La iglesia apostólica Romana y su crueldad manifiesta durante siglos gozó del privilegio para detentar el monopolio del registro de bautismos, matrimonios y óbitos, hasta en 1868 que con la llegada de los insurrectos que derrocaron a la reina Isabel II fué proclamada la Constitución denominada la "gloriosa" por la que se estableció la libertad de culto.
Como consecuencia de esta libertad, se crearía el Registro Civil en el que serían anotados los datos de los españoles, como institución jurídica reciente e independiente del poder eclesiástico.
Concretamente bajo la ley del 17 de Junio de 1870 y su normativa inscriptora perdurando por más de ocho décadas hasta que la nueva ley de fecha 10 Junio de 1957 publicada en el BOE nº 151 en la que la longa manga de la Iglesia Católica hiciera de nuevo acto de presencia, bajo el auspicio franquista donde de nuevo los documentos canónigos volverían a ser fehacientes.
Consecuencia nefasta del monopolio registral ejercido por la Iglesia Católica Apostólica Romana ha sido y es , la forma en que han quedado marcados los considerados hijos naturales o ilegítimos, los niños abandonados y los nacidos de madres que no podían demostrar o declarar el nombre del padre engendrador.
El neonato era bautizado y se le imponían los apellidos de la madre (en el menor de los casos) y generalmente el apellido calificativo de los Exposito (del expuesto, el traido o llegado de fuera, dimanado del latinismo expositus).
Señalan documentos en los archivos y se ha constatado así mismo, como un miembro de la comisión gestora designada para ocupar el ayuntamiento de Sta. Cruz ,tras la rebelión militar del 18 Julio de 1936, Don Vicente Expósito Pérez, a quien me unía parentela por proximidad, ya que era padrastro de mi querida abuela y tutor por ende de sus hijas, cuyo apellido Exposito era ocultado hasta que su conspicua posición social le llevaría a mutarlo en Barrios Pérez.
Así en Gran Canaria los eclesiásticos como siempre y cualquiera sabe si en un afán diferenciador como ha ocurrido toda la vida en las provincias de Canarias, se sustituyó el de Expósito por el de Santa Ana (nombre de la catedral), derivando en Santana, donde los Expósitos éran conocidos como santaneros.
Y a propósito señala el autor de las fuentes, que habida cuenta de la santanización detectada por un juez recién llegado a Gran Canaria, a la firma de unas inscripciones de recién nacidos, objeto al secretario y apeló a una explicación que concluyó, como no podía ser de otra manera, a la malhadada costumbre eclesial santanera, con lo que tal inquinidad produjo en aquel hombre un revulsivo ánimo de justicia, en nombre de los pobres inocentes, contra esa frenta que les habría de señalar de por vida a ellos y sus herederos y ordeno ipso facto, que le fueran mencionados apellidos ilustres de la Gran Canaria, siendo el elegido para registrar a todos estos inocentes, el apellido de Bravo de Laguna (que "parajoda", como diría Armas Marcelo… ni todos tan ilustres ni tan ilustres todos).
Y parece que en las distintas islas tales inquinidades fueron seguidas de igual manera, cómo no, por el poder eclesiástico, utilizando el Sangines, Sanfiel, Santacruz, o de la Santa Cruz, quedando así marcadas e identificadas todas esas criaturas inocentes como hijos "naturales", marcando a sus descendientes con esta clase de fineza hereditaria.
Esta falta de caridad cristiana, practicada por quienes siendo sus representantes y con el derecho canónigo bajo el brazo, aplicando estas tropelías como tantas y tantas tropelías aplicadas en el transcurrir de la historia, normalizaron esta nefasta marca eclesial, llegando a ser un obstáculo en la heráldica, que permítanme reír, dió lugar a tantos apellidos, que al fin y a la postre nada decían o decían poco, derivando en apellidos patronímicos (de profesión) como Alcalde, Cantero, Carnicero, Guerrero, Labrador, o de apellidos descriptivos como Moreno, Blanco, Rubio, Alegre, Gordo, Delgado, creados a través de motes, o como los Montoya, los Heredia Toledano, que lejos de ser todos gitanos, eran los apellidos adoptados de sus patronos en zonas de negocio floreciente de la península ibérica. Sin olvidar tampoco, a quienes tomaban su apellido derivado de las profesiones que ejercían, tal fue el caso de los Escriba, Escribá, Escribano, Herrero, Guerrero, o los de procedencia geográfica, como los Suarez, Duran , Mendez (asturianos) y los Quiroga, Figeroa, Castro, Saavedra (gallegos), o Coll, Fontes, Carbonell ( catalanes) y entre los que destaco como colofón, a los apellidos compuestos, que lejos de provenir de grandes heráldicas, tenían una procedencia geográfica, como fue el caso de Fernandez de Cordoba, Duque de Estrada, Martinez de la Torre, Ortiz de Mendívil, Alvarez de Toledo, de la Vega, del Arroyo, de la Ribera, etc.
Así es que entre tanto desvarío e injusticia la cordura alumbra con el establecimiento mediante Decreto, el de 14 Noviembre de 1958 publicado en el BOE nº 296 de 11/12 dentro de la subsección Quinta que trata del cambio o conservación de nombres y apellidos y en el que se puede leer:
"Art. 209 El juez de Primera instancia puede autorizar , previo expediente: el cambio del apellido Expósito u otros análogos, indicadores de origen desconocido, por otro que pertenezca o, en su defecto, por un apellido de uso corriente".
Esta ley ha sido modificada paulatinamente para adaptarla a los nuevos derechos proclamados en la constitución actual de España y en resoluciones emanadas en el ámbito jurídico Europeo.
Así es que he determinado mantener el apellido Sanginés, en honor a mi padre y su padre y a los grandes hombres que en mi particular heráldica conformaron los blasones del más alto rango en campos de plata con un castillo de gules redondos en la que los esmaltes simbolizan en sus placas obediencia, integridad, firmeza, vigilancia, elocuencia y vencimiento. Y en sus gules fortaleza, victoria, osadía, alteza y ardid, siendo el Castillo el detonante de la grandeza y el poder empleados en la defensa de los amigos y aliados, resistiendo invencible a los enemigos.