Vivimos tiempos de incertidumbre, en los que la reciente pandemia, la guerra de Ucrania o los costes derivados de los impactos del cambio climático nos recuerdan que nada es para siempre, que la bonanza de ayer puede hacerse crisis hoy y que la etapa del derroche de los combustibles fósiles ha pasado a la historia, y con ella, un estilo de vida del que debemos despedirnos.
El PSOE siempre ha estado comprometido con la defensa del medioambiente y la lucha contra el cambio climático, reivindicaciones cosidas a nuestra historia y plasmadas en las ponencias de los sucesivos Congresos. Y sobre esa base filosófica se asienta el plan de acción de la Secretaría de Sostenibilidad, Medioambiente, Energía e Industria de Lanzarote, cuyo fin último es contribuir a la necesaria transición del viejo modelo basado en el petróleo a otro nuevo, que priorice la inversión en energías renovables y promueva la gestión inteligente de los recursos naturales.
Según las cifras del Instituto Canario de Estadística, entre 1998 y 2002 solo el 2,78% de la energía generada en Lanzarote procedía de fuentes eólicas. Para estos niveles de producción Lanzarote disponía de dos parques eólicos, Montaña Mina, en San Bartolomé, una instalación de propiedad privada, y Los Valles, en Teguise, cuya propiedad aún mantienen Inalsa, con un 60%, y Unelco Endesa, con el resto.
En el año 2000, con la llegada del PSOE al Cabildo, bajo la presidencia de Manuela Armas, se produjo un punto de inflexión. Fuimos capaces de poner de acuerdo a los siete ayuntamientos para, junto al Gobierno insular, concurrir a través de Inalsa al concurso eólico promovido por el Gobierno de Canarias, una adjudicación que permitiría aumentar la producción de energía renovable en Canarias en 344 megawatios, de los que 37 serían para Lanzarote.
Obtenido el concurso con dificultades, recursos y palos en las ruedas, se puede decir aquel fue el inicio de la transición energética en Lanzarote, manteniéndose la producción energética renovable en manos públicas.
Los parques eólicos que se construyeron y se están construyendo, son fruto de la apuesta clara y decidida por la implantación de renovables del Partido Socialista. Si de algo estamos convencidos en esta isla es de nuestra capacidad para la soberanía energética, gracias al caudal de sol, viento, mareas y geotermia de que disponemos.
Los parques eólicos Teguise I, Arrecife y San Bartolomé son fruto de aquel concurso. El de Arrecife se ha ejecutado en este mandato y el de San Bartolomé está en proceso para su puesta en marcha. Una vez entre en funcionamiento, se duplicará la potencia eólica que existía cuando Loli Corujo llegó al Cabildo. Lograremos alcanzar un total de 40,7 MW de potencia eólica pública. Y otro dato a tener en cuenta: En 2019 estas instalaciones suponían el 7,8% de la producción total anual de energía eléctrica.
En los próximos meses alcanzaremos el 14,2% sobre el total de generación eléctrica instalada. Por delante nos quedan los proyectos presentados a financiación por los fondos Next Generation, por un importe de 40 millones de euros, que persiguen la implementación de los futuros parques eólicos necesarios para culminar la transición energética de Lanzarote y La Graciosa.
Pero llegados a este punto, en el que no podemos mostrar sino satisfacción por una carrera por las energías limpias que hemos ganado frente a la inacción política y a los intereses económicos defendidos por las fuerzas de la derecha, debemos detenernos a reflexionar sobre la planificación y los impactos de estas tecnologías sobre el territorio. Porque no podemos poner en riesgo nuestro paisaje, patrimonio de los lanzaroteños y las lanzaroteñas y primer elemento atractor de nuestra clientela turística.
El impulso a las renovables debe hacerse con el mimo y las prevenciones que siempre nos han caracterizado, con la garantía de equilibrio entre la indudable rentabilidad económica de las instalaciones renovables y los beneficios ambientales, con la defensa y protección del territorio, a la que en ningún caso estamos dispuestos a renunciar.