Opinión

Redwan

Estos días se ha hecho público la concesión del accésit del Premio Joven Canarias 2022 que otorga la Consejería de Igualdad, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias al lanzaroteño Redwan Baddouh Bejja. Es un reconocimiento merecido, del que muchas personas que conocemos y trabajamos con Redu nos congratulamos.

El potencial de Redu es evidente a poco que te sientes con él a intercambiar opiniones. A pesar de su corta edad, hace pocos días cumplió 18 años, las vivencias de un niño que a los 14 años tuvo que enfrentar el injusto desahucio de su familia de la casa familiar en Argana y que desde entonces vive con la mirada enfocada en la realidad social de la isla han configurado poco a poco a un adulto consciente, responsable ante la colectividad, lúcido y con una inteligencia emocional madura.

En un mundo en que la estulticia humana se expande cual pandemia y en el que la infantilización de la sociedad es objetivo básico de las redes de poder, compartir espacios de trabajo, cooperación o amistad con personas como Redu es un todo un chute de esperanza.

Las redes de voluntariado de la isla son la fortaleza oculta de esta sociedad. Los verdaderos cimientos del futuro. Gente decente, que se esfuerza cada día por mantener la coherencia de sus ideas con su actividad laboral y su vida personal. Personas diáfanas, claras, intelectualmente vivas que no evaden la dificultad de la realidad, al contrario, la enfrentan. Comprometidas con sus ideales, respetuosas con el divergente, enriquecedoras. Personas que caminan al borde del sistema, zigzagueando la violencia institucional. Ciudadanos.

El trabajo de voluntariado no se hace para obtener votos ni reconocimiento, carece del ánimo de resarcimiento o venganza. Los que trabajan cada día en contacto directo con los problemas reales de la sociedad no copan los titulares de prensa habitualmente, poca gente les conoce. No se sacan fotos sonrientes con la madre a la que ofrecen descanso, protegen de los focos al niño que ayudan a estudiar, acogen al migrante, acompañan en la muerte, dan consuelo al preso. No engañan, no se engañan, no usan su poder para obtener rédito partidista.

Las redes del verdadero poder insular se nutren de la conciencia cívica. Practican la compasión, promocionan el afecto, valoran la sensibilidad. Construyen una sociedad solidaria y fraternal. Ajenos al contubernio político y al mercadeo empresarial hacen lo que pueden con las herramientas de las que disponen. Sin pedir nada a nadie, sin esperar nada de nadie. Saben que el desánimo es un lujo que no se pueden permitir. El esfuerzo de la cooperación, del cuidado del ser humano no cotiza en bolsa, no tiene precio en el mercado, no forma parte del PIB, pero es el verdadero valor de esta sociedad.

En tiempos de colapso la mirada no debe posarse en quienes adornan la realidad con mensajes electorales ni en quienes siguen apostando por un sistema capitalista devorador del planeta. El futuro está en quienes se niegan a participar de este sistema corrupto y se enfrentan a las dificultades colectivas creando comunidad. La supervivencia de nuestra sociedad no está en quienes manejan el poder como herramienta de enriquecimiento personal sino en quienes apuestan por seguir profundizando en la dignidad de todo ser humano.  

De esta crisis civilizatoria no saldremos todos por igual, la diferencia entre la salida tipo Mad Max y la salida humanitaria no está ni en el sistema económico que nos ha llevado a este colapso, ni en las redes de poder que alimentan la desigualdad social como medio de supervivencia de unos pocos. No es el reciclaje, es la conciencia social, no es el ahorro energético, es la comunidad, no es la protección de una especie, es el respeto a la vida. No toca esconderse, pues nos jugamos la supervivencia de la humanidad. No hay que salvar el planeta, el planeta nos sobrevivirá, hay que salvar al individuo.

Querido Redu, queridas Laetitia, Irene, Julene, María, Julie, Ana, Loueila, Natalia, Elisa, Tharais, Miriam, Carmen, Liliana, Teresa, Lourdes, Itxiar, Ruth, Mónica...queridas guerreras, ustedes son el ejemplo.