Según cuenta la leyenda, en Coria un joven era elegido por sorteo para salir por las calles y defender su vida ante los ataques infligidos porlos demás vecinos con cuchillos y puñales. Normalmente este muchacho solía morir cruelmente. Esto ocurría cada año al llegar el solsticio de verano.
En cierto momento la suerte decidió que el elegido fuese el hijo único de una señora muy adinerada quien ante el sufrimiento que le producíala dolorosa muerte de su vástago propuso al pueblo cambiar a su hijo por un toro y el pueblo aceptó.
Seguramente esa mujer llevaba, desde su más tierna infancia, año tras año a su hijo a participar en aquella tradición; seguramente ambos, junto al resto de su familia, eran los primeros en clavar puñales a aquellos muchachos; seguramente luego celebrarían felices una buena cena para reponer fuerzas y comentar las mejores atrocidades de la fiesta. Y seguramente entre ellos habría algún detractor de la tradición que intentaba "aguarles" la fiesta hablando cada año sobre el dolor y la muerte innecesarios que sufrían aquellos muchachos. Y seguramente esa mujer y su hijo pondrían el grito en el cielo y defenderían la fiesta centenaria de su pueblo con todos los argumentos culturales imaginables.
Pero cuando la suerte, que a veces es muy traicionera, recayó en su hijo, aquella mujer vivió en primera persona ese dolor del que le hablaban aquellos "aguadores" de fiestas. Gracias a esta mujer y a su dinero, la fiesta evolucionó, los muchachos del pueblo dejaron de ser las víctimas de la irade sus vecinos para convertirse ellos mismos en verdugos y una nueva víctima ocupó su lugar.
"En las próximas fiestas de San Juan, el Abanderado, elegido entre los concejales del Ayuntamiento de Coria, será el responsable de que todo salga bien. El encierro se hace desde los corrales hasta el toril conducido por los mozos. Allí aguardará el toro hasta su suelta en la plaza de España donde, una vez toreado, se le libera por las calles del casco antiguo. Las murallas con sus portones férreamente cerrados, impedirán que el toro escape".
Esto es lo que se nos cuenta "oficialmente" de esta fiesta, pero la realidad no es tan simple para su protagonista principal. En esta "liberación" del toro por las calles de Coria, los participantes acostumbran a lanzar dardos al animal mediante cerbatanas. Estos dardos son puntas adornadas con una terminación especial en papel y quedan clavados en la piel del animal, incluidas partes tan sensibles del toro como son morro, nariz y ojos. Al final el toro al que se le han lanzado cientos de dardos recuerda a los acericos de los sastres, siempre llenos de alfileres, de ahí su nombre: TOROS ACERICO. Este sufrimiento dura dos horas, finalmente el toro acerico es conducido al "muro de los sustos" donde se le clavan en la cara dos dardos especialmente adornados para la ocasión. Detrás le esperan las máximas autoridades de la ciudad y es recibido por un "matador" que lo mata a tiros de escopeta. Como colofón de la fiesta se le cortan los testículos al toro acerico.
Los habitantes de Coria defienden esta fiesta porque es una tradición que se remonta al siglo XII. Hay tradiciones que no se pueden defender; en el mismo momento en que un animal, humano o no humano, sufre debido a una absurda tradición, esa tradición aunque sea milenaria deja de ser cultura para convertirse en barbarie.
Estamos obligados a recordar que todo esto sucede con el beneplácito de las autoridades locales y estatales y financiado con fondos públicos. ¿A qué estamos esperando? ¿A que una vaca adinerada pague para que su tierno toro no sea maltratado y torturado hasta la muerte por las calles de Coria y en su lugar utilicen un toro de cartón? Todos sabemos que eso sólo ocurriría en un cuento para niños, aquí el final feliz sólo podemos escribirlo cada uno de nosotros. Acabar con la violencia por cuestiones de sexo, raza, religión o, como en este caso, de especie está en nuestras manos, en las de todos, en las mías y en las tuyas propias que ahora lees este artículo. Ahora conoces los hechos, ahora debes decidir: ¿qué harás este año? ¿te pondrás con tu silencio al lado de los torturadores o darás tu voz a las víctimas sin voz propia?
Alicia Asategui