcha los mecanismos para que esta tragedia anunciada no ocurriera, pero también se abstuvieron. Y ahora convivimos con los asesinos, pero ya eso, a estas alturas, hasta me parece lo de menos.
Y es lógico, y hasta loable, que ahora los foros de los medios de la isla se llenen de condolencias hacia la muchacha que vivía muerta desde hace años. Y resulta comprensible que muchos reclamen justicia y que los malnacidos que acabaron con ella terminen donde deben. Pero todo el palabrerío, incluido este artículo, no sirve ya sino para seguir lavándonos las conciencias, como cuando damos un par de euros para los "pobres negritos". La realidad ha sido nuestro fracaso colectivo, porque no supimos salvar ni a la más desprotegida de esta sociedad chiquitita y abarcable que se llama Arrecife de Lanzarote. Ahora podrán manifestarse frente al Cabildo Viejo o hasta ponerle una estatua como a Lolita Pluma. Pero lo hecho, o más bien lo que no hicimos, ahí queda.
A mí, personalmente, lo que hagan desde hoy me importa poco. Sólo tengo un deseo. Agnóstico tirando a ateo como soy, y creyente en que después de esta vida no hay más nada, deseo que sí haya un cielo para Expedita. Para los demás me da igual. Yo mismo: cuando me muera, que sólo queden restos. Porque a mí la vida me ha tratado bien, soy un afortunado y sería egoísta pedir otra. Pero ella, que cayó en esa trampa mortal cuando todavía era menor, merece un lugar mejor. Los que como ella han pasado muertos la mayor parte de sus vidas sí merecen otra oportunidad. Por primera vez en mucho tiempo quiero creer en algo. Ojalá antes de ayer empezaras a vivir, mi niña.