Opinión

Temor al optimismo

Por Juan Jesús Bermúdez Thomas Homer-Dixon (www.homerdixon.com), el lúcido profesor canadiense que ha analizado el conflicto creciente entre recursos naturales y estabilidad social y política, nos pide que "hagamos sitio a la pesadumbre y la ...

Por Juan Jesús Bermúdez
Thomas Homer-Dixon (www.homerdixon.com), el lúcido profesor canadiense que ha analizado el conflicto creciente entre recursos naturales y estabilidad social y política, nos pide que "hagamos sitio a la pesadumbre y la ...

Thomas Homer-Dixon (www.homerdixon.com), el lúcido profesor canadiense que ha analizado el conflicto creciente entre recursos naturales y estabilidad social y política, nos pide que "hagamos sitio a la pesadumbre y la fatalidad" en estos momentos, a través de un sugerente artículo, que aquí glosamos, publicado en el también canadiense diarioThe globe and mail, bajo el título "Make room for doom and gloom"; todo elloprecisamente ahora que más se nos solicita confianza como ingrediente básico para que retorne el ánimo en el consumo y la inversión, que posibiliten la recuperación económica.

Como nos explica el escritor, para justificar el atrevido aserto inicial, podemos considerar que la actual crisis económica en realidad "es el resultado, no del exceso, sino precisamente del bajísimo temor y cautela" en las inversiones económicas. De haber existido mayor prudencia, se habría prestado y especulado menos, ahorrado más y se hubiera sido más restrictivo con la especulación financiera, afirma Dixon.

Es más, considera el autor que "en estos momentos lo que resulta peligroso no es tanto el excesivo pesimismo, sino el optimismo indebido", partiendo de que ha sido precisamente ese último sentimiento el que originó la burbuja inmobiliaria y otros fenómenos de "irracional exhuberancia" que, de hecho, censuraron por la vía de la ganancia fácil las advertencias que, aunque silenciadas, existieron sobre la deriva más que preocupante de las finanzas globales.

Apela entonces al saludable "temor", como plataforma de supervivencia ancestral ante los cambios que se avecinan. Según el autor de "The upside of down", el temor nos ayuda a ser más resilientes ? capacidad de "aguantar" los embates como los que ahora vivimos ?. El temor también como contrapeso al natural optimismo del que nos servimos para salir adelante, optimismo que a veces deriva livianamente en estafa ydescaro avaricioso, tolerado socialmente hasta hace quince días, lo que ha contribuido a acrecentar los lodos del ya imposible crecimiento económico exponencial.

Quien entienda en estas líneas que debe predominar el fatalismo o derrotismo alguno yerra de principio a fin. Aún con las duras consecuencias de acarrear ahora con las penas del periodo de crecimiento económico más importante de nuestra historia, hilvanado sobre prendas de usar y tirar, no es útil lamentarnos sin más de los errores cometidos. Pero tampoco olvidarlos, e insistir ahora en cometerlos de nuevo.

Para ello, sin duda, el diagnóstico de lo ocurrido parece tarea primordial. Si achacamos la era dorada del crecimiento a una simple operación especulativa de tiburones inversores, probablemente estemos dejando de un lado a otros importantes agentes en el ciclo alcista. No hay que olvidar que el crecimiento generó la culminación de la creación de novísimos mercados y servicios; que ha incorporado a cientos de millones de personas al consumo; que ha terminando culminando la globalización comercial, y la mayor movilización histórica de recursos no renovables para que aquélla tuviera lugar.

La pregunta esencial parece que puede ser si esa "aventura" puede volver a repetirse. Ha sido la era de la llegada al "cenit del desarrollo" un periodo, visto ya casi en perspectiva, de prisas y olvido de la prudencia, el momento en el que casi se ha enterrado, precisamente, la necesidad imperiosa de analizar el pasado para construir futuros que no vuelvan a quedar hipotecados, y de apelar a valores que, aunque proscritos en la mayoría de los altavoces mediáticos, nunca debieron perderse, a la vista de la rapidez con que se deshacen las pirámides del timo especulativo.